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La grieta se coló en las coberturas sobre la invasión rusa a Ucrania

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Kapuscinski. “La guerra es el único fenómeno humano en el que todos son víctimas, todos pierden”. | cedoc

Esta columna fue escrita el viernes 25, cuando habían pasado treinta horas desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania. Acercarnos a la mayor proximidad de la verdad fue, desde el primer momento, una tarea complicada, muy difícil, por lo complejo de la situación, los controversiales antecedentes que desembocaron en tan drástica decisión militar y política y las múltiples derivaciones que la acción militar ordenada en Moscú está provocando en un mundo alarmado.

Las coberturas de los medios argentinos, particularmente la televisión, mostraron casi como un calco otra cara de la grieta: unos volcaron sus miradas condenando la invasión y argumentando antecedentes históricos para asumir esa postura, y otros eligieron convocar a analistas que argumentaron justificando la postura rusa. Unos y otros fueron complementarios para que el ciudadano de a pie pudiera hacerse una idea de lo que estaba sucediendo a miles de kilómetros. El zapping fue, esta vez, efectivo: saltando de canal en canal, de sitio en sitio, fue posible compaginar un panorama multifacético y bastante cercano a la verdad del conflicto. 

No hay guerras buenas. Todas son brutales, cargadas de violencia y maldad. Las sufren los pueblos y las justifican los poderosos de uno y otro bando. En este caso, para colmo, no se trata de una guerra en el sentido clásico, sino de una ocupación militar y política en un país independiente por parte de otro país vecino, sin ignorar la historia, los antecedentes y los intereses geopolíticos en juego.

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Quiero rescatar para los lectores de PERFIL una entrevista a Ryszard Kapuscinski, maestro del periodismo, autor de libros y corresponsal de guerra en 27 conflictos bélicos y revoluciones en casi todo el mundo. 

“—¿Qué significa para usted la guerra?

”—Muchas cosas. Primero, porque el mundo de las guerras cambia mucho: se acabaron los conflictos de grandes escalas (…) Se produjo una especie de proyección del posmodernismo al campo de la guerra, de modo que el fenómeno se dispersó y a falta de grandes guerras tenemos numerosos conflictos armados de tipo interno, más de sesenta en el mundo contemporáneo. En segundo lugar, un hecho paralelo profundizó las transformaciones: la privatización de la violencia. Cada día más, el conflicto constituye un asunto privado entre particulares.

”—¿Cómo puede el periodismo cubrir guerras o conflictos sin alimentar los odios y rencores que los generaron?

”—Eso depende de la conciencia y de la responsabilidad de los medios. Si buscan soluciones humanas, positivas, deberían comprometerse a conocer profundamente los problemas y las razones de esas situaciones y nunca utilizar el idioma del odio, que alimenta el conflicto armado. Con respecto a los periodistas en situaciones de este tipo, su primera característica a procurar o conservar es la de ser humano y hablar o escribir en un lenguaje de entendimiento y comprensión de la paz, sin utilizar el odio o estimular la venganza. Creo que nuestro papel, cuando escribimos sobre la guerra, consiste en entender y recordar que estamos ante una situación trágica para todos sus participantes. La guerra es el único fenómeno humano en el que todos son víctimas, todos pierden, todos terminan infelices. Además, una vez que una guerra empieza resulta muy difícil terminarla. Hay guerras que llevan treinta años sin perspectiva alguna de que vayan a acabar. Cuando uno escribe sobre estas sociedades destruidas por años, por generaciones, debe tener en cuenta lo que padecen, la desgracia que sufren, la tragedia que atraviesan”.

No está mal que un periodista, un medio, tomen partido por uno u otro bando cuando están en juego la vida y la muerte, la felicidad y la miseria. Lo que está mal es llevarlo al público con una mirada tuerta.