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La historia en el barro

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El kichnerismo plantea su estrategia electoral y lo expone a la ciudadanía. Nada tiene que ver con un acercamiento a la clase media como algunos suponen. Claro que se acerca en la medida en que, de acuerdo a la caja con dólares que aún acumula, distribuye prebendas al consumo. Una feroz campaña para comprar electrodomésticos es una muestra de esta nueva versión de la plata dulce. Si antes las AFJP financiaban con los fondos de los jubilados los créditos de Garbarino y Frávega, luego de una crisis transitoria, estas firmas se vuelven a publicitar con furia para la gran alegría marketinera.

Pero no todo es consumo, no alcanza. También cuenta la cultura, es decir, en este caso, la mentira. Tergiversar la historia. Enlodar a personajes con prestigio que no están del lado oficial. Paralizar gestiones de gobiernos no adictos al régimen. Son varias las ramas de este tronco podrido de la política argentina que hace de la dialéctica Gobierno-oposición, un eje que gira enloquecido sobre sí mismo hasta que se rompe y destruye el sistema.

El apellido Alfonsín está en alza por la acción de Ricardo, hijo de Raúl. Por lógica consecuencia, de acuerdo a este modo siniestro de hacer política hay que ensuciar al gobierno del ‘84. El primer gobierno de la democracia restituida. Salen a decir que Strassera trabajó para la dictadura. Relativizan la acción del fiscal Ricardo Molinas. Niegan la importancia del juicio a las juntas cuando el ejército aún tenía poder de fuego. Ponen bajo la alfombra el Nunca Más. Degradan a quienes estuvieron al frente de aquella investigación. Para eso tienen a Aníbal Fernández y ahora a Timerman. Se les acopla Boudou. A su alrededor la murga mediática que los sostiene.

Siguen ocultando la existencia de la Triple A y de su relación con el peronismo, además de su vínculo con los militares. Nadie quiere acordarse de que el candidato justicialista Italo Luder quería ofrecerles una amnistía a los responsables del terrorismo de Estado frente a un Raúl Alfonsín que les anunciaba un juicio. No hay uno que sepa qué hacían los Kirchner cuando esto ocurría. En realidad, se sabe, construían poder, como les gusta decir a los politólogos.

Lejana tierra mía, allá lejos y hace tiempo, cada vez tenemos más motivos para odiarnos por el pasado, total el presente es tan fugaz, y el futuro no existe. Recuerdos del ‘84, cuando el justicialismo comandado por Vicente Saadi quería hacerle la guerra a Chile y hacían campaña contra Dante Caputo por entreguista y vendepatria. Imagino que las vísperas del 2011 refrescarán nuestra historia reciente. Se hablará de la Argentina rehén, la que de no ser gobernada por el justicialismo cae en el abismo. Es la otra cara de una vieja historia, la de la proscripción, aquella entre el ‘56 y el ‘72, la que cada vez que amenazaba ser gobernada por el peronismo, caía en el abismo de los golpes de Estado. La nueva proscripción, la que nace en esta nueva etapa sin militares que va desde el ‘84 hasta hoy, es la de los golpes llamados nacionales o populares, como los intentos de Seineldín y Rico en los ochenta, que terminan con el escenario de La Tablada y la hiperinflación, y el 2001 organizado por el duhalderuckaufismo con ayuda gremial y sectores del radicalismo, que conduce la furia popular a buen término –Duhalde presidente– ante la incautación de los fondos vaciados por el corset de la convertibilidad menemista siempre festejada por los Kirchner.

El único que en diez años decía que la convertibilidad nos paralizaba fue Rodolfo Terragno. Todo el resto, el arco completo del justicialismo, hasta incluirlo al mismo Chacho Alvarez, se arrodilló ante el gran invento de Cavallo.
Tiene tanto barro la historia que no se ve nada. Volver, buscar pistas, desenmarañar, encontrar una salida, restaurar, revisar. Por lo visto estamos desesperados por falta de legitimidad histórica. Maldito Muro que se cayó.

Este Gobierno es maquiavelismo puro. Sólo quiere el poder y conservarlo. Lo maquilla con un marxismo desventurado que busca lo que queda de la Escuela de Frankfurt, hace de Walter Benjamín un chirolita de intelectuales mediocres, del lacanomarxismo un compendio de teoricismos de una gran solemnidad, todo para llenar la falta de espíritu profético, ese lema del Hombre Nuevo, la Nueva Humanidad, el fin del capitalismo, la sociedad sin clases, ya no les queda casi nada de eso. Sólo maquillaje que no es más que un engrudo.

La fuerza revolucionaria del siglo XX hoy es retomada por sociólogos y politólogos que hablan palabras tibias como inclusión, redistribución de las riquezas– ni siquiera de justicia social –o, con obscenidad de posgrado, dicen “chicos en situación de calle” (abandonados) o simposio sobre “inseguridad alimentaria” (hambre).
Respecto de los jóvenes politizados de hoy, a muchos les sorprende y a otros los entusiasma que los adolescentes ocupen algunos colegios. Me preguntaron si esta movilización me hacía acordar al Mayo del ‘68. Todavía no lo evoca, faltan factores de aquella situación histórica que por ahora no se presentan en nuestro contexto. Nadie puede predecir para dónde van los jóvenes cuando hacen masa. Esto no es el setenta. No se trata de armas. Son cortes de calle y ocupaciones de escuelas. Dicen que las paredes se caen y que los vidrios están rotos. No hay por qué pensar que la causa es menor para comprender el fervor de este tipo de resistencia. Cuando los estudiantes de Nanterre ocuparon las calles de París tampoco nadie entendía qué querían.

Protestaban contra el sistema a partir de lo que vivían todos los días. Para que sea un mayo del ‘68 falta que los estudiantes secundarios de la provincia de Buenos Aires, de Florencio Varela, Lanús, Avellaneda, La Plata, Moreno, Bahía Blanca, que en cada punto de la Provincia que rodea a la Ciudad capital los alumnos se fijen en sus vidrios y en sus paredes.

Asombra que los colegios secundarios de la enorme provincia de Buenos Aires estén en tan buen estado. Con tan buenos baños, sistemas de calefacción bien mantenidos, elementos de estudio a disposición de todos, mamposterías sólidas, pintura fresca, vidrios y herrajes impecables. Si algún día la protesta se extiende a otras zonas aledañas, y aún más lejos, hasta las provincias de todo el país, para que todos los secundarios se levanten de sus pupitres y salgan a la calle, desde Santa Cruz al Chaco, en el momento en que se le sumen los universitarios de las casas de estudios de toda la república, más los alumnos de los terciarios y de los colegios privados, y si, además, las fuerzas del orden desbordadas por el movimiento inician la represión para ponerle un freno a lo que pueden llamar anarquía, troskismo o lo que fuere, y, para terminar, si a la agitación generalizada se le suma la acción solidaria de los afiliados de la CTA que empuja a Moyano a seguirlos para no quedar fuera de foco, con lo que debe declarar una huelga general por tiempo indeterminado, entonces sí, puede ser que estemos ante un nuevo mayo del ‘68. Por ahora, seguimos en la linda Buenos Aires con la mampostería desvencijada del Mariano Acosta, el vidrio roto del Carlos Pellegrini, y con la promoción de la revuelta de parte de las tropas kirchneristas.

*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).