Al menos, cuando el fútbol está en marcha, ciertos mamarrachos quedan escondidos detrás de la pelota. Con los entrenamientos televisados de verano no alcanzan. Quedaron lejos aquellos torneos marplatenses con Palmeiras, la Selección argentina, la aparición de Daniel Passarella, el gol de taquito de Picky Ferrero, las exhibiciones del Huracán de Menotti, el gol de chilena de Francescoli a los polacos. Ahora, la gran atracción parece la presentación por parte de Independiente de su nueva figura, Eduardo Tuzzio, que tiene 34 años y viene de ser el capitán del equipo que terminó último en el campeonato anterior. También quedó perdido en el tiempo el Independiente que se tiraba a comprar al goleador de la temporada, como hizo cuando adquirió a José Luis Calderón. Ahora no puede comprar a un tal Gary Medel, no le dio para tener a Krupoviesa –suplente del suplente del lateral izquierdo de Boca– y está casi mendigando a Dios y María Santísima para que alguien le arrime a Pavone. Y para que otro “alguien” le preste unos mangos para terminar el estadio interminable.
Boca, por su parte, presenta juveniles en cada partido. Algunos de ellos debutan tarde. Es algo que, en el mundo del fútbol amateur, se le reprocha a Boca. Los relatores y comentaristas –ávidos de captar audiencia del equipo de mayor convocatoria– se llenan la boca hablando de los frutos que da el trabajo en Casa Amarilla. Pero nadie repara en que, por ejemplo, Rojitas llegó a Primera a los 17, Riquelme a los 18 y Potente y Ferrero a los 19. Esto, sin hacer hincapié en los que se quedaron en el camino, como Emiliano Romay, que apareció a mediados de los 90 con 16 años. Ahora parece una proeza poner un pibe de 21/22 años en Primera en un torneo de verano.
Pero, más allá de estas cuestiones de la edad, Carlitos Ischia pone pibes. Y los pone de verdad. Es cierto que con Palermo y Palacio en condiciones óptimas, no tendríamos demasiadas noticias de Viatri y Noir y hasta hubiésemos supuesto que Mouche seguía a préstamo en Arsenal. Pero ya sería hilar muy fino. Lo que pasó, pasó y lo que pasó fue que Ischia los puso. Incluso a Javier García, cuyas actuaciones hicieron que Boca buscara un arquero de 36 años y otro de 39, casi retirado. Después sí, el periodismo partidario y el que no lo es, pero se parece y mucho, escupió palabras de elogio hacia García. La realidad es que Boca (o Ischia o Bianchi) prefieren un arquero veterano antes que volver a pasar por lo que pasó. Porque si perdía el Apertura por el gol de caño de Solari y/o por el gol de Lázzaro, cabeceando en las narices de García, los echaban a los dos, a Ischia y a García. Y no creo que quieran pasar por esto otra vez. El juvenil arquero no está (por lo menos ahora) para jugar en Primera. Y de Josué Ayala mucho no podemos arriesgar ya que ni San Lorenzo ni Independiente en Salta le patearon al arco.
Lo que nadie explica es este encono de Ischia con Caranta. Alguien debe una explicación. Lo que sí quedaron a la vista son detalles impresentables. No puede ser que quien les cierre el paso a los representantes legales y gremiales del jugador sea el portero de la concentración de Tandil (eso es Mario Torres, por más simpático que nos caiga). Y el presidente Amor Ameal no puede decir que no sabe qué pasa. Queda feo. Porque sabe perfectamente qué pasó y qué pasa y porque tanto él como Bianchi son quienes deben resolver el tema, no Torres. Lo más digno hubiese sido darle la libertad de acción a Caranta. Pero, además de colgarlo, quieren ganar plata y que Caranta se quede en el molde. O sea, la chancha, los veinte y la máquina de hacer chorizos, decíamos en el barrio. Es una situación dolorosa, complicada y, sobre todo, pésimamente resuelta.
Hasta que Newell’s lo repatrió, Cristian Fabbiani estaba jugando en Rumania. Su conducta fuera de la cancha –o la que se decía que tenía, en realidad– no era la ideal. Pero Fabbiani juega bárbaro y así lo hizo en Newell’s. El presidente anterior del club rosarino, Eduardo López, jamás le pagó un peso. Y Fabbiani hizo tronar el escarmiento. Con justicia, por supuesto. A nadie le gustaría (y pocos subsistiríamos) no percibir salarios por seis meses. Pero guapeó con las personas equivocadas. Ahora el club rosarino tiene nuevos dirigentes. Lo quisieron retener, le pagaron la deuda.
Los representantes a veces les queman la cabeza a los jugadores, si éstos no están intelectualmente preparados paras discernir cuestiones vinculadas con las personas. A Fabbiani lo maneja un vivo que primero coqueteó con Independiente pero como a Julio Comparada y sus muchachos no se les cae una moneda, el Ogro terminó diciendo que su sueño es jugar en River, club cuya situación económica no dista demasiado de la de los Rojos. Entonces, como la plata no aparece, Vélez vio el hueco y se anotó en la pelea. No sabemos dónde terminará, pero el delantero nunca le hizo un planteo a Eduardo López. Se lo hizo a la gente que recién asumió, en una institución devastada como nunca en su historia. Es más, le quemaron la cabeza para que sacara ventaja económica de la situación. Y, aún con lo que me cuesta meterme en el bolsillo ajeno, Fabbiani debería jugar para Newell’s el próximo Clausura. Y no escuchar a nadie más.
Que el fútbol empiece pronto, por favor. El mercado de pases es paupérrimo; periodistas, técnicos, jugadores y árbitros hacen juicios definitivos por partidos de verano que son horribles, Independiente y River –por citar a los que más ruido hacen– quieren comprar Ferraris pero apenas les da para un cuatriciclo. Del resto mejor ni hablar.
Así, Boca desfila, enhiesto, hacia otra temporada exitosa, por más que no esté exento de papelones como el de Tandil con Caranta, a pedir de los periodistas de la tele, que aprovechan los programas del mediodía para mandarles saludos a sus hijos o para permitir que un movilero nos hable desde la concentración de Boca como si fuera un dirigente y encima nos trate indirectamente de tarados.
El fútbol argentino vuela tan bajo que un día se va a estrellar. Ojalá que alguien se dé cuenta antes y lo evite.