El año que se va no fue, en definitiva, el del cambio de tendencia en el proceso de crecimiento sin techo de los últimos 60 meses. Pero todo indica que 2008 será el período bisagra en la economía argentina. No porque la recesión esté acechando a la vuelta de la esquina sino porque el inflador utilizado en los últimos tiempos comenzará a pasar factura con más vehemencia.
La performance de la economía en estos 12 meses tiene una carga de exitismo por los logros objetivos conseguidos que ayuda a desviar la atención de los problemas reales que van emergiendo. Juntos, aciertos y errores, sorpresas y tendencias, auges y caídas fueron dándole forma al año en que, como principal nota distintiva, la economía fue el gran argumento electoral para que el Gobierno lograra la reelección, en una versión más familiar de lo buscado y obtenido una década atrás por Carlos Menem.
1. El pastor mentiroso: el INDEC y la inflación. La política de precios impulsada por el Gobierno e implementada interviniendo de hecho las mediciones estadísticas demostró que las matemáticas se confunden con la numerología y el afán por demostrar que las cosas no subieron dos dígitos arrojó cifras que no las cree ni el principal aliado oficialista: la CGT, que arranca el año pidiendo un piso de 20% de aumento. Como efecto secundario de esta manipulación y al descreer de los ajustes en los bonos que se actualizan por los diversos índices elaborados por el INDEC, los mercados le dan vuelta la espalda al Estado argentino.
2. Crisis energética: al borde del colapso. En invierno fue el gas, en verano es la electricidad. Como una frazada corta, la ecuación energética no resiste más alquimias. La decisión, ya en tiempos de Duhalde-Lavagna, de no actualizar las tarifas públicas y especialmente las energéticas (salvo el salto inicial de los combustibles), divorciándolas de la situación de los mercados internacionales, cobró su precio. La fantasía duró bastante, pero lo cierto es que la oferta eléctrica y la de gas no guardan relación con una economía que creció 50% en el último lustro.
3. Chau, Felisa. El Bolsagate terminó soltándole la mano a la ministra Miceli. Por primera vez en casi dos décadas, un ministro de Economía se va sin mediar una crisis del sector o una movida política. El hilo se cortó por lo más delgado: en el sistema K el verdadero ministro era el Presidente.
4. Duro de matar: Guillermo Moreno. Polémico, obediente, leal, desapegado de la formas, la moral y las buenas costumbres, el secretario de Comercio ganó protagonismo. Los empresarios más débiles le temían, ninguno quería estar en su mira. Los que se animaron a confrontar hasta el final encontraron el respeto del hombre que desprecia la tibieza. Un peón en el tablero de la política económica para la tarea sucia.
5. La supersoja: los commodities, por las nubes. Tras medio siglo de aceptación sumisa de la ley del deterioro de los términos de intercambio, los mercados internacionales de commodities tomaron su dulce venganza. Alentados por el crecimiento del consumo y la producción asiática de la última década, los cereales, los minerales y los derivados del petróleo volaron. La economía global se reacomoda.
6. ¿Boom o burbuja? Las propiedades en alza. La desconfianza en el sistema bancario gracias al corralito, corralón, plan Bonex y demás invenciones argentinas; las tasas de interés negativas y la apreciación de los activos en general dieron aire al mercado inmobiliario. Edificios de lujo, oficinas, depósitos, countries y condominios para la clase media empujaron todos los indicadores hasta sembrar la duda de si estamos frente a una burbuja.
7. El dólar a salvo de la caída libre en la Argentina. En todo el mundo, el euro y el oro le ganan al dólar por goleada. También en Brasil, el real se revaluó casi 50% desde la asunción de Lula, a contramano del capricho de anclar el peso, comprando divisas y alimentando una bola de nieve que crece. Todo sea por un tipo de cambio nominalmente competitivo. ¿Lo es?
8. El precio de las urnas: el gasto público en año electoral. Pasa en todas partes: las elecciones invitan al gobierno de turno a la generosidad con los fondos públicos. El gasto creció casi 50% con respecto al 2006, seguramente con buenas intenciones pero la casualidad salta a la vista. El superávit fiscal, junto con el externo, es uno de los dos pilares del “modelo” y corre peligro, pese a que los ingresos crecieron más de 30% en 2007 y ahora se echó mano a las cajas previsionales del sistema de AFJP.
9. Provincias pobres, nación rica (Buenos Aires, la Ciudad). Mientras el Estado nacional encuentra fondos a cada paso, las provincias languidecen. Con ingresos más fijo y con gastos focalizados en salarios que venían retrasados, sus cuentas se van tiñendo de rojo, recordando la situación vivida a fines de los 90, que desembocó en la emisión de cuasi monedas locales. La más grande y rica, Buenos Aires, se confiesa dependiente de la dádiva nacional. ¿Federalismo sui géneris?
10. A todo vapor: autos, supermercados, textiles, electrodomésticos, construcción pulverizando récords de ventas. Casi 570.000 coches nuevos se volcaron a las calles durante el año. Se construyen nuevos centros comerciales ante el boom de consumo; las fábricas no dan abasto y están cerca de la capacidad máxima de producción. Las compras en cuotas gracias a la securitización de cupones de tarjeta mantienen la ilusión de un aumento sin fin. Pero la inversión es la llave del crecimiento continuo.
11. Un tapado: Lousteau. Luego del interinato de Miguel Peirano, Martín Lousteau dio el campanazo asumiendo una cartera de Economía con tantas ideas claras como restricciones para ejercer su puesto como otros antecesores. Es que eso no se lleva en la era de la transversalidad y las estructuras matriciales. Todos los caminos conducen a Olivos.
12. Llegó la incertidumbre: coletazos de la crisis financiera internacional. La crisis de las hipotecas en los EE.UU., donde las propiedades cayeron 7% en los últimos 6 meses, parecía lejana pero secó la plaza y elevó la tasa de riesgo de los países con regulares historiales, como la Argentina. Se dificulta la financiación para empresas locales, salvo para los flamantes inversores en YPF: el Grupo Eskenazi hizo una compra superapalancada para quedarse con voz y voto en la gestión de la principal empresa del país.