Florencia rima con herencia. Ni ella ni su Máximo tendrían que preocuparse por el futuro. Sus antepasados, más por falta de imaginación que por pensar en el futuro de su progenie, en su programa de redistribución omitieron restituir el impuesto a la herencia eliminado por Martínez de Hoz. Como el papá de Joe, los K dejarán millones de euros que aseguran la riqueza de sus bisnietos aun en el peor de los casos, como el que sueña la Dra. Carrió, cuyo plan es transferir parte de esa riqueza a la corte de abogados y abogánsters que se ocuparán de defender su integridad.
Pero debía escribir sobre la herencia política de los gobiernos K. Desde su asunción, el padre de la familia restauró el consenso capitalista en la Argentina. Nadie recuerda que asumió en el país de las asambleas en el que todas las reglas del juego habían caído en tela de juicio. Por entonces, unos se creían a punto de tocar el incierto cielo de la revolución, y otros, como el escritor Caparrós, proponían retroceder mil años y fundar una nueva economía basada en el trueque.
El precio de la refundación no fue tan alto: destinar una pequeña parte del excedente económico a disciplinar el descontento y comenzar desde allí a construir una tropa propia y una corriente de consenso y, una vez alcanzada, sonó un “vayan volviendo todos” que borró la memoria del “que se vayan todos” del griterío popular. Ni el liberal más extremo dejó de agradecer, en su intimidad, esa política de guante blanco que se impuso al conflicto de clases. La vuelta de todos, en la fila de Carrió, Scioli, Solá, Cobos y hasta Duhalde y Nosiglia junto a los que gestaron el Pacto de Olivos es la mayor herencia que construyó el matrimonio presidencial. Todavía no es momento de completar y rankear esa lista de beneficiarios políticos pero ya es evidente el precio que los que figuren tendrán que pagar por el magro botín, que para la mayoría de ellos será poco más que un ratito de fama, no mas sólida que la de Chacho Alvarez.
La semana pasada el acceso a la Ciudad fue interrumpido por una marcha de la Corriente Clasista y Combativa, uno de los tantos “movimientos sociales” alentados por el régimen K. Esta vez no “combatían” por más planes trabajar ni contra el imperialismo sino a favor de la inimputabilidad de ladrones y asesinos de catorce años. Ellos, como el Estado, han olvidado que la Constitución establece que las cárceles no son para castigo sino para protección de la sociedad y readaptación de los delincuentes. Pero ya nadie cree en esta Constitución hecha a medida de Menem con la colaboración de Alfonsín y De la Rúa, dos que no se fueron y todavía están aquí.