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Hoy

Hoy toda una generación de políticos comienza a pasar a retiro. Por lo menos como presidenciables.

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ELECCIONES 2007. La candidata oficialista, su marido, el Presidente, en un fotomontaje que pretende representar el carácter de pareja simbiótica que ambos integran.

Hoy toda una generación de políticos comienza a pasar  a retiro. Por lo menos como presidenciables. Salvo que triunfe, Carrió ya anunció que ésta era su última elección como candidata. Lavagna, por distintos motivos y entre ellos también por una cuestión etaria, pasará a la categoría de los hombres de consulta pero nunca más presidenciable. López Murphy también tendrá que aceptar que, después de alcanzar su cenit en 2003, las elecciones de 2005 y 2007 demostraron que su convocatoria se redujo a niveles  poco significantes. Rodríguez Saá, con más caudal, y Sobisch, con bastante menos, comprenderán que no alcanza con ser un exitoso gobernador para tener proyección nacional.
Incluso el matrimonio Kirchner –todos entienden que se vota la reelección pingüina–, aun ganando en primera vuelta, y aunque resulte paradójico, comenzará a recorrer lentamente el camino hacia la etapa final de su ciclo  político: ¿dónde quedó el 70% de aprobación que gozaba el Presidente hace un año? Y más allá de que todas las encuestas hayan anticipado su “seguro” triunfo, tan seguros no habrán estado porque precisaron volcar hacia los votantes nada menos que la mitad del superávit fiscal en forma de jubilaciones, devolución del impuesto a las Ganancias y todas las “pastillas de la felicidad” posibles, reflotar el cancelado acto en Bolívar para aprovechar la última gota de fama de Marcelo Tinelli y que la candidata concediera reportajes como nunca había hecho.
No puede haber triunfadores en una elección caracterizada por la apatía, el hastío, la abulia y la duda. Todos los candidatos son corresponsables de esa desmotivación general.
Hasta Macri, quien previendo lo que sucede eligió mostrarse lo más prescindente posible en estas elecciones, terminará perdiendo parte de su capital si su candidato a senador por la Ciudad, Carlos Melconian, no resulta electo y el PRO de ser primero lejos hace unos meses pasase, por ejemplo,  a ser tercero en la Ciudad.
Pero Macri, hace unos meses, y fundamentalmente Scioli hoy son los ganadores no sólo por sus cómodos triunfos sino casualmente por representar el relevo generacional que se está gestando. A varios escalones de distancia Filmus, si es electo senador, puede aspirar a algo, y De Narváez, si sale segundo en la provincia y supera holgadamente el millón de votos (duplicando los 785 mil votos que tuvo el propio Macri en la Ciudad en primera vuelta), también queda en una posición expectante. Filmus y De Narváez no son dos chicos, pero en política arañar los cincuenta años es como ser un veinteañero en los deportes. De cualquier manera, ninguno de los dos tiene dimensiones políticas comparables a Scioli o Macri.
Al revés, la edad a Binner, el otro gran ganador de las elecciones previas, le juega en contra. Paralelamente, los casos –ideológicamente incomparables– de Rodríguez Saá y Sobisch sirven para demostrar que no es fácil desde ninguna provincia tener proyección nacional, como en su momento también le sucedió a De la Sota, salvo que se trate de la Provincia o de la Ciudad de Buenos Aires. Por eso Carrió nunca peleó por su Chaco original y se concentró en ser una porteña más.
Juez, si hubiera triunfado en Córdoba, habría sido otro de los representantes de la nueva generación con proyección, pero como es el más joven de todos,  todavía tiene posibilidades de  ser gobernador en 2011, pero ya su tiempo “nacional” sería en 2016.
¿Cobos? Es una incógnita, pero sin dudas desde la eventual vicepresidencia tiene posibilidades de revelarse como un tapado aunque en ese caso el kirchnerismo se esforzará en opacarlo hasta convertirlo en un accesorio anodino.
Otro vice de la nueva generación y con visibilidad es Gabriela Michetti, y dependerá de ella revalidar las expectativas que generó su simpatía personal.
También entre los economistas con vocación de servicio público se está produciendo un recambio generacional que inició Martín Redrado la década pasada. Alfonso De Prat-Gay logró en esta elección posicionarse como un ministro de Economía de algún gobierno futuro.
Los que están a punto de jubilarse son la generación del fracaso: mientras que el Producto Bruto de México, Brasil y varios países latinoamericanos menores creció el 200% en 30 años, en el mismo período la Argentina creció acumuladamente sólo el 15%. En economía se puede hacer cualquier cosa, lo que no se puede evitar son las consecuencias.
Hoy a la noche, cuando se vayan conociendo los porcentajes de votos de los candidatos o de los partidos de los que fueron candidatos los que compitieron hace unos meses, junto con esos números habrá que tener en cuenta las edades de los protagonistas, que no son un dato menor:
Lavagna: 65; Sobisch: 64; Binner: 64; Néstor Kirchner: 61; Alberto Rodríguez Saá: 58; De la Sota: 57; López Murphy: 56; Cristina Kirchner: 54; Filmus: 52; De Narváez: 52; Cobos, 52; Carrió: 51; Scioli: 50; Melconian: 50; Macri: 49; Redrado: 46; Juez: 44; Gabriela Michetti: 42; De Prat-Gay: 41. 
En este caso, como en la Biblia, los últimos serán los primeros.