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peripecias

La buena letra

Como en la presentación de la serie Weeds, salimos por la mañana en caravana. Mejor dicho: me integro a la caravana de trabajadores calificados suburbanos en la entrada de un barrio privado, desde donde salen hacia la autopista un auto tras otro. Mientras manejo, atento al tránsito feroz de la hora, pienso en las dos veces en las que fui parte activa de accidentes automovilísticos sin consecuencias.

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Como en la presentación de la serie Weeds, salimos por la mañana en caravana. Mejor dicho: me integro a la caravana de trabajadores calificados suburbanos en la entrada de un barrio privado, desde donde salen hacia la autopista un auto tras otro. Mientras manejo, atento al tránsito feroz de la hora, pienso en las dos veces en las que fui parte activa de accidentes automovilísticos sin consecuencias. Reviso cada uno de los pormenores (una vez fui embestido por un anciano distraído que entró por la izquierda a la avenida que yo transitaba, otra vez tuve que tirarme a la banquina a la entrada de Villa Gesell porque la bestia que estaba llegando al balneario no pensaba disminuir la velocidad en contramano, ambas circunstancias hace muchos años) y llego siempre a la misma conclusión: “No fue mi culpa, sino de ellos”.

En el fondo me engaño, porque la estupidez de los otros es también un factor de riesgo y hay que tenerla siempre en consideración. ¿Qué sería la pericia al volante? Nos dicen: buenos reflejos, un poco de precaución (demasiada, puede ser fatal), un conocimiento de las dos o tres reglas de manejo necesarias para el correcto desempeño en ruta y, sobre todo, capacidad de discernimiento en relación con ellas. En lo esencial, hay que estar muy atento a todo lo que pasa cientos de metros por delante y por detrás. Muchas de las personas que manejan, las veo y las sufro, van, por el contrario, completamente ensimismadas (o pendientes de la radio, el celular, los abominables dispositivos gps).

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Conducirse bien por las calles, las rutas y las autopistas es como una buena caligrafía: algo que los demás puedan leer y comprender. Cambiar de carril es como un trazo y nada cuesta anticiparlo, como quien subraya.