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ballotage en chile

La Concertación se juega hoy su futuro en una lucha voto a voto

Tras perder en primera vuelta, los sondeos arrojan un empate técnico. Entrevistado por Rafael Bielsa, el candidato oficialista, Eduardo Frei, opina sobre su país y Argentina.

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Para los “indecisos”, una franja por la que lucharon hasta hoy Eduardo Frei y Sebastián Piñera, la agresividad discursiva produce rechazo. No los conmueve que el adversario de Frei vista el uniforme de político-empresario. El oficialismo “joven” con conocimiento y proyección nacional, en cambio, les resulta atrayente. Asociar a Piñera con una derecha pétrea los amilana: parte del legado de Bachelet debe ser retenido. Es necesario mostrar competitividad electoral para sumar a los que no creían que Frei la tuviera luego del 29% de los votos obtenidos en la primera vuelta de diciembre de 2009. Los votantes se sienten intérpretes de la historia.

Con éstas y otras convicciones en ristre, Eduardo Frei afronta el último tramo de la campaña. Dice que “ganará por nariz” y que tiene con qué, aferrando su apéndice nasal. Es probable que lo logre. A continuación, algunas definiciones de Frei hechas en exclusiva para esta columna.

—Habida cuenta de que su padre, Eduardo Frei-Montalva, uno de los fundadores de la Democracia Cristiana chilena y presidente de su país en 1964, fue asesinado por Pinochet, ¿qué reflexiones están presentes en su ánimo, en este momento tan particular, respecto del golpe de Estado de 1973, de la muerte misma de su padre, y de las secuelas que han dejado?

—El golpe del 11 de septiembre es una cuestión que nunca termina de cerrar. Es una fecha con mucha vivencia, con mucha historia... Están los casos emblemáticos de personas que fueron torturadas, asesinadas, desaparecidas, continúan los procesos, hay mucha gente que en este mismo momento hace este mismo recuerdo. Sucede que Chile era un país que no estaba acostumbrado a estas situaciones, cuartelazos, golpes de Estado. El legado de esos largos 17 años por fuerza habrá de ser muy prolongado. Entre aquellos casos que mencioné está el de mi padre, asesinado por inyecciones de gas mostaza y de talio a propósito de una operación de hernia de hiato a la que decidió someterse. Murió en 1982, a los 71 años. Antes, tomó parte de la primera gran concentración posterior a 1973, en la que él llamó a la unidad de todas las fuerzas que desearan volver a la democracia. Luego, combatió el “plebiscito constitucional”, y lo digo entre comillas porque se hizo sin registro electoral, fue un decidido opositor de Pinochet, lo que explica la orden que culminó con su muerte.

—Usted ha hablado de reformar la Constitución vigente. ¿Sería tan amable de extenderse sobre la cuestión?

—Aunque nuestro sistema electoral no está inmerso en la Constitución chilena, lo que sí exige la Constitución es un quórum de dos tercios de los votantes, lo que en democracia es un requisito muy difícil de alcanzar, una vara demasiado alta. La vigente es la Constitución de la década del miedo, la de los 80, la de las prohibiciones más que la de las libertades, la de los deberes ciudadanos más que la de los derechos. Hay cuestiones regionales que es necesario revisar, el tema de la exclusión, el de la discriminación, el del rol del Estado. Aunque se han hecho varias reformas, la visión constitucional del país está enferma, y es por eso que hemos planteado cambiarla luego de todas las crisis que hemos tenido. Este cambio no será posible sin la construcción previa de amplios consensos, tanto por los requisitos que mencioné como por lo que está implícito en modificar profundamente un instrumento que contiene una idea de país.

—¿Cuál es su visión respecto de la relación bilateral?

—Mire, nosotros en 94, cuando yo asumí, teníamos 24 conflictos pendientes que hoy felizmente son historia, parte del pasado. En función de eso, construimos una integración mucho más sólida a partir del Tratado de Paz del año 84, con avances en materia de infraestructura, seguridad social, minería, el tratado gasífero. Dentro de eso, firmamos la habilitación de 13 pasos fronterizos, algunos de los cuales funcionan todo el año o por temporada, cuando viene la temporada de invierno. Estamos obligados a hacer más obra, muchísima más. Nosotros normalmente nos acordamos del Paso Cristo Redentor hasta el Paso Samoré, que está a mil kilómetros de Santiago, cuando viene un gran temporal de nieve y vemos a los camiones detenidos en la frontera. Además existen fuertes demandas de las regiones. Hay siete acuerdos de integración a nivel regional que operan en el sector del turismo, migraciones, cultural, contactos entre sociedades civiles, el mundo de las universidades. Pensando que en Argentina hay 500 mil chilenos y más de 20 mil millones de dólares de inversiones chilenas. En términos de PBI es una inversión muy grande, tan grande como si Brasil hubiese invertido 120 mil millones de dólares en términos de su PBI. Hemos avanzado a pasos agigantados, y debemos redoblar el paso.

—¿Qué me podría decir en cuanto al costado energético de la cuestión?

—Cuando firmamos el acuerdo del gas, esto fue muy beneficioso para Chile; energía barata y limpia. Mientras funcionó, fue muy útil. Ahora Chile produce energía y es probable que le pueda vender gas a la Argentina a partir del desarrollo de las plantas de Gas Natural Licuado iniciadas por Ricardo Lagos. La pregunta reflexiva es: ¿cómo resuelve la región los problemas de energía que tiene? Brasil es un ejemplo de biodiversificación energética, ejercicio que no todos hemos hecho. Ha desarrollado etanol, ha encontrado petróleo, se preocupó por sus instalaciones hidroeléctricas. Hay que promover el crecimiento energético equilibrado de la región. Aunque, en términos bilaterales, no podamos seguir con el acuerdo del gas, por falta de inversiones y los problemas derivados, los países tienen enormes reservas, las necesarias como para construir una matriz energética diversificada y completa para enfrentar el tema de la economía verde, energías renovables, eólica, solar, biomasa. Deberíamos reforzar esta mirada desde el Cono Sur.

—¿Querría decirme algunas palabras acerca de su visión de la relación entre el mundo y la región?

—Hoy día en el mundo América latina ha ido perdiendo su presencia, sobre todo con la emergencia de la Unión Europea y de los países del Asia. Ese volumen de voz debe ser recuperado. Estos grandes bloques definen las estructuras, el comercio, las relaciones internacionales. Están dadas las condiciones para tener un proceso mucho más sólido en el Cono Sur. La nueva arquitectura de las relaciones financieras debe tenernos como protagonistas, para que no nos limitemos a sufrir las consecuencias de las crisis sin haber estado en la cocina de las decisiones, para mejor disfrutar de las ganancias.