COLUMNISTAS
EL ECONOMISTA DE LA SEMANA

Kicillof vs. Einstein

“Es estúpido hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes”, repetía el científico. Qué hace el ministro.

Kicillof y Einstein. El ministro sigue chocando.
| Cedoc

Albert Einstein sostuvo que “es estúpido hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Axel Kicillof se empeña en refutarlo.

Alguno podría pensar que lo que es válido para las ciencias duras no lo es en el campo de las ciencias sociales. Pero la evidencia empírica no nos da demasiadas razones para el optimismo. Si las medidas adoptadas y las políticas económicas de fondo son las mismas de siempre, no hay razones para pensar que los resultados serán distintos a los que se obtuvieron en el pasado.

Y en eso estamos. No se han producido cambios importantes en ninguna de las políticas económicas que son la base del modelo K. El Gobierno ha estado muy activo, a través de sus funcionarios más importantes, intentando manejar las expectativas. Sobre todo las que se relacionan con un eventual acuerdo con los holdouts a partir de enero próximo y con las perspectivas de una devaluación inminente.

Pero ni la política fiscal, ni la política monetaria y cambiaria, ni las políticas de precios e ingresos han sido modificadas en los últimos noventa días. En todo caso, lo que hemos visto es una profundización de muchas ellas: aceleración del gasto público e incremento del déficit fiscal; creciente apreciación real del peso (tipo de cambio cuasi fijo con inflación del 40% anual); generalización de los cupos para pagar importaciones; e intensificación de la supervisión e intervención gubernamental en la operación de una creciente cantidad de mercados y sectores productivos.

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Se podrá argumentar que la tranquilidad cambiaria de las últimas semanas no se corresponde con la descripción anterior. Pero dicha calma cambiaria no puede adjudicarse a un cambio de las políticas de fondo. Además, contentarse o relajarse frente a una brecha del 60% habla a las claras de las penurias que enfrenta un modelo de política económica claramente agotado.

El mercado de dólares billete (blue) está siendo abastecido por dólares que provienen de las compras de dólar ahorro. Son los individuos que acceden a dólares oficiales (más el impuesto) que luego se dan vuelta y los venden en el mercado blue, obteniendo una ganancia. Mientras, se busca que los operativos en la city amedrenten a quienes alimentan la demanda. En el mercado del denominado contado con liquidación, la demanda se maneja también a través de varios canales de “persuasión moral” pero el Banco Central no aplica la misma vara con quienes usan ese mercado para ingresar dólares.

Por último, el “mercado único y libre de cambios” se nutre de una mayor oferta de dólares del sector agroexportador (además de la ayudita del swap chino); mientras que, del lado de la demanda, la “pisada” de pagos de importaciones continúa (unos US$ 5 mil millones acumulados desde su arranque a principios de año, que el sector industrial debe a sus proveedores y matrices y que hoy no estarían las reservas).

Muchos de estos “parches” no son nuevos. Ya los intentó el Gobierno varias veces en el pasado, sirvieron para comprar (poco) tiempo, pero no lograron torcer el progresivo deterioro de la situación macroeconómica. No son nuevos y tampoco son gratuitos. Tienen un costo creciente en materia de actividad económica. Y tal vez ésta sea una de las grandes novedades de 2014. El Gobierno ha preferido mantener todas sus políticas a pesar de sus consecuencias evidentemente recesivas.

En este sentido, el descontrol fiscal sigue condicionando la dinámica macro. El gasto del sector público nacional crece a una tasa creciente. En agosto (último dato disponible) dicho crecimiento resultó ser del 49% anual y en los primeros ocho meses del año la expansión fue del 44%. El déficit fiscal primario se multiplicó por veinte comparando agosto 2014 contra agosto de 2013; y tomando los primeros ocho meses del año resultó seis veces mayor que en los primeros ocho meses de 2013.

Esta impresionante expansión fiscal tiene lugar, recordemos, en un año no electoral. Lo cual condiciona fuertemente lo que podemos esperar que suceda en un año electoral y crítico (para la supervivencia política del kirchnerismo) como el próximo. Sobre todo cuando el ministro Kicillof ha manifestado (y esto no lo ha desmentido) que piensa seguir utilizando el gasto público como “la” herramienta para combatir la recesión”.

Dado que las necesidades de financiamiento del Tesoro se cubren básicamente a través del balance del BCRA (mediante la emisión de pesos y la utilización de dólares), el deterioro de las cuentas públicas genera abundancia relativa de pesos y escasez relativa de dólares, lo cual da impulso a la inflación y a las expectativas de devaluación, haciendo que la política de gasto creciente no tenga ningún efecto reactivante.

En las últimas semanas el Gobierno ha intentado recurrir a otras fuentes de financiamiento de forma tal de reducir la emisión de pesos y aliviar la expansión del balance del BCRA. Aunque la magnitud de estas emisiones luce acotada, cuando se la compara con la emisión monetaria con fines fiscales que resultará necesaria en los próximos tres meses (unos $ 60 mil millones). Pero, atención: si el gasto público y el déficit fiscal no se moderan o, peor aún, se aceleran, no habrá forma de evitar un deterioro mayor del balance del BCRA. La relación existente entre déficit fiscal, emisión monetaria, inflación y tipo de cambio seguirá por el mismo sendero mostrado desde 2007.

En síntesis, el Gobierno no está atacando ninguno de los desequilibrios macro relevantes. Sólo se ocupa de morigerar u ocultar sus consecuencias. Sólo parece importarle llegar a diciembre de 2015 sin que la macro se le termine de descontrolar. Pero las correcciones para que la economía argentina vuelva a ser más o menos normal son inevitables, y habrá que hacerlas en algún momento. Lo que es bueno o aconsejable para el Gobierno, porque consigue su objetivo de llegar sin una crisis macro al fin del mandato, no necesariamente resulta igual de bueno para los ciudadanos y las empresas, como tampoco lo es para quienes deban hacerse cargo de la administración del país a partir de 2016.

Cuanto más se emparche la economía y más se tarde en atacar la fuente de los desequilibrios macro, mayor es el tamaño de los mismos y mayor el costo de enfrentarlos. Más aún cuando las condiciones externas que se vislumbran por delante no son las mismas que se enfrentaron durante los últimos 12 años.

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