El lugar de los mapas es el asiento del pasajero. Sí, el asiento de al lado del asiento del conductor. El conductor es un señor que sostiene que las mujeres no sabemos mirar un mapa. Vaya pavada. Mirar un mapa es de lo más fácil que hay. Probablemente lo que el señor que va en el asiento del conductor quiere decir es que las mujeres no sabemos extraer información de un mapa y procesarla a continuación. Como todas las generalizaciones, ésta es superficial y peligrosa. Hay señoras que pueden mirar el mapa y decirle en un santiamén al señor que conduce por dónde tiene que doblar para tomar la ruta que nos va a llevar a Melocotón.
Melocotón existe, sí, por supuesto que existe aunque usted no lo crea, y está en Mendoza. Si le pide a la señora que va al lado del asiento del conductor que le preste el mapa, va a poder comprobarlo.
Y hay otras señoras, para seguir con la idea anterior, que miran el mapa y no tienen ni idea de para qué lado queda Buenos Aires, la Reina del Plata.
Nos ahorraríamos todos estos conflictos y todas estas reflexiones si no hubiera mapas. Pero para decirlo con toda discreción, si no hubiera mapas la vida sería un desmadre total. Yo no me hubiera enterado hoy mismito, por ejemplo, adónde queda Traill (confidencialmente le diré que queda muy cerca de San Martín de las Escobas, vea).
A esto hemos llegado después de un largo camino, muchachos: desde el mensaje iletrado en modificaciones del paisaje pasando por figuras en los cacharros que hoy hacen las delicias de los arqueólogos, hasta Amberes, siglo XVI, reino de los cartógrafos; Amsterdam del siglo XVII, Francia en el XVIII, Gran Bretaña y USA a partir del XIX y cartógrafos, hoy por todo el mundo, dedicados los aficionados a decir que las mujeres no sabemos mirar los mapas. Que aquí fue donde empezamos y aquí es donde terminamos. Buenas tardes.