De las ilusiones que mayores estragos electorales causaron al kirchnerismo desplegadas por medios, analistas y consultores, la peor resultó la de los “votos propios”.
Un supuesto exceso electoral que diversos candidatos, cada uno a su turno, se adjudicaron respecto al “espacio” del FpV, “proyecto” o como quiera llamársele, exceso que finalmente refería a un plus de “votos propios” de estos candidatos, por sobre la acotada representación electoral –al final del día también política– de Néstor en su etapa y luego de Cristina Kirchner.
Los votos kirchneristas resultaron “ajenos” desde el año 2003, y se insistía ya en que no acompañaban plenamente a Néstor Kirchner, quien obraba como, apenas, un receptor de:
1) la transferencia positiva del caudal electoral del PJ bonaerense –y la saga de gobernadores de baja popularidad en distritos estragados tras la crisis de 2001– y 2) complementariamente de la transferencia negativa, producto del rechazo a Carlos Menem.
Como se ve, ab initio, el kirchnerismo y su conductor Néstor Kirchner, no tenían más que votos prestados, y esta certeza de inquilinato electoral, animó, por ejemplo, a José Claudio Escribano a sentenciar “un año de vida” para la experiencia de gobierno K, en una presuntuosa editorial, tan risible como olvidable.
Corrían los días del “chirolita de Duhalde, un slogan opositor, en rigor una metáfora de un poder bifronte desequilibrado, que signó todo el primer tramo de la transición popular- democrática hasta el año 2005, donde en la elección bonaerense de octubre Cristina derrotó abrumadoramente a Chiche Duhalde y a buena parte de los referentes del PJ provincial aupados en las listas duhaldistas, demostrando la falacia de los análisis previos.
Medios, analistas y consultores opositores al kirchnerismo, también suponían entonces a los Duhalde, poseedores de “votos propios”.
La segunda fase de la extravagante ilusión de “los votos propios” se encarna en la figura de Daniel Scioli, que también, medios, analistas, consultores opositores y propios, suponían poseedor de un “plus electoral” anclado sobre los “segmentos medios independientes” que, siendo refractarios al kirchnerismo –llamado despectivamente “duro” o “cristinista”–, y a Cristina Kirchner en particular, acompañaban fervorosamente la figura del entonces gobernador de Buenos Aires, DOS (Daniel Osvaldo Scioli).
Punteaba cómodo el ex motonauta en todos los “estudios de opinión pública”. ¿Es necesario recordar cómo concluyó esa segunda fase de la ilusión de los “votos propios”?
Lo cierto es que se inicia tras la derrota del año 2015, no el final, como era esperable, sino un recomienzo de la ilusión de los “votos propios”, la tercera oleada, ya no como tragedia sino como farsa.
Se insiste una vez más que siempre manteniendo el “alto piso”, cada uno de los nuevos poseedores de “votos propios” –y ya son varios los que suponen eso– traspasarían cómodamente el “bajo techo” del kirchnerismo al captar las preferencias de ¿adivinen quiénes? Sí!: Los “segmentos medios independientes”, convertidos ya en un comodín semántico de la patria consultora, que con ellos todo lo explica, en particular lo inexplicable.
Es hora de aceptar que la ilusión de “los votos propios” resultó un grave error político, electoral y básicamente conceptual, cuya inconsistencia fue demostrada una y otra vez por la práctica electoral reciente, que muestra que donde hubo kirchnerismo en formato electoral, se ganó y donde se negó, silenció u opacó la pertenencia e identidad K, se perdió. Res non verba.
Falacia conceptual la de los “votos propios”, que desconoce la especificidad del liderazgo popular-democrático en toda la historia del peronismo y el tipo de vínculo único e intransferible (no sólo en la dimensión electoral) que construye la líder con las masas, una teoría absurda que, sin embargo, para muchos aún no ha concluido.
En fin, para no extender esto inútilmente, preguntamos: ¿será necesaria otra prueba de ácido para observar el colapso de la ilusión de los “votos propios” dentro del FpV, estimados lectores de PERFIL?
*Director de Consultora Equis.