Hay una disparidad flagrante entre intención y resultado que en el siglo XVIII fue teorizada por el pensador napolitano Giambattista Vico. Dice Vico en Una ciencia nueva sobre la naturaleza común de las naciones: “Los hombres han hecho el mundo de las naciones, pero este mundo ha surgido (...) de una mente contraria a veces y siempre superior a los fines particulares que se habían propuesto los hombres; (...) los hombres quieren usar sin freno su libídine y surgen en cambio la castidad de los matrimonios y de ahí las familias; (...) las órdenes reinantes de los señores quieren abusar de su libertad señorial sobre los plebeyos y van a dar a la servidumbre de las leyes que producen la libertad popular; los pueblos libres quieren librarse del freno de las leyes y van a dar en la sujeción a los monarcas”. Básicamente Vico pone de manifiesto en sociología (una ciencia “al dente”, como la llama Emilio de Ipola) la existencia de aquello que en las ciencias más duras se da en llamar “serendipia”: descubrir algo afortunado e inesperadamente cuando lo que se está buscando es otra cosa (en la ciencia abundan ejemplos, desde el descubrimiento de la penicilina hasta el Viagra). Conozco al menos un caso de la heterogénesis de los fines aplicada a la literatura: Donald Westlake y su Adiós Scheherazade, escrita en 1970.
Para aquellos que tienen la buena o mala costumbre de echarle una mirada al índice en cuanto toman un libro en las manos, Adiós Scheherazade desconcierta desde antes de empezar a leerlo. La sucesión habitual de capítulos (1, 2, 3, etc.) es remplazada aquí por un insólito 1, 1, 1, 1, 1, 2, 2, 2, 2, 3, 3, etc. El protagonista, Alan Marshall, es un ghostwriter de novelas pornográficas: él las escribe y aparecen publicadas con la firma de otro. De modo que lo que comenzamos a leer en el capítulo 1 es una de esas previsibles novelas pornográficas, hasta que en determinado momento Marshall se harta del asunto y decide hablar de sí mismo, de sus tribulaciones, de sus problemas de pareja y de su situación laboral, que lo fastidia. Dispone de quince días de plazo para escribir su novela, y el hecho de perderse en consideraciones personales hace que desaproveche un día, por lo que se propone hacer catarsis y reemprender la tarea al día siguiente, volviendo a empezar de cero. Pero sus tribulaciones no cesan y Marshall sigue necesitando de esa catarsis, por lo que la escritura de la novela pornográfica se pospone, dando lugar a otra historia, la suya, que contra lo que el protagonista se propone cada vez se complica más y más. Al ver que empezando por el capítulo 1 no parece llegar muy lejos, decide omitirlo y empezar por el 2, pero la estrategia tampoco le sirve de mucho. Al finalizar la novela, Marshall no escribió su bendita novela pornográfica, se ha quedado sin trabajo y su vida sentimental es un desastre, pero el resultado es una novela inmejorable, de las mejores que leí en mi corta vida (en tercer lugar luego del Quijote y de Los novios de Manzoni, naturalmente, pero sin duda antes del Tom Jones de Fielding y de Muerte a crédito de Céline). Lamento anunciarles que no va a resultarles fácil encontrarla. Pero siempre pueden pedirla y fotocopiarla.