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La Justicia, la moral y la maternidad subrogada

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El óvulo es mío y el esperma de Ezequiel, es nuestro hijo biológico”, dijo Tamara Gorro, esposa de Ezequiel Garay, en una entrevista para la TV española.
El defensor titular del seleccionado argentino se convirtió en padre biológico en Estados Unidos gracias a la práctica de la maternidad subrogada. Junto a su esposa habían tenido antes 18 intentos de fertilización asistida. En las fotos que difundieron por las redes sociales se mostraron felices luego de su larga lucha. Surge aquí una pregunta que tiene que ver con los otros Ezequieles y Tamaras que no pueden cumplir su deseo. ¿Es justo que alguien pase por este mundo con el deseo de ser padre o madre y no lo concrete?

Si buscamos el significado de “justicia” nos encontramos con la siguiente definición: “Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde”. Lo que, paso seguido, lleva a reflexionar sobre la moralidad y, más profundo, el tinte objetivo de la moral. ¿Quién dice que algo está bien o mal, o sea moral o inmoral? En otras palabras, la moralidad conduce a la verdad y esta última asigna lo que “corresponde”. Parece un juego de palabras pero podemos trasladar esto a una práctica no regulada como es la maternidad subrogada.

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La moralidad abarca la posibilidad de contratar el vientre de una mujer que gestará, dará a luz, renunciará a sus derechos como madre y entregará al recién nacido a cambio de una suma de dinero. Ante esta situación vale decir que la moralidad es una costumbre inserta en la sociedad por la cual se considera (juzga) bien o mal cierta acción, conducta o acto. En el mismo orden de ideas, ser madre no sólo lo determina el canal de parto (como establecía el Código Civil de Dalmacio Vélez Sarsfield) o “la prueba del nacimiento y la identidad del nacido” (art. 565 del vigente Código Civil y Comercial de la Nación) sino que es una relación que se construye y desarrolla; es cuidar y dar amor. ¿Acaso no existen madres biológicas que abandonan a sus hijos o madres no biológicas que adoptan a un niño que no nació de sus entrañas? Deberíamos, entonces, ir más allá de lo que Vélez Sarsfield quiso plantear o lo que el nuevo Código intenta mejorar y movernos en otra dirección.

El anteproyecto de reforma del Código Civil argentino que le fue presentado a fines de 2011 a la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, reconocía la “maternidad por subrogación” de manera altruista. Sin embargo, la normativa, tras su paso por el Congreso, no incluyó esta condición. Existe en el inconsciente colectivo una necesidad, y la práctica se conoce y contempla como posible solución a la imposibilidad de convertirse en padre o madre.
En la Argentina la maternidad por sustitución no está prohibida ni tampoco permitida, pero se realiza. Quienes quieren recurrir a dicha técnica y poseen los recursos para hacerlo viajan al exterior en busca de respuestas y alternativas. Así lo hicieron Ezequiel Garay o la actriz Florencia de la V, por citar ejemplos conocidos. En cambio, quienes no pueden afrontar la práctica la realizan en el país sin certeza de que se le reconozca la filiación y a la sombra de la legalidad. Es decir, de manera clandestina, desprotegidos de las normas.

La moralidad es la esencia del ordenamiento civil por el cual los actos jurídicos de las personas necesitan un vector moral que las conduzca. La sociedad no puede quedar estancada en una moralidad permanente, desaprovechando oportunidades que gracias a la ciencia puede hoy utilizar. Deberíamos preguntarnos, finalmente, quién establece que prestar un vientre a cambio de remuneración sea inmoral y quién dice que prestarlo con fines altruistas sea un acto solidario y no vaya en contra de las buenas costumbres.
Entonces, ¿corresponde no regular dicha práctica porque en el inconsciente colectivo es sinónimo de inmoralidad? Mientras tanto existen muchos Ezequieles y Tamaras sin posibilidades de concretar el deseo de ser padre o madre.

 

*Abogada por la Universidad de San Andrés.