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La ausencia de 'primus inter pares'

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La oposición se encuentra enfrascada en una desesperada búsqueda de acuerdos mínimos que puedan transformar el heterogéneo rompecabezas actual en una oferta electoral creíble para enfrentar al oficialismo. Las dificultades que halla en el proceso es atribuida generalmente a la licuación de los partidos políticos, especialmente a partir de la crisis de 2001-2002. La falta de estructuras y de procedimientos orgánicos es una carencia en sistemas institucionales débiles.

Pero en la Argentina siempre hubo otro factor que influyó más que las formalidades republicanas: los líderes, los jefes políticos, aquellos primeros entre iguales que eran capaces de definir en situaciones límites e imponer su parecer al resto de su agrupación.
La UCR, el partido con mayor grado de institucionalización, enfrenta su primera resolución de poder interno real desde la muerte de Raúl Alfonsín. Aún en sus días de convalecencia, la casa del caudillo se transformaba en el lugar de consulta para toda definición crucial. Las tumultuosas deserciones de Julio Cobos y de Ernesto Sanz (en este caso temporalmente) demostraron las dificultades para encarrilar una interna no tan difícil de resolver.

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En el peronismo anti K ocurre otro tanto. Quizá Duhalde podría haber jugado ese rol por su pasado presidencial, pero decidió ser candidato y de ese modo se diluyó la ascendencia que ejerció informalmente en 2009 para que fraguara Unión-Pro.
Mauricio Macri, Elisa Carrió y Pino Solanas lideran agrupaciones en las que sus figuras individualmente son más importantes que el conjunto. Pueden imponer decisiones hacia adentro, pero no hay nadie sobre ellos para aglutinarlos en un armado superior.
No hay un candidato arrasador ni un articulador desinteresado. Y sin primus inter pares es más difícil un acuerdo integrador porque cada actor sólo se siente obligado a responder a sus acotados intereses particulares, sin motivación por posibles beneficios superadores de conjunto.