Como los dos sábados de Navidad y Año nuevo fueron feriados y esos días PERFIL no salió, los autores de esta sección tuvimos vacaciones, al menos en nuestra faceta de columnistas. Tengo que confesar que el concepto de vacación siempre me dio un poco de pavor. La sola idea de freírse al sol en la playa, la idea de no hacer nada, de suspender actividades, me tira abajo. Entiendo el concepto de desenchufarse, pero los lugares de esparcimiento, la infraestructura del ocio programado, la sombrilla y la reposera mirando al vacío del mar, me inmunodeprimen. A la gente que no le gusta su trabajo le encantan las vacaciones, es entendible. Si uno es empleado en un trabajo monótono, las vacaciones significan librarse por un mes o por quince días de esa pesada cadena. Tengo un amigo psicoanalista que si no se va a la sierra de Córdoba en enero y se aleja por un mes de las neurosis y las carilinas mojadas por sus pacientes se puede llegar a volver loco. Pero para mí no existe el receso veraniego, siempre tengo que trabajar, siempre quiero trabajar, siempre tengo alguna deuda pendiente con alguna editorial, revista o diario. Algo tengo que entregar y estoy rumiándolo, procrastinando pero premeditando el texto. Parece una chantada, el tipo con su cerveza en enero en una galería en casa de amigos diciendo: estoy trabajando. Visto de afuera parece que vivo de vacaciones, por eso no me conmueven las vacaciones del año laboral. ¿Si uno vive de lo que le gusta, para qué se va a tomar vacaciones? A un tipo al que le apasiona hacer violines, por ejemplo, su trabajo le tranquiliza el espíritu, pero lo sacás de su taller, lo llevás a la playa sin sus herramientas, sin su madera, sin su creación de pequeños pasos, y se lo comen los demonios.
En mi caso la profesión va por dentro, o más bien, la vocación. Entonces puedo estar tirado en la cama vestido y parecer derrotado por la dureza del mundo, pero probablemente esté encantado de la vida pensando algo que quiero escribir. La escritura es un trabajo cerebral. Muchas veces he tenido que defender y explicar ese costado de mi trabajo, casi siempre sin éxito. Ya no lo intento más. Mis amigos abogados y productores creen que lo que ellos hacen es trabajo, lo mío no. Yo les digo que sus trabajos son igualmente cerebrales, con la diferencia de que tienen oficina. Y les digo que vistos desde los ojos de un minero o un estibador, todos nuestros trabajos cerebrales quizá sean más bien inexistentes, invisibles y livianos. En las Coplas a la muerte de mi padre, Manrique divide a la gente en dos: los que viven de sus manos, y los ricos.
Me fui por las ramas. Estos días de vacaciones como columnista me hicieron pensar bastante en qué consiste este trabajo y en qué consiste el concepto de actualidad. Me acuerdo que la única consigna que me dieron mis editores en el diario fue tomar temas de actualidad mostrados desde un punto de vista original, el punto de vista de un escritor. Por suerte la idea de actualidad es difusa y discutible (y mucho más la de escritor). ¿Qué quiere decir la actualidad? ¿Cómo se construye y quién la construye? Caen rayos, matan a varias personas. Los noticieros y los diarios buscan datos, antecedentes, investigan, hablan con especialistas, con fabricantes de pararrayos, con sobrevivientes a caídas de rayos, etc. Durante un par de días se instala el tema. Durante un tiempo la gente tendrá en mente lo visto en la televisión y sacará a los niños de la pileta si ve relámpagos en el horizonte. La actualidad es una suma de historias narradas por los medios con alguna base real, algún resto diurno. Tragedias personales convertidas en paranoias colectivas. ¿Qué nos llama la atención de la actualidad? La muerte de 500 personas en la India, por ejemplo, nos conmueve mucho menos que un asesinato en nuestro barrio. La actualidad se construye como oferta narrativa y se lee o se percibe desde lo personal.
Lo personal es donde más cómodo me siento para trabajar. Cuanto más personal el tema, cuanto más insignificante para el concepto de actualidad mediática, mejor me salen las columnas. Noto que me interesa acercarme a los temas desde un análisis de las costumbres y el comportamiento humano. Los temas macroeconómicos, los grandes temas socio-históricos, la política en abstracto no me llevan a escribir. Pero la política cifrada en un cachetazo, los cambios socioeconómicos repercutiendo en los pliegues de la intimidad, las decisiones del Poder Ejecutivo modificando la alimentación de una familia me interesan. Quizá la actualidad verdadera es la actualidad de los cuerpos.