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La fortaleza de la debilidad

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Que no podrá volver. Que está deprimida. Que disfruta de no ejercer el poder. Que renuncia. Que regresa a media máquina. Que no está en condiciones de seguir siendo Presidenta. En los últimos cuarenta días y en las últimas horas se han dicho despropósitos como estos sobre Cristina Fernández de Kirchner. Y aún peores, que por pudor se omiten, e indignan hasta a los profesionales que la vienen atendiendo. Hasta un consultor de opinión pública desesperado por aire mediático lanzó que “la gente se olvidó de Cristina”.

Está claro que el apuro por ciertas sentencias está azuzado desde el deseo. También, acaso, por el hermetismo con el que el gobierno nacional ha manejado la recuperación presidencial.
Sólo los partes médicos semanales y alguna frase de ocasión de funcionarios que no acceden a ella agrietaron el secretismo.
Esa misma lógica imperó en la extensión de la convalecencia, que en teoría termina mañana. Ante la sorpresa de sus médicos, lo decidió ella. También determinó que no se hiciera ninguna foto en Olivos.

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Para los críticos despiadados del kirchnerismo, una Cristina débil acelera el tan ansiado (por ellos) fin de ciclo. La encuesta que presenta PERFIL no pareciera acompañar mucho esa idea. Una CFK con problemas de salud es mejor valorada por la sociedad. El fenómeno tiene muchos antecedentes en la historia y en el mundo, incluso en la Argentina y con la Presidenta, como cuando falleció su marido.

En las recientes elecciones legislativas esta tendencia no se tradujo en votos. Pero convendría no darla por muerta a Cristina, políticamente hablando, claro. Porque si pese al desgaste de tantos años en el poder y el inicio de la transición hacia otro liderazgo consigue consolidar su fortaleza (40% de imagen positiva), seguirá siendo la gran protagonista del escenario nacional. Guste o no.