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Inconsciente político

Habilitaron al ex comisario Patti, procesado y en prisión, para ser candidato a diputado en las próximas elecciones nacionales. No son pocos los que se consternan ante un hecho semejante, que es jurídico y es político.

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Habilitaron al ex comisario Patti, procesado y en prisión, para ser candidato a diputado en las próximas elecciones nacionales. No son pocos los que se consternan ante un hecho semejante, que es jurídico y es político. Pero, ¿cuál es exactamente el motivo de esa extendida consternación? ¿El retorno del represor? El retorno del represor, sí pero también, y sobre todo, el retorno de lo reprimido. Porque en la medida en que las instituciones del Estado (las de su Justicia penal o electoral) obstaculizaban esa candidatura, lo que la sociedad civil sufragante podía decir al respecto permanecía tácito, subyacente, elidido, omitido. Pero apenas lo autorizan a postularse, esa expresión postergada en el murmullo emerge y se manifiesta. Y dice qué: que son muchos los ciudadanos argentinos (no importa si son más o si son menos que los que por su parte se consternan, importa que son muchos, tantos como para dotar de una banca al candidato) que votarán en los comicios al ex comisario. Se puede pensar que lo votarán porque creen infundadas las acusaciones que pesan sobre él: privación ilegal de la libertad, torturas, asesinatos. Pero se puede pensar también que lo votarán porque, admitiendo que pueden ser verdaderas, no les importa. No les importa; lo saben y no les importa; les resbala y lo votan igual.

Se exige con insistencia que el Estado combata al delito. Y sin embargo se dispensa, al mismo tiempo, una indulgencia sencilla a estos hombres que –desde el Estado nada menos– pueden haber cometido delitos terribles. La tolerancia social con los delitos de Estado, que no es tolerancia cero precisamente, ocupa su lugar, aunque sea minoritario, en la democracia argentina. No es necesariamente su antítesis, lo otro por definición, lo que debió desalojarse para poner su piedra fundacional. Esa disposición a contemporizar, por prescindencia en el mejor de los casos, con los delitos estatales, es lo reprimido de nuestra democracia: lo que ella prefiere negar, sepultar en el inconsciente, hacer como si no existiera. Pero apenas ocurre por ejemplo que habilitan la candidatura de un Luis Abelardo Patti, retorna y se hace visible.

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