El primer foco de fiebre amarilla se registró en el barrio de San Telmo y dicen que llegó desde Río de Janeiro. Fue a finales de 1870, y no se le dio mayor importancia. Entonces Buenos Aires distaba mucho de ser la Reina del Plata. Era una ciudad que contaba apenas con 187.000 habitantes, y en los barrios del sur se multiplicaban las viviendas precarias, muchas de ellas de madera, barro y paja. Había un incierto sistema de aguas corrientes, pero la mayoría de los vecinos utilizaba el agua de los pozos o la que, desde el río, traían los aguateros. Esa zona estaba poblada esencialmente por negros, por criollos pobres y por inmigrantes aún más pobres. A ninguno de ellos le preocupaba la picadura de cierto mosquito (aegyptis aedes es su nombre científico). Por su parte, ese molesto mosquito no fastidiaba a los habitantes de las suntuosas casonas de la zona norte.
El 27 de enero de 1871, la fiebre visitó dos viviendas de San Telmo. Cochabamba 113, una; Bolívar 392, la otra. A partir de ese momento comenzarán a reconocerse diez casos por día. El doctor Eduardo Wilde señaló ese peligro, pero la ciudad se aprestaba a celebrar el Carnaval: no había por qué alarmarse y menos aún malograr la fiesta. En la semana siguiente ya comenzarán a registrarse diez casos diarios; en marzo la cifra subirá a cuarenta. Entonces, el gobierno nacional tomó cartas en el asunto. En primer lugar, el presidente Domingo Faustino Sarmiento decidió trasladarse fuera de la ciudad con la totalidad de su gabinete: huían de la peste. Los señores poderosos que aún vivían en los barrios del sur imitarán el gesto y se mudarán definitivamente al norte.
Pero no todos se fueron. El 13 de marzo se creó la Comisión Popular de lucha contra la fiebre. La integraban los doctores Roque Pérez, Manuel Argerich y Francisco Muñiz. Lucio Mansilla, Guido Spano, y Vedia y Mitre también fueron de la partida. Al final de la tragedia, la cifra oficial señalará 13.614 muertos. Entre ellos estarán los doctores Pérez, Argerich y Muñiz. Sin embargo, a casi todos los muertos habrá que buscarlos entre la anónima gente del sur. Esa gente tuvo un solo privilegio: ocupar las primeras tumbas del cementerio de la Chacarita, inaugurado el 14 de abril de 1871 para recibir a las víctimas de una fiebre que no supieron prever.