Leí un informe, ya no sé si en internet o lo vi en Televitzia, acerca de la educación, en los jardines de infantes donde se les enseña a los críos a manejar la tecnología, para que después no los agarre la timidez o, peor, la ignorancia. De primera impresión me pareció bien… hasta que me pareció dudoso… hasta que me pareció mal.
Digo, y en qué quedó todo eso que planteaba la necesidad de la caligrafía en la escuela. Sí, querida señora, la caligrafía, eso que nos daba en la boca del estómago para no abundar en detalles anatómicos más sugerentes. Era horrible buscar la perfección de una curva o medir el espacio entre letra y letra. Todo tenía que quedar lisito y sin defectos, y nada de protestar señoritas porque la caligrafía es importantísima. Pero no nos explicaron el porqué de tanta importancia. De eso vinimos a enterarnos después, cuando pasaron muchos muchos años y nos dijeron lo que era el movimiento de la mano con relación a eso que una tiene dentro de la caja craneana, sí, eso que funciona, cuando funciona, para permitirnos vivir en este mundo, para aprender, para enamorarnos, para saber si el banco no se equivocó, para cantar, para discutir, para decidir a quién votar, para jugar al truco, para tenderse en el diván del analista, para organizar una fiesta de cumpleaños y así de seguido.
Pero entonces, estimado señor, si de entrada tienen mis nietos que aprender a escribir con la tecnología, cosa que no está nada mal, ¿qué pasa con la conexión mano-cerebro, eh, qué pasa? A ver si alguien me lo explica. Gracias.