Entre los recuerdos de juventud, y con la secreta esperanza de que algún día recuperarían su valor, mi abuelo guardaba unos billetes de la hiperinflación alemana de los años 20. Eran unos extraños papeles llenos de ceros o con palabras como “Hundert Millionen” que, como cuenta la leyenda, se llegaron a imprimir a la mañana para ser inservibles a la tarde. Lo interesante es que mi abuelo no compró esos billetes en un bazar de curiosidades sino en una agencia de cambio y con fines especulativos. Es cierto que mi pobre abuelo nunca fue un lince para los negocios, pero siempre me pregunté cuál era el mecanismo que había llevado a un judío ruso emigrado a la Argentina que trabajaba en los tranvías ingleses a comprar marcos alemanes devaluados.
Es que todo ya era bastante global en aquella época. La fama de serias que tenían Alemania y su moneda (aún después de la derrota en la Primera Guerra), era suficiente como para garantizarles a los incautos de todo el mundo que podía ser un buen negocio adquirir esos billetes ridículos. Gracias a ese difuso prestigio, además, el que le vendió los marcos a mi abuelo (y a sus parientes, amigos y compañeros de trabajo) hizo un buen negocio. Aunque no mayor, en todo caso, que el que consistió en venderles a los jubilados italianos, alemanes y japoneses los bonos de la deuda argentina en los noventa. Una diferencia, además, es que esos bonos fueron un gran negocio para los bancos entonces, pero lo siguen siendo ahora que el Gobierno argentino sigue rescatándolos.
¿Era la Argentina tan prestigiosa entonces como Alemania en los veinte? Tal vez sí, ya que estábamos en el primer mundo como hoy nos sostenemos firmes en medio de la marejada. Ahora bien, ¿cuál era el respaldo simbólico de las hipotecas basura que han provocado el desastre actual en Wall Street y sucursales? Sabemos que las calificadoras de riesgo han jugado su parte en el asunto, pero también ha sido decisiva la injustificada confianza en el sistema que tuvieron personas mucho más preparadas que mi abuelo. Para que no me pase lo mismo, cuando sea grande quiero ser banquero.
*Escritor.