Luego del anuncio del principio de acuerdo con el FMI hoy nos cuesta distinguir si se logró avanzar y despejar la posibilidad de que el país entre en un default o estamos avanzando hacia una tormenta política de consecuencias imprevisibles.
Hay un sector de la dirigencia que parece creer que todo se trata de un juego de poder y realiza movimientos de los que luego puede arrepentirse. Es como si tuvieran una ceguera inducida. Se han enamorado de sus teorías y enfoques y les es muy difícil cambiar sus miradas.
Hoy estamos ante dos frentes políticos, al interior de las cuales es muy difícil encontrar coherencia.
Torcuato Di Tella bregó durante muchos años por terminar con el Peronismo como movimiento que impedía la construcción de dos grandes coaliciones una de centro derecha y otra de centro izquierda. El sueño de Torcuato se hizo realidad pero quizás sea hora de preguntarnos si eso es lo mejor para el país.
Efectivamente, se han construido dos coaliciones pero lo que las une más fuertemente es el diferenciarse del otro. No obstante, hay peronistas que piensan como algunas palomas Cambieristas y palomas que piensan como algunos peronistas.
La renuncia de Máximo Kirchner a la Presidencia de su Bloque de Diputados no es más que la explicitación de una situación casi obvia. Muchos sectores del oficialismo parecen creer que las propuestas de campaña de Alberto Fernández eran marketing y que solo se trataba de llegar al gobierno para hacer lo que nunca se había propuesto.
Si para algo Cristina lo eligió a Alberto como candidato fue, entre otras cosas, para resolver los problemas de la deuda con bonistas y el FMI y no para agravar la situación.
Mirado desde este punto de vista parece lógica la explicación de que la decisión de Máximo no sea compartida por la Vicepresidenta. Pero ello, no obsta para que muchos sectores internos se encuentren incómodos con las decisiones del Ejecutivo.
Así como muchos festejan las decisiones tomadas. El oficialismo tiene varios problemas para resolver internamente. Desde los que se sienten decepcionados por izquierda hasta los que piensan que es necesario “limitar el poder de La Cámpora y volver a los principios doctrinarios”.
Pero mientras tanto el problema de impedir el default y de lograr en el Congreso un mecanismo que permita la aprobación del acuerdo es prioridad 1.
Massa en Diputados tendrá un rol central para lograr el objetivo de consolidar al propio frente, pero también de encontrar con quién dialogar y acordar en la oposición. Porque al tiempo que un sector del oficialismo cree que es mejor ganar una guerra simbólica aunque el país se incendie, también hay sectores de la oposición que creen lo mismo.
El jueguito de “ellos son gobierno, que ellos lo resuelvan y yo me lavo las manos”, como se desprende de las declaraciones de Patricia Bullrich no parecen lo mejor para el país. Salvo que crean con egoísmo que debemos tener una crisis de proporciones similar a la del 2001. Las acusaciones que está realizando el ala radicalizada de la coalición gobernante y las interpretaciones que algunos hacen de que Alberto se ha convertido en un aliado pertinaz de EE.UU. parecen desvirtuadas tanto por el apoyo que el Presidente le dio a la marcha contra la Corte como por sus primeras declaraciones en su gira por Rusia y China.
Es claro que Alberto Fernández intenta continuar siendo el garante de la unidad de su frente político, al tiempo que ello no atente contra el objetivo primario de lograr cerrar el acuerdo con el FMI. Como vemos todos juegan al borde y cualquier mal movimiento puede generar situaciones impensadas.
Como dice el Premio Nobel de Economía Kahneman, las consecuencias de las elecciones que hacemos nunca pueden ser totalmente previsibles. Todas las elecciones que se hacen en la vida van acompañadas de alguna incertidumbre. Esperamos que los pasos que están dando nuestros dirigentes sean para incrementar las certidumbres y no a la inversa.
*Consultor Político.