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Tres puntos bien ganados

La carne al asador

River postergó una semana más lo que podría ser el desencuentro siempre latente con su hinchada. Derrotó a Huracán, no jugó bien, pero puso un entusiasmo ofensivo que hacía mucho tiempo no se veía en el fútbol argentino.

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River postergó una semana más lo que podría ser el desencuentro siempre latente con su hinchada. Derrotó a Huracán, no jugó bien, pero puso un entusiasmo ofensivo que hacía mucho tiempo no se veía en el fútbol argentino. Con todos atacantes, el equipo partido al medio, salió a matar o morir, en una decisión de un director técnico totalmente jugado, acumulando delanteros que como no tienen demasiada vocación para volver, no lo hacían. Esta circunstancia fue desaprovechada por Huracán, que sólo se acercaba al área de River para patear de media distancia, ignorando la ventaja muy grande que le dio River al jugar sin número cinco, sacrificando todo por la necesidad de ganar, porque para River la urgencia era de primer orden.
Pasará una semana más en la cual los jugadores de River podrán buscar la manera de encontrarse, cosa que, evidentemente, todavía no sucede. Es muy probable que los rumores sobre las desavenencias que existen en estos momentos en el plantel sean exageradas, pero poco hicieron, sobre todo en el primer tiempo, para demostrar que están con el espíritu tranquilo.
Los jugadores discutieron acaloradamente por jugadas en las que los defensores les reprochaban a los delanteros que no retornaban o que marcaban mal y que los dejaban demasiado expuestos, durante el único tramo del partido que Huracán puso en la cancha un espíritu abiertamente ofensivo, en los primeros 25 minutos. Incluso al terminar el primer tiempo, las recriminaciones entre los jugadores de River eran evidentes por las señas que se hacían, particularmente de Gerlo a Falcao y Abreu, y siempre con Ferrari tratando de mediar desde la condición de capitán que notaba que por esas discusiones el equipo se dividía demasiado en el terreno anímico.
La hinchada estaba expectante. Osciló entre el entusiasmo y la entrega, y se mantuvo hasta que llegó el gol a los 34 minutos del segundo tiempo, y evitó lo que hubiera sido un silencio o una acusación a través de cantos que hubiesen mortificado ya definitivamente a los jugadores de River. Pero todo salió bien, gracias a que el técnico Simeone decidió poner, como se dice, toda la carne en el asador. No dejó nada. Y la cantidad enorme de delanteros, pero sobre todo la presencia de Ortega, determinaron que River fuera un equipo absolutamente vertical, lanzado hacia el arco de Huracán, y de tanto martillar tenía que surgir el momento en el que diese en el clavo. Por supuesto, de la mano de Ortega. El Burrito fue el jugador que conocimos en otros tiempos, con un dribling hacia delante, con enganches que hacían pasar de largo a los adversarios para dar después buenos pases a todos los compañeros que estaban en la ofensiva. Esa distribución de Ortega fue el alma desde la que River, con la buena participación de Abelairas, inclinó la cancha determinando que pese a que en la mitad del terreno nadie marcaba, el partido estaba abiertamente a su disposición. Una gran jugada de Ortega, un remate de Buonanotte, los cantos que se multiplicaron y River encontró un poco de paz, contexto propicio para que esta semana los jugadores se sienten a conversar definitivamente para superar las contingencias que cualquier grupo humano tiene, pero que en el caso de River trasciende de otra manera y terminan rebotando hacia ellos de manera tal que los perjudica.
River se colocó primero en el campeonato. Estudiantes tiene hoy en Independiente a un rival ciertamente peligroso, y entonces la hinchada millonaria se queda con la expectativa en un fin de semana que resulta crucial, porque si no gana Estudiantes, River quedará como lider del campeonato. Y como la cuestión parece definirse en el cabeza a cabeza entre River y Estudiantes, esa ventaja va a jugar si se da, y aun si no se da, anímicamente muy fuerte para el próximo partido. River necesitaba algo así: ganar con espíritu, incluído un buen fútbol ofensivo, aunque en el balance sean muy criticables muchos aspectos del juego del equipo millonario para poderse catapultar a la ilusión de ganar el campeonato. Mientras Boca siga en la Copa Libertadores, por cierto que será poco para el hincha de River ganar el torneo local, pero si al mismo tiempo Boca llegase a quedar en el camino y River se impone en este tan mediocre campeonato del que tuvimos una síntesis perfecta en el partido de ayer, es muy posible que el título tenga otra valoración.
Una reaparición a lo grande de Ortega y la contundencia de Buonanotte –erigido en el definidor más importantes, entre tantos en los que River soñó antes del torneo– permitieron que la tarde terminase bajo el gris apabullante que desde el cielo amenazó durante toda la jornada, mientras se agitaban las banderas, saltaban en las tribunas y se reencontraba la hinchada con los jugadores, y a los jugadores entre ellos. El saldo es altamente positivo.