COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

La difusión de encuestas debe cumplir con pasos esenciales

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Datos. Es necesario consignar cuándo, cómo y con qué metodología se realizó la compulsa. Y para quién. | Shutterstock

Escribía en este espacio en junio de 2017, cuando se aproximaban las PASO para las elecciones de medio término: “A medida que avanza el proceso preelectoral (…), los febriles registros de las empresas dedicadas a consultar la opinión pública van adquiriendo cada vez mayor protagonismo. Ello actualiza un tema que este ombudsman ha tocado en algunas de sus columnas: cómo darle al lector la mayor cantidad y calidad de información acerca del cómo, el cuándo y la dimensión de cada una de esas consultas. Esto facilita a quienes acceden a los artículos que presta este diario una mayor certeza sobre el valor y la credibilidad de lo que se les ofrece”.

Vuelvo sobre el tema hoy, con la misma advertencia destinada a los lectores de PERFIL: sin analizar la validez de esas consultas y sus resultados (que en los últimos años parecen coincidir en errores a veces groseros), quiero puntualizar que este medio y los otros, tanto en soporte papel como en electrónico, en radio y televisión, en portales de noticias y en programas periodísticos, estamos obligados a reclamar precisiones en cada uno de los casos. Difundir los resultados de una encuesta sin aclarar algunos detalles de ella disminuye a cero su credibilidad. Y, por ende, la credibilidad del medio y de los periodistas que la difunden.

Debo criticar negativamente el empleo de una encuesta publicada por PERFIL el domingo 23, aunque no en la sección Política y tampoco vinculada a los tiempos preelectorales. Ocupó las páginas 50 y 51, sección Sociedad, bajo el título “Tiempos violentos: el 40% de la población presenció peleas o agresiones en la vía pública”. El fundamento para tal afirmación es una investigación desarrollada por la consultora Voices!/UADE, que dirige Constanza Cilley, a la vez coordinadora del trabajo. En el artículo de este diario, escrito por Enrique Garabetyan, se amplía lo expuesto en el título de manera detallada, incluyendo dos cuadros que ilustran el espacio. Lo cuestionable es que nada se dice del cómo, cuándo y en qué universo fue desarrollada la encuesta. Decía en aquel texto de 2017, dedicado particularmente a jefes, editores, redactores y columnistas de este diario: “La maraña de porcentajes, especulaciones e interpretaciones que llegan a las páginas de PERFIL puede ser mejor desentrañada cuando se le suman datos concretos: en cada caso, el tamaño de la encuesta (cuántos contactos fueron registrados, en qué espacio territorial), la metodología empleada para la consulta (entrevistas presenciales o telefónicas, una mezcla de ambas, otras variantes), el tiempo de los registros (entre qué fechas fueron tomadas las opiniones) y al menos las principales preguntas formuladas a los encuestados”.

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Así como es necesario ser puntilloso con los detalles, lo es también identificar –en lo posible– para quién o quiénes fue realizado cada estudio. No es lo mismo validar datos de una encuesta contratada por un medio no comprometido con sectores políticos que hacerlo con otra pagada por partidos o coaliciones. Por esto es que debo cuestionar también parte de lo publicado el domingo 9 en página 2, Política, con el título “Bullrich y Larreta, a todo o nada: guerra de spots, encuestas y pelea territorial”. En el texto, que firma Ezequiel Spillman, se dice que “en el pool de encuestas –donde se promedian los números– que atesora el jefe de Gobierno porteño (…) surge una elección cerrada en todo el país con un presunto triunfo en la provincia de Buenos Aires…”. No se explica en la nota a qué encuestas se refiere, cuáles son sus datos de validación y qué valor real se les atribuye.

 Se avecinan tiempos de invasión de nuevas encuestas preelectorales. Su tratamiento periodístico merece, en PERFIL, un fuerte respeto por el buen ejercicio de la profesión.