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una leccion para serbia

Kosovo y la paz en los Balcanes

El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya confirmó la autonomía kosovar. Se sentó un precedente para el nacimiento de nuevos estados independentistas.

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El 22 de julio, la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, tituló su pronunciamiento N° 141 del Listado General del modo siguiente: “La declaración unilateral de independencia de Kosovo guarda correspondencia con el derecho internacional”. Como un refucilo, el presidente serbio Boris Tadi redobló con que Kosovo sigue siendo parte de Serbia, “que nunca reconocerá la unilateralmente proclamada independencia”. Dado que Occidente ve la membresía de Serbia en la Unión Europea como una prenda para la estabilización de los Balcanes, la tajante (y previsible) posición de Tadi constituye un obstáculo que, por difícil de dimensionar, es incierto remontar.
Por lo demás, la opinión no vinculante de la Corte se agita como una sortija entre las manos de los movimientos separatistas de todo el mundo. Allí se anotan eventualmente algunas regiones como Escocia en el Reino Unido, el Alto Adige en Italia –con una importante presencia étnica alemana– y partes de Rumania y Eslovaquia, que están pobladas por minorías húngaras. También Osetia del Sur y Abjasia, declaradas independientes de Georgia, los separatistas de Nagorno-Karabaj reclamado por Azerbaiján, y algunas regiones como el País Vasco y Cataluña en España. El 23 de julio, el gobierno español comunicó a Serbia, que Madrid no reconocerá a Kosovo como un Estado independiente. Argentina no acepta que Kosovo sea un país, por considerar que en ese caso no se ha respetado ni el “principio de integridad territorial” ni se alcanzó una solución negociada por las partes en conflicto.
Esta columna ya se ocupó de Serbia y Kosovo, tierra que los serbios consideran “el alma inalienable” de su patria, sentimiento que sobrevive desde 1389. En dicha fecha, un ejército cristiano a las órdenes del príncipe serbio Stefan Lazar perdió la dispar batalla de Kosovo Polje (campo de los mirlos) contra las fuerzas superiores en número del imperio otomano. A Lazar se lo venera como un santo y lo han sobrevivido fulgurantes poemas épicos.

Entre 1996 y 1999, vanguardias de seguridad serbias y yugoeslavas se abatieron sobre los separatistas albano-kosovares. En 1999 (entre el 24 de marzo y el 10 de junio), fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) bombardearon objetivos yugoeslavos, mientras que los serbios desencadenaron una “limpieza étnica” contra separatistas y civiles. Las luchas culminaron con más de 10 mil muertos, un millón de desplazados y violaciones generalizadas a los derechos humanos, que hoy se dirimen en tribunales internacionales. En 2008 (17 de febrero) el Parlamento kosovar –de manera unilateral– declaró la escisión de este territorio del resto de Serbia, creándose un nuevo Estado bajo la fiscalización de Estados Unidos y la Unión Europea. El mapa étnico del país exhibe una amplia mayoría de albaneses, seguidos por minorías serbias, bosnias y goranis.
El 8 de octubre de 2008, la ONU resolvió someter la cuestión referida a la declaración unilateral –por parte de las instituciones provisionales de autogobierno– de la independencia de Kosovo, a la opinión consultiva no vinculante de la Corte de Justicia Internacional. Requería su parecer respecto de si los actos llevados a cabo respetaban o no el derecho internacional. Antes de pronunciarse, el tribunal solicitó declaraciones por escrito a aquellos países que se sintieran involucrados, y fueron recibidas entre otras las de Estados Unidos, Rusia, países de la Unión Europea, Serbia y Argentina.

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En su pronunciamiento del 22 de julio, la Corte expresó que si bien entiende que el principio de integridad territorial es una parte importante del orden legal internacional, los antecedentes mencionados durante el trámite (como por ejemplo resoluciones del Consejo de Seguridad en los casos de Rhodesia del Sur, el norte de Chipre y República Srpska) exhiben que la ilegalidad de la declaración de independencia no derivó de su unilateralidad, sino de hechos diferentes conectados con el uso ilegal de la fuerza u otras flagrantes violaciones de normas del derecho internacional general. De ello concluye que en el contexto de Kosovo, el Consejo de Seguridad nunca adoptó la posición de atribuirle hechos semejantes, por lo que confirma que de su práctica no puede inferirse ninguna prohibición en contra de declaraciones unilaterales de independencia. La opinión de la Corte es clara cuando afirma no haber juzgado si existe o no el derecho a la secesión, incluso como solución a “un conflicto irresoluble”, y esmerada en subrayar la excepcionalidad de la situación sobre el terreno que precedió a la secesión kosovar, como modo de alambrar la posibilidad de extensión del caso a otras situaciones.

Sin embargo, Dana Allin, profesor de Johns Hopkins, opina que “Occidente quiere expresar que este caso no crea un precedente importante, pero es una lógica un poco rebuscada”, debido a que una cosa es decirlo y otra, llevarlo a cabo. Por su parte Dick Leurdijk, autor junto con Dick Zandee de Kosovo: de crisis en crisis, ha sostenido que el fallo “es interesante y sorprendente”. Leurdijk piensa que “aunque puede crear situaciones delicadas en otras partes del mundo con ansias soberanistas, hay que fijarse en lo que el Tribunal Internacional de Justicia denomina circunstancias especiales de Kosovo”.
Sea como fuere, y a pesar de que el vocero del departamento de Estado Philip J. Crowley exhortó el jueves a aquellos estados que todavía no lo han hecho a que reconozcan a Kosovo (69 de los 192 países de la ONU ya lo hicieron), los líderes serbios pueden ver un costado favorable en continuar la lucha por la recuperación de Kosovo, que no es otro que el estrechar los lazos con el costado nacionalista de su propio electorado. Máxime si es verdad que –como ha escrito el analista Andrej Isakovic– es probable que Serbia deba esperar hasta el año 2020 para unirse a la Unión Europea.
Por mucho que la propia Corte se haya esmerado en precisar que “el hecho de que una cuestión tenga aspectos políticos ello no le quita su carácter de cuestión legal”, y que no se siente involucrada ni preocupada por “los motivos políticos que estén detrás de una demanda de opinión o las consecuencias políticas que la emisión de esa opinión pudiera tener”, será hacia la política donde haya que mirar cuando se desee avizorar la evolución de este conflicto.