A partir del contexto y algunos acontecimientos que están sucediendo en el país, parece que reaccionamos por un momento y nos damos cuenta, que la educación argentina está en riesgo. Debemos ser conscientes que desde hace varios años, nuestra sociedad está padeciendo una crisis de formación basada en un método erróneo de enseñanza.
Hoy en día se invierten millones de pesos al año en salarios, capacitación de los docentes e infraestructura, pero pocas veces se pone el foco en cambiar el método de la enseñanza, ya sea en las escuelas públicas, como en las de gestión privada.
Mismo con la infraestructura a disposición y los docentes listos para dar clases, en los últimos decenios del modernismo y postmodernismo, se redujo la educación a la información y esto no es posible.
En lo escolar se asegura la lectoescritura y la resolución de problemas matemáticos (lo que mide, por ejemplo, PISA), y se ignora y se desentiende la formación de la personalidad del ser humano que implica la ética, la moral, la creatividad, etc.
Antes las fábricas tenían personas que realizaban tareas mecánicas. Hoy hay robots en las líneas de producción y profesionales al final de esas líneas de montaje que emprenden procesos creativos para la optimización de los resultados.
Es importante que las instituciones brinden una educación personalizadora, donde quede en claro que educar no es enseñar sólo matemática o geografía, es mucho más que eso, es enseñar a pensar y crear. Es asegurar, a través de la vivencia, el acendrar vínculos, desde el amor, a la resiliencia, pasando por la autoestima, el espíritu de sacrificio, la creatividad y el civismo. Esto debe llevarse a cabo en un medio aseado, ordenado y funcional.
Educar es asegurar el saber aprender a aprender creativamente los conocimientos científicos en pos de resolver y ser capaces de crear en todos los ámbitos.
La educación debe preparar para la vida, lo que significa asumirla en su complejidad y diversidad, con la capacidad de mantener los rumbos o direcciones esenciales, pero con la flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas, por lo tanto creativamente, a través de la resiliencia.
Nada de lo que ocurre es por casualidad. Familia, Escuela, Sociedad y Estado conforman un todo, en donde cada una de estas partes se encadena y retroalimenta, construyendo el camino por donde pasa el presente, con la historia del pasado y con consecuencias en el futuro.
Por ello, es fundamental el desarrollo en tiempo y forma de estrategias pedagógicas y curriculares institucionales que favorezcan el aprender a aprender y emprender, como niño empresario, conductor político, ciudadano del mundo y persona resiliente.
Así se creará la inteligencia creativa y la emoción inteligente, acompañado de la implementación de diseños curriculares que favorezcan el desarrollo de competencias personales y sociales en instituciones personalizadoras, de modo de fortalecer sujetos responsables autónomos, solidarios, con juicio crítico y liderazgo democrático, a lo largo de toda la vida del sujeto.
Para formar a una persona en cualquier ciencia, hay que formarse y formar en la“secuencia” de la filosofía, la política, la psicología y la sociología. Teniendo siempre en cuenta que la política convoca el campo científico más importante, ya que cada una de las decisiones tomadas en ese ámbito, tiene un impacto inmediato en millones de personas, tanto en nuestro país como en el mundo.
La sabiduría más importante y calificada es conocerse a sí mismo (yo soy cada momento, cada día) y saber lo que podemos hacer (yo puedo) cada día. Esto nos diferencia de cualquier máquina, que aunque es más productiva que el ser humano más capaz, no puede generar un desarrollo del pensamiento creativo.
Educar es enseñar a no llegar nunca a un objetivo final, sino al umbral de otro superador. En cualquier etapa de la vida, el que llega muere, aunque siga viviendo.
(*) Presidente de la Confederación Mundial de Educación, rector emérito de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).