Durante la semana que finaliza, una noticia originada en el pequeño principado de Andorra –un paraíso fiscal enclavado en los Pirineos, a un paso de España– conmovió a la opinión pública argentina, aunque su exteriorización en los medios de comunicación locales tuvo suerte diversa. Publicada por el diario madrileño El País, la información proporcionaba detalles de una cuenta bancaria offshore vinculada al subsecretario general de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan, con un activo de US$ 1,2 millones. Registrada sobre el cierre de los principales matutinos, solo uno se hizo eco y los dos restantes (se excluye este diario porque no tenía edición ese día) hicieron silencio.
Es muy interesante lo sucedido, porque sirve de ejemplo acerca de cómo la denominada grieta política argentina mantiene su ancho y su profundidad, poniendo a uno y otro extremo medios que con cada acción u omisión juegan buena parte de su credibilidad. En este caso, lo curioso es que tampoco las versiones digitales de los dos medios silenciosos subieron la información (valiosa por todos sus detalles, y en cierto modo impactante por la jerarquía del personaje involucrado) ni esa noche ni en todo el día siguiente. Cuarenta y ocho horas después, la noticia ocupó parte de sus ediciones, aunque con la aclaración de que el funcionario mencionado esbozó una defensa cuya calidad y verosimilitud habrán de ser analizadas por el organismo estatal que trata casos de corrupción. Debo aclarar que el portal de noticias Perfil.com se ocupó con amplitud del tema, que destacó como parte importante de discusión en el encuentro del Presidente y sus funcionarios de primera línea en Chapadmalal.
Para este diario, el caso tiene trascendencia, y así lo mostró al titular ayer los dichos del jefe del Ejecutivo al término de la reunión playera: “Macri minimizó el offshore-gate”. Y el agregado diferencial fue la foto ilustrativa de Díaz Gilligan con el título “El subsecretario del millón”.
En verdad, la intención de este ombudsman es sugerir a los lectores un análisis profundo de lo que este diario y otros publican (o no), y sumar o restar en cada caso los márgenes de credibilidad que los medios deberían cuidar, y mucho, para evitar las fugas de lectores y oyentes. Se hace cada vez más difícil separar paja de trigo cuando una noticia llega a la opinión pública, en particular porque un mismo discurso, una misma actitud ante las noticias parece algo reiterativo en medios de una misma empresa periodística.
El riesgo de perder la confianza de lectores, oyentes, televidentes y usuarios de portales de noticias es creciente, según lo transparentó un informe del Reuters Institute (Universidad de Oxford), que relevó información sobre opinión pública y credibilidad entre 70 mil usuarios de medios en 36 países, incluida la Argentina. El relevamiento puso a los medios de este país entre los menos creíbles por la población: apenas el 39% de ella consideraba en 2017 que se podía confiar en ellos. El promedio mundial es de 43%, y en términos comparativos, los argentinos creen menos en los medios que el público brasileño (60%), el mexicano (49%) o el chileno (47%).
Lola Galán, defensora del lector del diario El País, escribió a fines de 2017: “Podría pensarse que esta pérdida de confianza es consecuencia lógica del momento que vivimos: la era de las fake news (noticias falsas). Pero lo cierto es que, bajo dicha denominación, los entrevistados distinguían tanto las noticias inventadas como aquellas que tienen una base cierta pero son ‘trasformadas’ interesadamente en una determinada dirección. En el mismo apartado colocaban también aquellas noticias con las que no estaban de acuerdo o les molestaban. Con lo que la falsedad de las noticias radicaría más bien en un cierto grado de manipulación de las mismas o, directamente, en el desacuerdo ideológico”.
La creciente polarización que se ha dado en nuestro país entre los seguidores del modelo kirchnerista y quienes defienden la administración de Cambiemos es el motivo principal de ese descreimiento. La pérdida de confianza abarca a medios y también a periodistas o conductores de programas alineados a ambos lados de la grieta.
Este ombudsman se ocupó semanas atrás de enfatizar la necesidad de mantener un criterio independiente, ejerciendo el periodismo con la seriedad que merece, abriendo los espacios a la diversidad de voces, negándose a seguir las agendas instaladas en las redes sociales, y poniendo el acento en el respeto por la buena información y por el derecho del público a recibirla con todos sus ingredientes.
En resumen: ejerciendo el oficio como debe ser.