La Justicia en todas sus formas tiene lógicas y misterios que la mayoría de los mortales desconocemos y/o repudiamos. Sólo para empezar, a los ciudadanos de a pie –aquellos que jamás pisamos una Facultad de Derecho– nos cuesta admitir que aun las medidas que nos parecen más controversiales o disparatadas responden a alguna de las tantas cosas que constan en los libros. Dicho de otro modo, cuesta encontrar una sentencia que no responda, al menos, a algún fragmento de lo que está escrito en las normas. Luego, ponerse a cuestionar por qué se miró para un lado y no para el otro es materia de una discusión estéril: de un lado, se hablará de la libertad y el criterio del magistrado para interpretar el conflicto tal cual lo hizo; del otro, todo se simplificará poniendo en la frente del juez el sello de corrupto. Por cierto, los argentinos tenemos infinidad de motivos para poner todo en duda. De ahí a que logremos algo…
Además, no es justamente un servicio a la Patria trazar un puente entre las causas sensibles y la sanción a un futbolista. ¿Queda otra alternativa que hacerlo cuando, con diferencia de horas, el mismo camarista que falló en contra de la apelación del fiscal general Germán Moldes por la denuncia de Nisman a la presidenta de la Nación, su canciller y otros, participó del fallo que determinó la sanción de cuatro fechas para Agustín Orion?
En realidad, nos consta que el doctor Jorge Ballestero votó en coincidencia con el doctor Eduardo Freiler y en disidencia con el doctor Eduardo Farah en la causa que ahora resolverá la Cámara de Casación. Suponemos que también habrá votado en el tema Orion en su rol de miembro del Tribunal de Disciplina de la AFA. Sólo suponemos: parte de la esencia de la entidad madre de nuestro fútbol es la de informar exclusivamente lo que se le antoja. De tal modo, decir que tal o cual miembro del tribunal votó de tal o cual manera es puro verso. Como es puro verso asegurar que tal o cual miembro siquiera participó de las discusiones. Todo lo que no sea tachín tachín es críptico para la AFA. Ese ocultamiento de la información que la caracteriza es una de las más elocuentes muestras de desprecio por el pueblo futbolero de que son capaces algunos dirigentes.
Hay quien, desde los antecedentes, podría decir que Ballestero debería haber apostado por una sanción mayor. Por la aplicación del artículo 199, que establece un mínimo de cinco fechas de suspensión para quien “por acción violenta, prohibida por las Reglas de Juego o por agresión, deje a otro jugador en inferioridad de condiciones o imposibilitado para continuar la disputa del partido o impedido para poder jugar por tiempo indeterminado”; en el caso Orion, cinco fechas mínimo y una más por reincidencia, ya que había sido expulsado un par de semanas antes frente a Temperley. Por si alguien anda demasiado distraído, que al arquero de Boca le hayan correspondido cuatro fechas en vez de seis –dicen que eran los dos escenarios posibles–, le permitirá jugar el clásico de la undécima fecha ante River. Es decir que, una vez más, no importan ni el error del jugador, ni la lesión de Bueno –fractura de tibia y peroné–, ni la aplicación de la justicia en sí. Sólo importa el Boca-River del 3 de mayo. Si para esa fecha a Boca le tocaba enfrentarse al Real Madrid por la Copa Interplanetaria, hubiera habido mucho menos revuelo.
En esta lógica de atender la injerencia del clásico por encima de todo, caen todos: los que esperaban cuatro fechas y los que esperaban seis. Todo el análisis se realiza a partir de esa pauta. Y se prescinde del derecho que les asistía a los miembros del tribunal de tomar tanto una decisión como la otra. Por cierto, para suspenderlo por tres fechas más la reincidencia se consideró el artículo 200, que habla de castigar al jugador que haya sido expulsado por “aplicar un puntapié no estando la pelota en disputa entre ambos jugadores”.
¿Es incorrecto aplicar este artículo a la jugada en discusión? De ninguna manera. Lo que pasó coincide con lo que dice la norma. Sucede que también pasó algo más, y eso parece reflejarse mejor en el 199, que habla de dejar a un rival en inferioridad de condiciones, cosa que también sucedió. Una vez más, el asunto es determinar a qué parte de la biblioteca se le da bolilla.
Por cierto, si alguno de ustedes guarda algún rencor con el doctor Ballestero, en ésta no le cabe demasiada responsabilidad: plateísta habitual del Monumental, es considerado uno de los hombres de River en el organismo. Además, es de buen cristiano darle descanso a un juez que más de veinte años atrás anduvo lidiando con causas como las de la leche adulterada, la mafia del oro o el pasaporte de Monzer al-Kassar.
Tampoco vayan a horrorizarse con que en el tribunal haya gente que represente los intereses de determinado club. Los hay de River y de los clubes del Ascenso. De San Lorenzo y de Ferro. De Platense y de Colón.
Y de Boca, claro. Uno es el presidente del tribunal, el escribano Fernando Mitjans, hijo de un ex interventor y presidente de la AFA, a quien conocí en Ritmo de la noche: ante él debíamos dar fe de nuestro voto por el blooper ganador de la semana…
Otro es Darío Richarte, flamante ex vicerrector de la UBA, ex abogado de Boudou y miembro de la SIDE en tiempos de la Alianza. Los que dicen saberlo todo –siempre café de por medio, jamás con un micrófono abierto– aseguran que fue el puntal del presunto éxito boquense en la definición de la causa.
La gran mayoría de los miembros del tribunal son abogados. Hay algún empresario y hasta un asesor financiero. Lo que no hay son árbitros; es decir, especialistas en reglamentos. Supongo que habrá sido motivo de histórica discusión. Si no, no se entiende cómo no tener dentro del cuerpo a las únicas personas que conozco que realmente entienden sobre las normas deportivas.
En definitiva, hablamos de ellos porque hay un Boca-River de por medio. Ignoramos otras decisiones que lo explican todo. Por ejemplo, al mismo tiempo que las cuatro fechas para Orion –suspensión enorme para el mal hábito de nuestro fútbol–, se le impusieron sólo dos a Triverio, de
Unión, por un codazo intencional a Cubero: en el fútbol argentino hay que ser un criminal para ser sancionado con el rigor que se aplica en la mayor parte del mundo. Además, salvo que el
agresor reconozca haber querido lesionar al rival –jamás sucede–, siempre diremos que no tuvo intención de lastimar. Aunque al rival le quede la pierna colgando.
En todo caso, y sin que el tema suspensión de canchas sea asunto exclusivo del Tribunal de Disciplina –esos temas se deciden más fuera de la AFA que dentro de ella–, no me parece justo caerle duro a esta muchachada cuando el fútbol está tan o más infectado que la Justicia toda en esto de decidir demasiadas cosas desde una presión política aplicable a las leyes.
Sólo cuestiones de oportunismo proselitista justifica que Laferrere tenga la cancha suspendida por un año mientras, por incidentes parecidos, Gimnasia ni siquiera purgó una fecha –apelación de la Justicia ordinaria
contra lo resuelto por el Aprevide–, Quilmes y Tigre jugaron con público partidos que, se dijo, serían a puertas cerradas, y están intentando minimizar lo que le quepa a Arsenal luego de la bochornosa suspensión del encuentro con Aldosivi.
En todos los casos, siempre hay algo escrito que justifique las decisiones. Y si hiciera falta, reescribiríamos los reglamentos.
Lo que los hinchas debemos saber es que eso que hoy nos parece una campaña en contra de nuestro equipo es asunto reversible.
Veinticinco años antes del llamado “pitanazo”, Boca le ganó a River con gol de José Luis Cucciufo de cabeza, luego de un córner mal cobrado. Aun más claro que el que no fue de Grana. Hacia el mismo arco y delante del juez de línea.
Y la última vez que se discutió una sanción camino a un clásico, se habló de un éxito boquense ya que Vangioni llegó suspendido a la Bombonera. Exito relativo: a Vangioni lo reemplazó Funes Mori, autor del gol de la victoria riverplatense.
En algún rincón de la mugre, el juego asoma la cabeza, avisa que sigue vivo y lo cambia todo.