COLUMNISTAS
DISCURSOS

La fábrica de monstruos

1206_monstruos
1984. El escritor Orwell escribió que "Quien controla el pasado dominará el futuro". | CEDOC PERFIL
La memoria pública, a diferencia del archivo histórico, tiene la peculiaridad de hacerse y rehacerse constantemente. Hay coyunturas históricas en las que la construcción de lo que se denomina “pasado” está encuadrado fuertemente por creencias del presente, que se imponen a través del discurso hegemónico del poder y los medios a su servicio.  Ese relato mediático, que construye el texto de la vida cotidiana, determina la agenda de lo que se debe recordar, y, sobre todo, de aquello que se tiene que olvidar para legitimar los proyectos que benefician sus intereses.

En la novela 1984 de Orwell, un lema señala: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado dominará el futuro”. Esta sentencia sirve para entender la lógica que organiza las prácticas de los medios más importantes en la actualidad argentina. Basta mirar unas décadas hacia atrás para que se haga evidente que una de sus funciones primordiales no fue informar acerca de la actualidad, sino preparar el terreno de los sucesivos golpes de Estado que se produjeron en nuestro país, y legitimar aquellos gobiernos que protegían y beneficiaban sus intereses económicos particulares. Se trataba, y se trata hoy, de hacer negocios a cualquier precio, sobre todo si el precio lo pagan los de abajo. El ansia devoradora de las empresas mediáticas nunca se sacia.

En la actualidad, el discurso de los medios predominantes, en manos de grupos empresariales poderosos que aprovechan a destajo la liquidación de fin de temporada puesta en acto por el actual gobierno, construye una narrativa que hace inteligible el período que va desde el 2003 al 2015 exclusivamente en términos de negatividad: “década perdida”, “pesada herencia”, “corrupción escandalosa”. Se olvida, sospechosamente, que también hubo logros. Algunos de ellos fueron la ampliación de derechos en las minorías, con la sanción de leyes progresistas; una mayor inclusión social; la reanudación de los juicios a los genocidas, reparando la injusticia de las leyes de “Obediencia debida, “Punto final” y, sobre todo, del “Indulto”, por sólo mencionar algunos aspectos que no habría que olvidar. No es casual que una de las primeras medidas del actual gobierno haya sido neutralizar “La ley de medios audiovisuales”.

Claro está, convertir en dialéctica la mirada de los principales diarios, canales de TV abierta y por cable, y radiofonía, evaluando la gestión del gobierno anterior en todos sus aspectos, supondría instalar el disenso, la discusión, y la guerra de palabras características de la política. Pero, de lo que se trata es de imponer una sola perspectiva. Se prefiere, por el contrario, articular el discurso sobre el pasado, y la realidad del presente, con la forma de una leyenda en la que el Bien lucha contra el Mal, y de esta manera se legitima el proyecto darwinista que no cesa de producir personas desechables y excluidos. Así, en el discurso reproducido una y otra vez, el llamado “populismo” se ha convertido, por obra del reduccionismo mediático, en una fuerza centrífuga que sólo puede engendrar maldad, porque es naturalmente perverso.

Se trata de fabricar un monstruo tan pero tan grande, tan pero tan atemorizador que, con la opacidad de su imagen ilusoria, impida ver la monstruosidad que contamina de injusticia y desigualdad el presente. Hay que atemorizar a los ciudadanos y repetir una y mil veces que todo lo que sufren (de-sempleo, recesión, exclusión, violencia, miseria) es efecto exclusivo de la gestión anterior. Lo importante, en el discurso de los medios hegemónicos, es sostener y acrecentar cada día un poco más el odio y miedo a la invasión de los zombis populistas, para escamotear que son otros los que ya se los están devorando con asepsia empresarial. Se trata de reemplazar la política por el consenso acrítico y la complicidad del silencio.

 *Profesora de Letras de la Facultad de Filosofía de la UBA. Doctora en Letras.