En los últimos años se reconocen importantes avances en las políticas y acciones orientadas a la erradicación del trabajo infantil, como las que desarrollan la OIT, Unicef, Conaeti y organizaciones de la sociedad civil.
Asimismo, la dinámica del crecimiento económico de los últimos años ha incorporado a muchos sectores de la población a la economía formal, sin embargo aún persiste un núcleo duro de pobreza que mantiene a muchos hogares en el marco de la economía informal, en condiciones de precariedad y falta de protección social.
Las familias que no logran satisfacer sus necesidades básicas para el sostenimiento de la vida, aunque no únicamente, registran mayor propensión a incorporar a los niños, niñas y adolescentes a las actividades de reproducción doméstica del hogar, así como a trabajos no domésticos que permitan complementar el ingreso familiar.
En efecto, para muchas familias el ingreso de los niños en el mercado laboral constituye un complemento de los ingresos familiares; para otras es un componente fundamental para la subsistencias del grupo familiar; en tanto para otros se asocia a elementos socioculturales.
Entre las primeras, el trabajo infantil coadyuva a la reproducción de la pobreza, en tanto la temprana incorporación de los niños y niñas al mercado laboral incrementa la propensión al abandono escolar, al tránsito por procesos de formación deficitarios, así como compromete su salud, todo lo cual condiciona el desarrollo humano y social de la persona y promueve la reproducción intergeneracional de la pobreza.
Si bien la inclusión educativa y el trabajo infantil no son excluyentes, se reconoce que los niños, niñas y adolescentes que realizan tareas domésticas de modo intensivo u otras actividades ocupacionales enfrentan dificultades para asistir regularmente a la escuela, permanecer en la misma, y lograr finalizar el nivel de enseñanza en tiempo y forma.
El trabajo infantil suele asociarse a la no inclusión educativa, a la repitencia y el abandono escolar; todas situaciones que se consideran deficitarias en términos del derecho a la educación.
Algunas investigaciones muestran cómo existen criterios sexuales que delimitan espacios específicos para varones y mujeres.
Por lo general, el trabajo doméstico y el cuidado de hermanos menores se encuentran a cargo de las niñas; mientras que los varones trabajan en actividades informales como talleres artesanales, venta ambulante, microemprendimientos familiares, cuidado de autos, limpiavidrios, entre otros.
Las niñas que desarrollan las tareas domésticas en situaciones de extrema pobreza asumen responsabilidades propias de un adulto, cuidan a sus hermanos, los llevan a la escuela, hacen las tareas domésticas, preparan la comida, se encargan de las compras y asisten a la escuela. Mientras que los niños que realizan sus actividades laborales en la calle, se encuentran expuestos a los accidentes de tránsito, situaciones de maltrato y enfermedades.
El trabajo doméstico que suelen realizar las mujeres es doblemente “invisibilizado”, por ser un trabajo infantil y al mismo tiempo desarrollarse en el interior del hogar; mientras que las actividades laborales informales en los varones son generalmente asociadas en el imaginario social a la vagancia, a la explotación familiar y al delito.
Como es fácil advertir, el fenómeno del trabajo infantil es complejo y compromete el ejercicio del derecho a la salud, a la educación y los procesos de socialización de niños, niñas y adolescentes, reproduciendo condiciones de desigualdad social en las oportunidades de bienestar inmediatas y futuras.
*Coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de Infancia de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA).