COLUMNISTAS
RUSSO, POLiTICAMENTE CORRECTO, LO DEJo SIN NADA A BORGHI, EL SIN FILTRO

La batalla del sofista y el honesto brutal

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“Una buena gran parte del arte del bien hablar consiste en saber mentir con gracia.”

Erasmo de Rotterdam (1469-1536), filósofo, filólogo y teólogo holandés.

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Pese a los rutilantes nombres allá arriba, en Racing los goles los hacen sus defensores. Cáceres, además, fue el mejor jugador de la cancha, junto al emocionante segundo tiempo de Yacob. Giovanni Moreno, pisador compulsivo, es largo, hábil, no muy rápido y, por ahora, livianito. Igual, promete.

Boca no tanto. Sobre todo con futbolistas fuera de forma, como Battaglia; perdidos, como Escudero; o en franco descenso, como los dos laterales volantes, claves en el esquema borghiano, que empezaron bien y se cayeron después. Otra: la convivencia Palermo-Viatri parece entrar en crisis. ¿Un antecedente? En Argentinos, el dúo Pavlovich-Calderón duró diez minutos con Borghi, que enseguida puso a Chuco Sosa, tan abierto y vertical. Y, sí… no son las mismas cédulas de identidad, ya lo sé. Ni siquiera el mismo banco. No será fácil encontrarle la vuelta.

Racing ganó bien, con lo justo. Pero más que el choque de los equipos, me interesó el duelo entre los DT. Es que Borghi y Russo son –si me permiten la exageración– el colmo de las diferencias. Dos opuestos simétricamente perfectos. Uno descuidado, panzón, irónico, espontáneo. El otro siempre en línea, prolijo como un escolar, obvio y medido hasta la exasperación. El agua y el aceite enfrascados en el ambiente caníbal del fútbol, sentados en la misma silla eléctrica, ejerciendo un oficio de narcisistas, líderes, chantas y masoquistas con CUIT. Por segunda vez en el año, ganó Russo.

Miguel Angel Russo tiene un fisique du rol bien cotizado en estas pampas. Esa imagen siempre componedora que, cada tanto, nuestra sociedad impone con culpa en alguna elección para compensar fugazmente excesos anteriores. Gente elegante, de discurso florido y vacío, políticamente correctos, opacos, previsibles, inocuos. No da ni para tenerles grandes odios. Luder, De la Rúa, Scioli, Cobos, De Narváez, Macri. En fin, esas cosas.

Volvamos a Russo. Su discurso, circular, se reafirma siempre en sí mismo. “Yo digo que…” es la muletilla que acompaña cada una de sus afirmaciones, por así llamarlas. Su único aporte a la dialéctica nativa fue su ya célebre frase: “Y… son decisiones”. Poco. Es, sin embargo, un técnico serio. Trabajador, responsable y sólido, además de aburrido. Un eficiente. Ayer lo demostró.

En Vélez armó un equipazo donde alcanzaron su techo Gracián, como enganche, y Castromán, en una versión goleadora que jamás repitió. En Boca ganó una Libertadores y apuntaló, nada menos, el último capolavoro del Enganche Melancólico. Tuvo un paso olvidable por San Lorenzo, salvó del descenso a Central y a Racing, pero su nombre jamás se borró de la libreta secreta en la que don Julio I, el Papa de Viamonte, anota a sus candidatos para la Selección. Después del caótico Maradona, su estilo onda galán maduro de elegante sport, con frases hechas y sonrisa Kolynos, le debe parecer la gloria. En fin.

Menos dogmático que práctico, Russo prefiere jugar con enganche. Aunque tampoco duda si debe recurrir al seguro, viejo y querido 4-4-2. O a otra variante, como ayer. Un 4-4-1-1 con Lugüercio peleándola de 8, pobre. Conoce el oficio. Suma puntos y si la cosa va bien, festejará. Veremos. No brilla, es cierto, pero tampoco come vidrio. Aunque podría, con ese impecable teclado Steinway que tiene en la boca. Y bueh, ya lo dijo él: son decisiones.

Claudio Borghi, en cambio, es un transgresor metido en el rígido mundo de los códigos futboleros. Se ríe de cuestiones que suelen ser dogma de fe para muchos de sus colegas y cierta prensa. Y se divierte desconcertando a los noteros, virtuosos en el arte de elaborar preguntas con respuesta incorporada. “Sí… ¡pero vamos invictos, muchachos!”, ironizó cuando dirigía a Independiente, mientras a su lado se peleaban por tirarle sal en la herida después de cinco empates. Otro día, después de escuchar a otro que insistía en trasladarle “la preocupación del hincha” por sus métodos, repreguntó sin anestesia: “Y vos, ¿qué me recomendás que haga?”. Glup.

Aunque su nombre también resuena en los pasillos de la AFA, no dudó cuando le preguntaron por el hoy poderoso Doctor Balbuceante. “Me sorprendería mucho que me llame Bilardo porque pienso muy diferente a él”, dijo. ¡Wow! Pura honestidad brutal.

“No es fácil escuchar a cualquier cabeza de pescado calificando tu laburo. Pero bueno… ¡de sexo y de fútbol cualquiera opina y todos creen que lo hacen bien!”, reflexiona, lapidario. Tiene razón, no lo es.

Con Argentinos, sin tanta histeria, empezó tan mal como ahora y después ganó el título. Pero ahora está en Boca. Mmm… Veremos cómo convive con ese universo despiadado que exige alimentar con triunfos y títulos la bestia de mil cabezas; la tirada masiva de los diarios, el rating de la tele y la pasión de miles de hinchas que vuelcan en sus colores tribales la ilusión perdida. Ojalá le vaya bien a Borghi. O al menos eso deseo. Desde esta columna, compatriotas, siempre hincharemos por los buenos.

Bah… Por Racing; y también por los buenos.