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Inmadurez política y comunicación

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No sigo. La renuncia de Máximo Kirchner a su presidencia del Bloque en Diputados tiene un mensaje. | NA

En términos de política exterior, este tablero de juego complejo con el FMI estaría enfrascado en términos de interdependencia compleja; una interpretación citadina de Robert Keohane. Si bien el país afronta por segunda vez negociaciones por su deuda con el Organismo de Crédito Internacional, esta vez, las variables y los actores, son diferentes. Desde Néstor y Lavagna hasta este páramo cabe la pregunta si hubo aprendizaje. Porque la deuda que se tomó en el gobierno anterior no modificó el paisaje y, lo cierto es que como es sabido se asumen costos, como toda decisión para algún fin, que no fue claro. También existen riesgos, y no podemos dejar de lado esa mirada cortoplacista de “que lo solucione el que viene”. Y acá nos encontramos, en un “rollover” de la deuda.

En este escenario, la renuncia de Máximo Kirchner a su presidencia del Bloque en Diputados tiene un mensaje endógeno y exógeno, y él lo sabe. Mensajes polisémicos y polémicos, en un terreno comunicacional político que tiene un gran componente ideológico, pero también simbólico. Sin dudas se produce una reacción en cadena; hacia el mismo Frente de Todos, y hacia la expectante oposición que trata de jugar la mejor carta.

Las señales de dualismo que dispara Máximo, entre “es o no es”, solo marcan la falta de consenso, rupturas internas y, por ende, una baja de legitimidad del Presidente tanto para su tropa, en cuanto a liderazgo, como hacia afuera de la misma; opinión pública doméstica, y la internacional interesada en cuanto nos lee. Quizá estrategia que visibiliza de alguna manera juegos internos, o disputas tal vez. Una decisión unipersonal que en este caso, activa, o al menos pretende activar, un capital político, dejando estática, a otra parte de su misma pertenencia política. Otra vez nos preguntamos los pormenores. 

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Podemos hablar sobre estrategias de un correlato político propio, a partir de una identidad heredada y construida; que apela por un lado, a la visibilidad, que encierra una contradicción por una base contrastada de imagen negativa; y por otro lado nos habla de posicionamiento propio de un espacio. Pero en este tándem no juega solo. Necesita de otros actores, y a priori alguien que se muestra impulsivo genera incertidumbre.

Lo cierto es que simbólica y pragmáticamente se mueven sogas que se tensan apostadas en las divergencias, ya sean visibles o no. La tarea de Alberto no es fácil, su liderazgo no pareciera lo suficientemente convocante para desactivar conflictos y construir un capital simbólico propio, porque al menos por ahora es difuso; lo que lleva a la construcción de poder (algunos pensarán en viceversa); que le resolvería escollos en cuanto a la toma de decisiones, y evitaría mostrar cierta debilidad en cuanto al manejo de las capacidades estatales.

Cual un arquetipo del rebelde, las implicancias no aplican solamente a crujidos internos, sino a una construcción de poder que ya se tornó asimétrica. Solo que en la vereda de enfrente, todavía los oponentes internos están dispersos, no hay un liderazgo fuerte; y si hay conversaciones, son a esta altura, muy subterráneas. 

Todo comunica. Los egos. Las debilidades. Los esfuerzos y elasticidad como la de Massa, y hasta los silencios, también comunican. Estos procesos, tienen varios capítulos, y varias temporadas también.

*Politóloga. Magíster en Relaciones Internacionales. Consultora y Docente Universitaria.