Finalizó el período de prueba entre la sociedad y el Gobierno. De aquí hasta marzo de 2019, la evaluación será por resultados concretos y visibles en la esfera económica, que marcará la posible continuidad de la gestión macrista para 2019-2023.
Otro juego se inicia. En estos días, el juego político estalla en furia porque diferentes vertientes de la oposición comienzan a percibir que el gobierno de Mauricio Macri no es una transición entre dos gobiernos peronistas, sino un proyecto político de largo plazo que se propone refundar la matriz económica propiciando una transformación de la cultura política del país, que implica ni más ni menos que la disolución del peronismo.
El proyecto de Macri ha alumbrado una fuerte alianza entre el establishment y las clases medias, pero también con apoyos entre quienes están en la base de la estructura social. Por el lado del establishment, cuenta con el soporte explícito del gran empresariado industrial y agropecuario, del sistema financiero nacional e internacional y de algunos grandes grupos de medios de comunicación, esenciales para modular y traducir la información política a la población.
Esta amplia confederación es una novedad en la historia política argentina reciente, pero además, el oficialismo ha montado desde el día cero un laboratorio de análisis de la opinión pública con gran capacidad de generar información mediante encuestas, grupos focalizados, análisis de redes sociales y microtargeting orientado al territorio, entre otras herramientas, lo que lo convierte en un formidable dispositivo de comprensión de la sociedad y finalmente una enorme maquinaria electoral.
El salario como costo. Si bien no se alcanza a visualizar con claridad las características de la nueva matriz económica que el macrismo propone, se pueden observar algunas condiciones necesarias que son en definitiva las que el capitalismo tardío global exige: libre disponibilidad de los capitales, bajos impuestos, bajos salarios en dólares, escasas regulaciones ambientales y, por supuesto, baja intervención del Estado.
Para resolver la meta prioritaria de bajar los salarios en dólares, es importante darle flexibilidad a la moneda norteamericana, por esta razón es un gobierno que no duda en devaluar el peso, que pasó de unos $ 9,5 por dólar a la salida del cepo hasta los poco más de $ 20 en estos días, en un nivel de incremento que no consiguieron los salarios. En este sentido, los sindicalistas argentinos, con todos sus defectos, siempre discutieron los incrementos salariales; sin embargo, en esta oportunidad, un poco por temor a los carpetazos y otro por conveniencias personales, muchos comienzan a aceptar la pauta del 15% anual y aun menos, dejando solo en la cancha a Hugo Moyano y su movilización del 21 de febrero, y a la espera del café con Cristina Fernández de Kirchner.
¿Construcción o demolición? Tal como trascendió en el retiro del gabinete ampliado en Chapadmalal de este fin de semana, se presentarán los lineamentos para la reelección de 2019, mientras la oposición en general y el peronismo en particular están haciendo los primeros palotes en la tarea de reconstruir una alternativa al macrismo con chances de gobernar.
La ausencia de un claro panorama de las razones de las derrotas de 2015 y 2017 obstaculiza la formación de una organización política en condiciones de enfrentar con éxito a Cambiemos. Todavía la principal estrategia de muchos es la esperanza de que Macri estrelle el barco y tenga que entregar el gobierno en forma anticipada, como insólitamente planteó esta semana Eugenio Zaffaroni. Es evidente que estos tipos de declaraciones no hacen más que fortalecer al Gobierno, que encuentra elementos para denunciar intentos destituyentes. Además, la situación habilitó el allanamiento por parte de un juez de la emisora radial donde Zaffaroni fue entrevistado, lo que simboliza una señal preocupante.
Camino de migas. Quienes desean tomar alguna iniciativa política por fuera del “helicopterismo” valoraron el encuentro en la UMET entre Víctor Santa María, Agustín Rossi, Daniel Filmus, Alberto Fernández, Fernando “Chino” Navarro, Felipe Solá y Daniel Arroyo. Esta reunión fue un pequeño paso adelante entre dirigentes que no se hablaban desde hacía tiempo atrás, pero totalmente insuficiente para representar una amenaza política al macrismo.
La hoja de ruta para conformar una fuerza con capacidad de acceder a la segunda vuelta en 2019 debe ser completamente radical e innovadora, teniendo que encarar una intensa democratización del peronismo, con la incorporación de las bases en las discusiones y en la selección de candidatos sin prontuario, la ampliación de la representación política para la conformación de un frente político y social, y el desarrollo de un liderazgo fuerte con capacidad de comprender las demandas de la mayoría de la sociedad, como lo hicieron en su momento Raúl Alfonsín, Carlos Menem o Néstor Kirchner.
Es claro que –aunque a muchos les cueste creerlo– Mauricio Macri y María Eugenia Vidal entienden y operan sobre esas expectativas recogidas y analizadas en el laboratorio comandado por Jaime Duran Barba.
La potencial construcción opositora ya debe descartar el apoyo de la mayor parte de los gobernadores, que a la usanza de reinos feudales ya han planteado la decisión de desdoblar las elecciones para no ir contra el ticket de Cambiemos, creyendo que ese mecanismo los pondrá a salvo del tsunami amarillo. Tampoco podrá contar con la “rama sindical”, que se evidencia como un salvavidas de plomo frente a la intensa comunicación de la ostentosa vida privada de algunos de sus líderes. Es claro que la búsqueda de quien lidere este proceso es una de las mayores dificultades, ya que la tendencia natural será volver a mirar a Cristina, quien podría asegurar –por lo menos en los papeles– un piso del 20% nacional, tomando en cuenta los resultados de 2017, aunque también sería útil recurrir a la frase atribuida a Albert Einstein: “Loco es aquel que, haciendo siempre lo mismo, espera resultados distintos”.
*Sociólogo (@cfdeangelis).