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La batalla de las perspectivas

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| Cedoc

En una historia publicada, como tantas que aparecen, una mujer cuenta su huída a las sierras de Córdoba como un proceso de conexión con la naturaleza, la naturaleza y el cuerpo, y el cuerpo y los sentimientos. Quien lo relata ofrece un programa “detox” descripto en un libro que se vende a $1.391 y se promociona a través de los medios masivos de comunicación modernos y con muchas opciones de pago. A pesar de presentarse como una huida del mundo, todo allí adquiere el formato básico y central de lo que uno colocaría como una operación típica de la sociedad moderna: dinero, noticias, crítica al individualismo y una oportunidad de salvación personal. Hasta lo que parece por fuera de la sociedad, siempre está dentro.

Las discusiones medio ambientales, como a lo que este ejemplo se acerca, se ofrecen como una denuncia de desequilibrio. La naturaleza sería armónica y abierta a un devenir secuencial de convivencia sobre el que el capitalismo hegemónico estaría produciendo su destrucción total, de modo que las irritaciones en formato de alarmas urgentes serían para restaurar un orden natural tergiversado. Tanto en el ejemplo de esta mujer en el monte, como en las denuncias y presiones ambientalistas, la idea de una sociedad posiblemente equilibrada es central porque habría un balance, una nivelación, a la que todos podríamos llegar.

Los ejemplos operativos que ofrece la sociedad moderna tienen mucho que ver con lo absolutamente contrario. La idea de un equilibrio se vincula con la no diferencia y en esto la promoción de los acuerdos, como moralmente superiores, ha logrado una publicidad hasta niveles injustificados, dejando en las repeticiones incesantes de comunicación la importancia del diálogo como algo bueno y su anulación como algo rechazable. En el caso de la Alemania nazi no habría sido el diálogo la mejor alternativa.

En este último tiempo de nuestra historia se ha puesto de moda el uso del concepto “perspectiva de” para denominar la colocación de un punto de vista a las maneras de observar el mundo. La recientemente votada Ley Yolanda dice en su comienzo que se trata de una ley “con perspectiva de desarrollo sostenible” y de manera creciente se presiona desde diferentes ámbitos a empresas y gobiernos para que adquieran “perspectiva de género”, denunciando por redes o el medio disponible, a quien no lo haga.

Al mismo tiempo se moralizan las acciones, ya que son consideradas conductas correctas y aceptables a los que las incorporan y reprochables a quienes no las utilizan. Aunque importantes, la incorporación de una perspectiva obliga a un proceso de observación en que lo contrario quedaría anulado.

La política como sistema tiene también su perspectiva y que no se modifica por la sanción de una o varias leyes. Los procesos de formación en temáticas de género son relevantes políticamente en tanto generan impacto positivo en los electorados. Legisladores o legisladoras pueden planear sus comunicaciones en redes sociales sobre temas medio ambientales o de género porque se trata de tópicos que podrían ser de buena aceptación, y por lo tanto aumentar sus respectivos conocimientos y lograr una mejor ubicación en la próxima lista electoral.

Cuando se profundiza en las operaciones sociales se puede caer en la cuenta de que lo que sobra en la sociedad son la constitución y la convivencia de perspectivas. La obligación de utilización de una perspectiva bloquea a otras, o por lo menos limita sus posibilidades de despliegue.

Este año el gobierno nacional puso por encima la obsesión por la perspectiva de salud con ventaja en relación a la económica sobre la base de un supuesto saber científico, que como el relacionado al medio ambiente, coloca en el futuro una catástrofe que ocurrirá, basado en modelos de cálculo, sobre los que siempre habrá que hacer un nuevo ajuste y que tomará un tiempo que nunca es mañana mismo. Los desastres ambientales son tragedias de aquí a 10 o 20 años, sin importar el momento en que esto sea escrito.

Mientras la perspectiva de salud iba desbordando entre los fanáticos del entonces nuevo gobierno, hoy ya cansado, otra crecía como olvido. Los casos recientes de Formosa y Santiago del Estero han expuesto como pocos cuestiones difíciles de justificar desde lo legal y que se descubren ahora como sorpresa.

Este será el año que dejará en los recuerdos los bloqueos de pueblos con montañas de tierra, a las provincias cerradas bajo determinaciones poco claras desde la Constitución y con una sociedad vigilada sobre la base de la desconfianza oficial a los movimientos individuales. Mientras el Presidente y los gobernadores jugaban al torneo de los muertos por millón de habitantes, cientos de miles de mujeres quedaban expuestas a sus agresores al tiempo que funcionarios y empleados públicos se formaban con la Ley Micaela.

La sociedad moderna debe enfrentarse a la multiplicación de los conflictos por el aumento de perspectivas. Los cuidados en la salud se ofrecen a través de médicos de alto nivel cuya consulta hay que abonar en moneda oficial, al mismo tiempo que se recomienda reducir el estrés pero con la necesidad de seguir pagando las cuentas de la vida cotidiana, y se celebra el comercio electrónico sin saber de qué manera aumentan allí nuevas formas de venta y compra de productos ilegales. Para cada caso, hay una perspectiva que podrá ofrecer una propuesta novedosa.

Para la política, el modo de comprender su voluntad hacia la rigidez es analizar hasta qué punto asume la convivencia de problemas simultáneos. El autoritarismo se vincula a las miradas esencialistas, con aquello que se ofrece como total, incluso desde el punto de vista moral y sujeto al cambio en el transcurso del paso del tiempo.

Argentina tiene mucho de obsesión por la descripción total y los combates por el sentido, y solo lo trata de ese modo hasta que el peronismo muestra, como decía Mora y Araujo, que es al mismo tiempo un partido obrero y conservador. Para eso, los intelectuales progresistas prefieren cambiar de perspectiva y buscar en el jardín de enfrente, en Cambiemos, lo que se prefiera evitar en el propio. Eso es también observar con perspectiva.

*Sociólogo.