En estos últimos meses (soy voluntariamente impreciso, dada la complejidad de la situación) la coyuntura internacional ha adquirido, me parece, un carácter excepcional. Por una parte, estamos asistiendo a una revolución silenciosa, en la que intervienen muchos de los factores que caracterizan momentos de mutación: alianzas implícitas y cambiantes; negocios disfrazados de progreso social; movimientos tácticos para descolocar a los adversarios; demandas y deseos latentes en el imaginario social que nutren la dinámica general de la situación, y todos estos factores convergiendo hacia una ruptura histórica. Eso es lo que está ocurriendo en Internet, pero es invisible, en parte por la complejidad técnica del proceso en curso. Por otra parte, movimientos sociales “clásicos” sacuden a los países árabes, llenan las pantallas de la televisión y parecen retrotraernos a un mundo “real” anterior a Internet: grandes multitudes en una plaza (no es una red social, no: en Egipto se amontonan millones de personas de carne y hueso; imagínese: olores, sudores, gritos, contactos corporales) desestabilizan un régimen político autoritario. En este escenario, el aparente pasado y el previsible futuro se entrecruzan de un modo sorprendente.
La revolución silenciosa tiene que ver con el pasaje de la Internet 2.0 a la futura Internet 3.0, conocida como la “Internet semántica” (Semantic Web), uno de cuyos componentes es el OWL (Ontology Web Language), el Lenguaje Ontológico de la Internet, formalización destinada a hacer posible el análisis semántico automático de los contenidos que circulan en la Red. El OWL está íntimamente asociado a la llamada versión “fuerte” de la teoría de la inteligencia artificial (IA), que reduce el funcionamiento cerebral a operaciones lineales de cálculo (por el momento las computadoras no saben hacer otra cosa, aunque lo hagan cada vez más rápido). Que esta teoría “fuerte” de la IA haya perdido en los últimos años su posición dominante y que un número creciente de especialistas en el campo académico la consideren una mala teoría de los procesos de conocimiento, no tiene ninguna importancia: la Internet Semántica es el horizonte de los negocios del futuro. A diferencia de la lógica de los buscadores como Google, que se reduce –simplificando– a la asociación estadística de grupos de términos asistida por la memorización del perfil de preferencias del internauta, la Internet Semántica estructurará la entrada a la Internet a través de categorías, jerarquizaciones y relaciones conceptuales claramente definidas: una ontología, en el sentido propio del término. Una visión del mundo que todo usuario que navegue en la Internet 3.0 estará aceptando.
Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, se ha merecido ya un largo metraje que Zadie Smith, en un reciente artículo de la New York Review, califica irónicamente como “una película sobre la generación 2.0 hecha por gente 1.0” (David Fincher, el director de La red social y su guionista, Aaron Sorkin, tienen casi 50 años de edad). Las innovaciones anunciadas por Facebook en 2010 pasaron casi desapercibidas salvo en los medios especializados, pero es esa la gran batalla: Facebook (la mayor red social del mundo) se ha subido decididamente a la Internet Semántica, con lo cual estará en condiciones de articular los perfiles de sus 500 millones de usuarios (perfiles cada vez más personalizados y con cada vez más datos de sus vidas privadas y las de sus amigos) con la ontología de objetos y productos: una base de datos con un valor comercial y un poder de marketing desconocidos hasta ahora en la historia de los mercados “libres” modernos. Muchos especialistas temen que este proceso marque el fin de la neutralidad de la Internet (toda la información que circula en la Red lo hace a la misma velocidad y en las mismas condiciones). En el acuerdo de Google con Verizon, por ejemplo, el principio de la neutralidad quedó en suspenso para las operaciones con dispositivos inalámbricos.
No todas son malas noticias. Wikipedia, inspirada en una ideología radicalmente opuesta a la de Facebook, acaba de festejar su décimo aniversario y no está en crisis. Wael Ghonim, gerente de marketing de Google para el Medio Oriente y Africa del Norte, se está convirtiendo –al parecer involuntariamente– en una figura importante de la rebelión egipcia concentrada en la plaza Tahrir. Y WikiLeaks sigue perturbando los secretos de muchos gobiernos. Por el momento al menos, las puertas que comunican el ciberespacio con el mundo real (y viceversa) no son sólo las puertas del supermercado planetario.
*Profesor plenario, Universidad de San Andrés.