En enero de 2009, la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) entregó en Zurich (Suiza) el premio Fair Play 2008 (juego limpio) a las asociaciones de fútbol de Armenia y de Turquía, por su contribución a fomentar el diálogo entre ambos países. El 6 de septiembre de 2008, Abdulá Gül, presidente de Turquía, concretó una visita de ocho horas de duración a la capital armenia Yerevan, invitado por el presidente Serzh Sargsian, para asistir al partido de la clasificación a la Copa Mundial de la FIFA 2010 entre ambos países. Nicolas Sarkozy, por entonces presidente rotativo de la Unión Europea, saludó la reunión como una “iniciativa histórica y valiente”. El gesto fue unánimemente aplaudido por la prensa internacional, se consolidó la expresión “diplomacia del fútbol”, fue apoyado por el 70% de la opinión pública turca y se supo que –según una encuesta del centro de investigación Metropol–, seis de cada diez ciudadanos turcos estaban a favor de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
Dicho sea esto al pasar, es por lo menos curiosa la posición del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, frente a la política. A comienzos de esta semana amenazó con que su institución no toleraría ninguna injerencia política en Francia, tras las numerosas interferencias que siguieron a la eliminación de los “Bleus” en el Mundial. O el amenazador Blatter ha confeccionado una revolucionaria tabla periódica (que no he consultado) según la cual la política internacional no es parte de la política, o sólo consiente esa parte de la política que le sonríe. En enero de 2009, entregaron el galardón Michel Platini, presidente de la Unión Europea de Federaciones de Fútbol (UEFA) y miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA; y Senes Erzik, vicepresidente e integrante, respectivamente.
En octubre de 2009, siempre en Zurich –al parecer ciudad talismán– los gobiernos de Armenia y de Turquía firmaron una serie de acuerdos destinados a normalizar las relaciones, liberar la frontera y establecer un comité que estudie el genocidio armenio. A los pocos días, el presidente armenio Sargsian inició una visita histórica a Turquía, más precisamente a la ciudad de Bursa, durante la que asistió a un nuevo partido entre las selecciones nacionales.
La “diplomacia del fútbol”, con todo, no logró evitar que una importante concentración de seguidores turcos ultranacionalistas se concentraran amenazadoramente en las afueras del estadio, que la diáspora armenia se encrespara ante una posible negociación inaceptable referida al genocidio, que se destinaran 3.500 agentes de policía para hacerse cargo de la seguridad del match, ni que Mehmet Perinçek, especialista en historia armenia de la Universidad de Estambul, pontificara que “todo es un plan de Washington para alejar a Armenia de Rusia”, que fue una parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Poco se avanzó bilateralmente desde entonces. El filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein escribió que nuestra vida es como un sueño (se le anticipó Pedro Calderón de la Barca ). Pero añadió que “en las mejores horas nos despertamos lo suficiente como para darnos cuenta de que estamos soñando. La mayor parte del tiempo, sin embargo, estamos profundamente dormidos”. La política internacional, entre otras cosas, consiste en incrementar esas horas de vigilia fructífera. Azerbaiján también existe, y no se ha probado que allí sea cicatrizante la “diplomacia del fútbol”.
En febrero de 1988, el soviet de la región autónoma de Nagorno Karabakh (cuya población es mayormente armenia) solicitó abandonar Azerbaiján para unirse a Armenia (ambas soviéticas). Igor Muradian, activista armenio, organizó una masiva movilización en Karabakh y despachó enviados a Moscú. Estalló una contienda que tuvo una violenta escalada desde 1991 hasta el 12 de mayo de 1994, cuando las partes firmaron un acuerdo de cese del fuego. La analista María Peirotti escribe que si bien las autoridades azeríes aseguran que sus refugiados llegan al millón, y que el 20% de su territorio está ocupado por fuerzas armenias, es más probable que los refugiados no excedan los 750 mil, de los cuales 500 mil están en Azerbaiján y el resto en Armenia. El territorio que los armenios controlan en Azerbaiján es de cerca de 12 mil kilómetros, cifra que además incluye al territorio de Nagorno Karabakh, o sea, el 13,62% del territorio azerí. Recientemente ha habido conatos de recrudecimiento de la violencia en la zona. En términos militares, Armenia se impuso en las batallas de los 90. En términos geopolíticos, hoy la situación es diversa.
En Budapest (Hungría, junio de 2010), se reunieron 13 países y delegaciones de distintas instituciones internacionales para avanzar otro paso en la construcción del gasoducto Nabucco, que cuenta con el respaldo financiero de la Unión Europea (UE) y de Estados Unidos, destinado a abastecer de gas a Europa desde el Mar Caspio y Oriente Medio, del que PERFIL se ha ocupado en diversas ocasiones. Según surge del documento firmado para la ocasión entre Bulgaria y Azerbaiyán, “el primer ministro búlgaro, Serguei Stanishev, y el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliev, se han puesto de acuerdo para que las compañías de los dos países inicien la semana próxima las negociaciones para el suministro anual de 1.000 millones de metros cúbicos de gas”.
El jefe de Estado de Azerbaiyán confirmó adicionalmente que en 2010, su país dispondrá de cantidades suficientes de gas natural para suministrar a Bulgaria, pero también a otros países que lo necesiten. Según la agencia de análisis estratégico Stratfor, la última semana de julio visitaron Azerbaiján (o se reunieron con oficiales azeríes) la portavoz del Parlamento albano Jozefina Coba Topalli, el Comisionado de Energía de la Unión Europea Gunther Oettinger, una delegación polaca liderada por el especialista en finanzas y viceministro de Exteriores Pawel Wojciechowski, y el Representante Especial norteamericano para los asuntos del Cáucaso Sur, Peter Semneby. La provisión de energía no estará ausente de las conversaciones: son demasiadas nueces como para que no haya ningún ruido. La alta exposición que ha venido mostrando la política exterior turca bajo el Primer Ministro Recep Tayyip Erdogan y el Ministro de Exteriores Ahmet Davutoglu completan el panorama que Armenia tiene frente a sí.
Si la “diplomacia del fútbol” satisficiera los desencuentros de este mundo, podríamos pasar más horas profundamente dormidos. Como puede verse, para beneficio de los insomnes, no es así.