Es posible que la historia nunca sepa quién ha sido o dónde ha estado el primer humano que ha dibujado un círculo, pero cuando a alguien se le ocurrió observar, con atención, el mundo que lo rodeaba, fundamentalmente el cielo, debe haber concebido la figura de lo redondo.
El sol y la luna llena son señales claras en la forma circular que presentan a nuestros ojos. De estas percepciones es probable que hayan surgido herramientas, la rueda y la idea de una Tierra y planetas redondos. Por supuesto, la geometría ha hecho sus aportes en el plano y en el espacio con sus figuras (círculo, esfera, circunferencia, cilindros).
Buscando similitudes entre las formas de los países no encontramos ninguno cuyo contorno sea circular, acaso Macedonia o Rumania se asemejan algo a circunferencias deformadas. En ese sentido, la Argentina, tal vez, sea el país más redondo de todos, no por la silueta que tiene, sino por la forma circular en que nos movemos dentro del territorio.
Son circulares nuestros problemas y circulares, y por eso ineficaces, nuestras soluciones. Un artículo en un diario puede ser leído meses o años después y seguir teniendo vigencia.
Las encuestas de las dificultades que nos aquejan se mueven en ronda, lo que ayer apareció primero gira, como en una ruleta, y vuelve a asomar: inseguridad, corrupción, inflación, trabajo, educación, son preocupaciones que rotan mientras nada parece salir redondo.
Sabemos de personas que caminan o corren en círculos cuando realizan ejercicios alrededor de una plaza. Algunos borrachines giran sobre sí mismos y los que están perdidos se mueven pero llegan siempre al mismo punto.
Algunos violentos rondan y atacan apropiándose circularmente de zonas como territorios para el delito.
También vemos dirigentes ir girando en sus ideologías, en sus declaraciones y en quienes los acompañan. Acaso la conveniencia y la especulación sean los comportamientos más circulares.
Hay círculos virtuosos y viciosos. En los círculos cada punto depende del anterior. Círculos viciosos son aquellas situaciones nocivas cuyas consecuencias se retroalimentan, es decir que, cuanto más dañinas son, más fuertes se van haciendo.
Lo mismo sucede con el círculo virtuoso en donde las acciones positivas se nutren y se fortalecen en el mérito.
Cada elección, cada vez que votamos, pone en juego las posibilidades de romper estos círculos, algunos virtuosos, otros viciosos, y los gobiernos que asumen lo hacen, fundamentalmente, con la esperanza ciudadana de la construcción de un círculo virtuoso (salvo, por supuesto, los que pretenden conservar mezquinamente privilegios espurios).
El gobierno actual llegó al poder de la mano de una coalición amplia, un círculo cromático con los colores diversos del PRO, radicalismo y Coalición Cívica, que le dieron base y lo han enriquecido.
El accionar de estos dos años y ocho meses ha ido reduciendo el círculo, desprendiéndose de algunos actores que le otorgaban amplitud.
La última modificación del gabinete de ministros fue, en definitiva, un achicamiento de la circunferencia donde el movimiento de los nombres no existió, sino que retiraron algunos asientos del juego circular de la silla, pero la toma de decisiones quedó en el mismo círculo, aún más reducido ideológicamente que el original.
Algunas variables económicas han sufrido un notable deterioro que provocó angustias. El Gobierno parece haberlas amesetado con altos costos y consecuencias sociales.
En esta Argentina que gira, si no se amplía el círculo virtuoso incorporando ideas y, sobre todo, política, habremos dado una vuelta más para el mareo general.
Otro círculo, el de la corrupción, que viene girando de la mano de varios opositores, le da aire, cada tanto, al Gobierno.
Pero, a los fines de pensar en el bien común, resulta conveniente realizar una advertencia borgeana, el círculo es el más difícil de los laberintos.
*Secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC) y secretario general de la Organización de Trabajadores Radicales (OTR-CABA).