¿Qué es lo que alguien busca en una ciudad? ¿Cómo se orienta? ¿Qué le interesa? Conozco una pareja de médicos que usa los hospitales como puntos de referencia permanente: el departamento que están por comprar “está cerca del hospital Fernández”, la escuela secundaria de su hijo, “a la vuelta del Zubizarreta”; se les rompió el auto y los dejó “a unas cuadras del Argerich”. Muchos taxistas indican las comisarías, igual que los porteros, y así cada uno con sus inquietudes. Por mi parte, no me interesan las ciudades que no tienen librerías de viejo (o que tienen sólo una o dos). He estado muchas veces en ciudades así y a las pocas hora comienzo a experimentar una sensación de claustrofobia, de sin sentido espantoso. Una vez consumada la obligación que me llevó hasta esa ciudad, salgo a la calle y ¿qué hago sin librerías de viejo? ¿Caminar? ¿Conocer un bar notable? ¿Disfrutar del paseo? En circunstancias así, el tiempo no pasa, se vuelve eterno, una pesadilla.
Ahora mismo estoy por viajar a la ciudad de México, donde nunca estuve. Pero sé, por referencias irrefutables, que existe una calle llamada Donceles, donde hay una librería de viejo al lado de la otra. Pues ya tengo el plan en la cabeza. Mi vuelo llega al D.F. un jueves al mediodía, eso implica que debería estar en el hotel no más allá de las 15 y, si todo sale bien, a más tardar a las 16 ya estaría llegando a Donceles. Como voy a estar algo cansado, imagino que voy a hacer una primera recorrida general, una inspección, como para volver el viernes ya listo para pasar todo el día (me dejo el sábado a la mañana para ir hasta Coyoacán a ver la Gandhi de usados).
Ayer mismo, mientras viajaba en subte, me encontré con un viejo conocido que vivió muchos años en México. Hablando de las librerías de la calle Donceles, y de la lista de autores mexicanos que yo pensaba encontrar, me dijo algo así como: “Y además vas a encontrar muchos libros argentinos que aquí ya no se consiguen por ningún lado. Ahí se comprueba la influencia que tuvo la industria editorial argentina en América latina hasta los 60”. Debo confesar que la frase me ilusionó (qué mejor que encontrar libros inhallables) pero a la vez me sorprendió: aún con sus sube y baja (éste es un momento de baja), las librerías de viejo de Buenos Aires son bastante buenas. Quizá falte aquí una Joseph Gilbert, como en París, o una Strand, como en Nueva York, librerías de viejo inmensas, imposibles de recorrer en un solo día; no obstante, el nivel de las librerías de viejo porteñas es más que aceptable.
Pensaba en esta frase, mientras leía un ensayo de una joven escritora mexicana. Está incluido en El hacha puesta en la raíz. Ensayistas mexicanos para el siglo XXI, un volumen de 600 páginas que compila artículos de ensayistas nacidos entre 1970 y 1983, que hace algún tiempo me trajo de regalo Oliverio Coelho, luego de su larga estadía en México. El ensayo en cuestión se llama Mate a su jefe: renuncie (argumentos contra la nueva esclavitud del dinero), y su autora es Vivian Abenshushan. En la ficha biográfica, se presenta así: “Nacida en México D.F. en 1972, es escritora, editora y desocupada. En una vertiginosa y entusiasta carrera hacia el abismo, renunció a los 25 a la academia, a los 32 al trabajo forzado y a los 33 decidió fundar la editorial independiente Tumbona Editora Ediciones: tumbona.blogspot.com”. Mate a su jefe… es el más literario de los ensayos del libro, una bonita crónica llena de pensamientos, a partir de un viaje a Buenos Aires. Y de repente, Abenshushan escribe: “Viajé a Buenos Aires en diciembre del año pasado en busca de los libros que ya no encuentro en México”. Pero cómo: ¿es en Buenos Aires o en México donde se encuentran libros agotados? ¿Es aquí o allá? Seguramente es allá: en el allá de cada uno. En aquel lugar que nos aparece como raro, extraño, radicalmente otro. A ese lugar también se lo puede llamar literatura.