Parece ser que hay un diputado nacional (es conocido, sale en la tele, se llama Espert) que, ante ciertas conductas que le resultan fuertemente reprobables, o que manifiestamente lo son, se expide de esta manera: “Cárcel o bala”. Y en ocasiones, más iracundo, prescinde de la primera opción y exclama directamente “bala”. No dice “objeción”, no dice “basta”, no dice “justicia” (a los pasos de la justicia se los saltea sin más trámite, va derechito a la condena, va derechito a la pena, e incluso al más allá de la pena: al disparo liso y llano). Dice cárcel y dice bala, o dice directamente bala. Se entiende demasiado bien que la idea es que a esas personas a las que él está cuestionando habría que pegarles un tiro. Que reclama que se lo peguen o que avisa que se lo van a pegar.
Habrá quienes se sorprendan, o incluso se consternen, ante el hecho de que un diputado nacional, nada menos, se exprese públicamente de esta manera. Pero otros no se sorprenderán ni se consternarán, toda vez que parece haberse naturalizado en nuestra sociedad un registro de marcada violencia (no la violencia disruptiva que busca impactar en el estado de cosas, sino al revés: una que se integra al estado de cosas así sin más, estabilizando y normalizando una media significativamente alta de agresividad continua).
Pero, ¿acaso me estoy quejando de que las cosas estén así como están, de que sean como son? ¡Para nada, para nada! ¡Yo no me estoy quejando! ¿Estoy poniendo acaso en cuestión los dichos del diputado Espert, la palabra que tanto le gusta usar? ¡No, no! ¡Claro que no! ¡No lo estoy poniendo en cuestión! Es más, si algo tengo para decir aquí es que jamás haría y jamás haré nada que pueda no parecerle bien al diputado Espert. ¡Que ni siquiera lo pensaré! ¡Ni siquiera lo pensaré! Y si llegara por error a pensarlo, a tan siquiera pensarlo en un caso evidente de extravío u ofuscamiento, de inmediato me corregiré y no habrá entonces razón alguna para el disgusto, nada que aliente su irritación.
Todo eso, diputado Espert, todo eso. ¡Pero bala no! ¡Bala no! Yo tengo la “piel finita”: un balazo y se agujerea. Se lo ruego, se lo imploro, lo suplico: ¡bala no, diputado Espert! ¡Bala no! ¡Bala no!