La inspiración no existe. Por favor no me discuta, yo sé lo que le digo. No hay inspiración: lo que hay es laburo. Trabajo, esfuerzo, eso es lo que existe y eso es lo que trae eso otro que se llama fácil y erróneamente inspiración. O, como dijo el señor Picasso, no sé si lo ubica, uno que pintaba y que sabía de estas cosas más que yo: “Llegó la inspiración. Y me encontró trabajando”. Un genio el tal Picasso. Bueno, pero yo lo que quería era llamarle la atención acerca de algunos atajos para empezar a trabajar y lograr que “la inspiración” llegue. Ejemplo: cuidadosa observación de lo que a una la rodea.
Y, sí. Fíjese lo que hay a su alrededor, querida señora, estimado señor. Mire bien, oiga, huela, toque, dése una vuelta por la casa, la cuadra, el barrio, y vea. Juro que va a encontrar material para montones de páginas sean de poesía, narrativa, teatro, ensayo, lo que usted cultive o ansíe cultivar.
Se lo digo en serio y si no me cree le explico lo que me pasa en este momento. Me pidieron un cuento ¿para cuándo? Ah, no hay apuro, pueden esperar diez minutos. Qué suerte. ¿Y ahora qué hago? Eso que le dije antes. ¡Y se me ocurren un montón de cosas! Y me pongo a escribir y aparece la Señorita Inspiración vestida de transparentes gasas de colores y me dicta un cuento genial…bueno, un cuentito que no está del todo mal, y que yo transcribo casi sin cambiarle ni una coma.
El antedicho cuento tiene unos cuantos personajes interesantes. Y es que enseguida me acuerdo de un tío mío que era un bon vivant, en fin, un atorrante de cuarta y sin un peso. No le importaba. Como tenía un padre rico, pero que no le pasaba un guita, sacaba al fiado un par de aros de brillantes en la mejor joyería de Rosario y se lo ofrendaba a una señorita rubia y abundosa que hasta el momento no se había rendido a sus requiebros y que en vista de los quilates, caía con gusto en sus brazos. Unos días después huía porque el joyero andaba en su busca y él explicaba a los amigos: “¿Podés creer, che? ¡Ese cretino de Fulano anda queriendo cobrarme lo que le debo, qué barbaridad?”
No sé si el pobre Fulano lograba cobrar el par de aros, probablemente sí porque mi tío abuelo se ponía con todo para salvar el honor del nombre. Estupenda historia. Entonces yo la adapto y hablo de una mujer, una niña. Ambiciosa ella, todo lo que quiere es plata, mucha plata, mucha, hasta que una vez encuentra a su pareja ideal: un señor que ambiciona mucho poder mucho para lo cual le hace falta mucha plata mucha. Y allá van los dos y hacen cualquier cosa pero cualquier cosa y logran mucho de lo mucho o quizá todo lo que querían. Qué bien, ¿no? Como historia está llena de detalles emocionantes. Pero le falta drama. Ah, ya sé. Pongamos acreedores así ella puede decir “No se puede creer. Estos tipos lo que quieren es cobrar lo que les debemos, qué desfachatez”.
Ya está. No sé cómo terminarlo. ¿A usted qué le parece lo de la huida?