Final anunciado. No hay sorpresas. En algún momento dejó de mirar a los “jugadores” (esos buitres que prestan plata inmoralmente) y se concentró en la “pelota”, y el tema deuda se resolvió. Altísima expectativa, periodística y empresarial, diría mucho Argentino laburante preocupado por lo mismo: “como nos va a afectar esto?”.
La respuesta luce compleja, contundente, concienzuda, con cientos de expertos (la gran mayoría con un pasado fracasado en el Sector Público, que lucen “chapa” por ser ex BCRA, Economía, etc.) opinando en cientos de medios ocupando millones de palabras y columnas. Entonces debe ser algo trascendente, uno piensa. ¿Mi opinión particular? No cambia nada.
El tema deuda externa es un tema más. Ni tanto, ni tan poco, pero hay decenas de temas mucho más importantes, y por citar algunos: Sobredimensionamiento imposible de sostener del Gasto Público, que llega a finales del 2019 a casi el 40% del PBI; Inflación, “dormida” por la falta total de actividad, pero agazapada a cuando se inicie una recuperación, y contenida además por un “dique” que generó el BCRA absorbiendo 2 billones de pesos de los Bancos, para que no se diera la chance de la tan temida hiperinflación (anunciada por economistas desde hace años, algún día se les va a dar, todo reloj descompuesto, dos veces al día da la hora exacta). Contención no gratuita, genera intereses y más déficit; altísima desocupación, recesión agravada (esto es más atribuible a la administración anterior, con su pésimo manejo financiero y su trivial, casi tilinga, forma de ver la economía doméstica), y podríamos seguir…
Por esto, y mucho más, el tema de la deuda externa ha sido magnificado, y se exhibe ahora como el triunfo del César sobre la Galias. ¡Para nada!
Era una deuda “chica” y “patearla” no es resolverla. Es sí, la chance de ganar tiempo para hacer las cosas bien. ¿Eso va a suceder?
El trabajador, verá que día tras día, luego del acuerdo, su vida no cambia, si algo sustancial no cambia. Se añoran los años que duraron el Austral, la Convertibilidad, que marcaron el camino a la tan soñada estabilidad y crecimiento, que el aparato político (todo, no el gobernante nomás) le deben a la sociedad, que está tremendamente cansada, agotada, azotada ahora por la pandemia, además, pero con fortísimos signos de desesperanza.
Decenas, quizás cientos de miles de jóvenes han de emigrar. Pasada la pandemia lo veremos más claramente. ¿Y cómo no? No hay laburo, muchos de los que hay no sirven para “llegar a fin de mes”, no hay seguridad, no hay precios estables, el mismo trabajo es o bien precario o inestable, rodeado por pésimas leyes laborales, como el mamarracho de ley del trabajo a distancia, el cual con total ignorancia los legisladores se apuraron a aprobar, arruinando la libertad laboral, y generando seguramente, un retroceso en la calidad de vida de lo poco bueno que nos había dado el Covid, que era trabajar desde casa, adonde, podía hacer una siesta, darle la merienda a los chicos, y manejar mis horarios. Ahora no, los horarios los pusieron los señores Diputados. Insólito.
Y esto es sólo un ejemplo.
Pero volvamos al punto: la sensación es que todo el que pudiera irse, lo haría. ¿Y porque no? si apenas cruzando el Río de la Plata se huele coherencia. Antes soñábamos con ser Canadá, Australia, España. Luego con Chile, Colombia, Perú, México, Brasil. Hoy Bolivia, Paraguay y Uruguay, sin ir más lejos, ofrecen envidiables estabilidades y progresos. Por supuesto queda siempre la comparación con Venezuela, Burkina Faso o Myanmar, quizás nos haga sentirnos mejor, no tan solos.
El arreglo de la Deuda, es la condición necesaria pero no suficiente. Si es una oportunidad para que la presente administración, ordene de una vez por todas lo que tienen el 99% de los países del mundo: una economía estable: con baja inflación, con empleo, con crecimiento.
Esta es la verdadera deuda que tiene la clase política y empresaria del país. Nunca fue solución darle comida y algún peso a los pobres. Un pobre, alguien de clase de bajos ingresos, necesita trabajo, educación buena y gratuita, salud, seguridad y que el pan cueste mañana lo mismo que hoy. Al final de cuentas, hasta cabe pensar mal luego de 80 años de inestabilidad.
¿Somos tan “troncos” para no salir de la “D” luego de tanto tiempo? ¿O es un “negocio”? Me pregunto, al sólo modo ejemplificativo, a que se dedicarían muchos sindicalistas si la inflación fuera ínfima? ¿Que haría el líder de los maestros, por poner un ejemplo, sin inflación? Hoy vive claramente de tener que reclamar (con total justicia) un ajuste de salarios por la pérdida de poder adquisitivo. Y si no la hubiera? ¿Que discutiría? Los contenidos de planes educativos? Está capacitado, no siendo docente de formación para esto? Puede que sí, pero no lo veremos.
En fin, señor lector, no se deje llevar por el pesimismo que hoy nos invade. Este artículo intenta despertar el hecho, que la estabilidad y el progreso son un derecho y que la clase política nos lo debe.
¿Arreglaron la Deuda Externa? Buenísimo. Ahora arreglen la interna.
Estamos para ayudar, pero como he escrito ya antes, tengo ya una hija viviendo a 17 mil kilómetros y otra pensando en irse. ¿Cómo no ayudar a que mis hijas vivan cerca? No es tan difícil. Un programa de estabilización, acabar con el verso.
A pesar de todo, sigo con fe, y le pongo una ficha al Presidente, que sueña con la Argentina que soñó Alfonsín. Presidente, precisamos Progreso. Gracias por su esfuerzo, pero no se quede ahí. Resuelva la Deuda Interna, con la ayuda de todos, obviamente.
*Socio de First Capital Group. @miguelarrigoni