COLUMNISTAS
la mirada DE ROBERTO GARCIA

La maestra agobiada

En homenaje a la señora de Kirchner, empecemos con el “Por eso”, un latiguillo frecuente y hartante en sus discursos. En rigor, lo utiliza para enlazar primariamente un párrafo con otro y, para justificar en segundo término, en que tal decisión o medida se aplica “por eso”. Manual de la docente limitada.

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En homenaje a la señora de Kirchner, empecemos con el “Por eso”, un latiguillo frecuente y hartante en sus discursos. En rigor, lo utiliza para enlazar primariamente un párrafo con otro y, para justificar en segundo término, en que tal decisión o medida se aplica “por eso”. Manual de la docente limitada. Puede amparar su insistencia en esa obscenidad para el oído en que nadie del entorno la advierte del detalle. O que se ha contagiado de esa rusticidad por culpa del periodismo escrito –tambien abusador de ese torturante recurso–, esa actividad que ella desea modificar para concederle mejor salud mental a la población. Al igual que tantos otros mandatarios, vecinos o no. Una mácula oral el persistente “por eso” en las presentaciones de la Presidenta, quien por urgencias comprensibles carece de tiempo para corregir esos hábitos poco agradables, al igual que su marido, aún más desprolijo en sus alocuciones y ufano de esa recurrencia discursiva.

Se altera ella con la emergencia electoral, la multitud de tareas oficiales, hasta revela más descuidos: agobiada, hace 72 horas sostuvo por la prisa de las palabras y la falta de revisión que Mariano Moreno fue el creador de la Gaceta Mercantil. Lo dijo ante un grupo de editores y empresarios del sector que, por supuesto, saltearon esa falta de inspiración brasileña que podía ofenderlos, no la divulgaron por decoro o debido a que el gobierno les condonó una conmovedora deuda impositiva (de la que se hará cargo, como siempre, el resto de los incautos contribuyentes). Tan política es la decisión –a pesar de que constituye un aporte razonable a la subsistencia de ciertos medios periodísticos pequeños– que le endilgan a Juan Carlos Mazzón la iniciativa para favorecer la economía de los medios, especialmente a un determinado multigrupo del interior litoraleño y de la Capital.

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Mazzón, como se sabe, es un personaje clave en todas las administraciones peronistas, sean menemistas, duhaldistas o kirchneristas: construye listas, desarma otras, formaliza acuerdos, se vuelve insustituible para negociar con facciones de todo el país, es factótum en la Casa Rosada de todas las etapas previas a las elecciones. Reúne por sus vínculos, además, otra condición notable de supervivencia: hoy es hombre de confianza de Néstor Kirchner y, también, de Carlos Reutemann. Sabe, por lo tanto, elegir. “Por eso”, utilizando esa perniciosa costumbre oral de Cristina, hay que tomarlo en cuenta aun en decisiones técnicas que le corresponderían al ministro de Economía, Carlos Fernández, o a quien tal vez ejerza más ciertamente el cargo: Juan Carlos Pezoa, el hombre que actualiza los números administrativos de los que se sirve Néstor Kirchner.

“Por eso”, no hay que evadirse de la moda presidencial, cuesta entender esta asistencia a los medios de comunicación justo cuando el Gobierno se arrebata por informaciones que jamás supo aclarar –por ejemplo, origen, desarrollo y destino de los fondos de Santa Cruz–, y se rebela contra la prensa en general, a la que considera hostil. A la que acusa por no consultar fuentes oficiales cuando todo el mundo sabe que esas fuentes son inabordables desde que los Kirchner ocuparon el poder. Y justo, además, cuando coinciden dos novedades que aparecen separadas en los diarios y que, en rigor, deberían unificarse en una sola identidad política: las expropiaciones de empresas del sector privado y la búsqueda del control de las comunicaciones por parte de los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Tan amigas estas administraciones en la comunidad de intereses partidarios con la Argentina –al menos, en relación con los más distantes Chile, Uruguay o Colombia– que se tiende a pensar en una misma desembocadura, en réplicas, aunque esa posibilidad sea negada desde la Casa Rosada mientras más de un descreído piensa lo contrario con argumentos nada desdeñables.


El humor de Chávez

Se ajusta esta doble operación económica e intelectual en los países vecinos al honor de consagrar el socialismo del siglo XXI, vernácula y montaraz expresión de quienes admiran y reviven paradójicamente el kruschevismo cubano (Stalin no merecería una comparación caribeña) del siglo pasado. Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa repiten fórmulas añosas, como esos films clásicos que de tanto en tanto se reviven en la pantalla. En blanco y negro, por supuesto. Incautan empresas, les adosan personal, las pintan con los colores patrios, agravian a sus propietarios y simulan que esas medidas beneficiarán al pueblo (como la aérea argentina que nunca voló). Al mismo tiempo, como complemento, forjan medios de comunicación propios, anulan los ajenos y proponen una voz única que traduzca un solo pensamiento a través de toda la prensa (deleznable intencionalidad que a veces manifiestan los grupos privados). Se diría que es una política regional y populista para sostener en el poder lo que se logró en las urnas y a la que jura no adherir la Administración Kirchner. Por lo menos, en estos momentos. Aunque la necesidad en ciertos casos (evitar despidos, no perder mercado, bandera, por ejemplo), en ocasiones la obliga a cometer. Más, quizá, en el futuro, si la recesión se agrava en el último semestre.

Afirma el preelectoral matrimonio Kirchner que esos proyectos de confiscación no figuran en su nómina de prioridades (son, sin embargo, el orgasmo alfa de muchos de sus exégetas), y, como si fuera un hallazgo capitalista a practicar, señala que no corresponde objeción ni reclamo alguno si a quienes se confisca se les paga un precio justo como compensación. Para adentro el juicio y, tambien, para afuera: así se ha consentido la sospechosa expropiación que Chávez le hizo a Techint en Venezuela, con una explicación argentina de usurero o de “patria financiera”: lo que importa sólo es el precio del mercado, el dinero para sacar del mercado o del país a quien no es obediente.

No se contempla en esa depredación –por ejemplo– la naturaleza del emprendedor que se esforzó por ver un producto terminado, hecho con sus manos o su imaginación a través de la máquina. Ni la de los trabajadores que acompañaron el proyecto. Autor de esa leyenda: el mítico constructor de la Italia moderna, Luigi Einaudi, única frase en molde que exhibía en su espartano despacho Agustín Rocca, hacedor de Techint (única multinacional argentina con cierto sabor milanés), enterrado por decisión personal en Campana junto a su primera fábrica de tubos. De esa historia empresaria ni se acuerda el Gobierno; alguno de sus ministros dice miserablemente que antes de discutir con Chávez prefiere que el grupo consume un aumento de salarios al personal, el mismo que hasta dispone de una universidad modélica para sus hijos.

Hasta aceptó el Gobierno la bromista confesión de Chávez, quien en público se regodeó ante Lula afirmando que él jamás estatizaría una empresa brasileña. Sí, en cambio, la de otros países hermanos e hispanoparlantes que le ofrecen techo y mejores intereses (aunque él, claro, devuelve parte de ellos, Antonini Wilson mediante). Curioso el sentido del humor de los Kirchner, ellos que no toleran las insignificantes caricaturas de Tinelli (aunque esa humanización cómica los beneficie en imagen); ni siquiera parece que hayan leido a Freud y su teoría sobre la no existencia del chiste. “Por eso”, nunca mejor el enlace que promueve oralmente el oficialismo; hay prevenciones en distintos sectores, el sector empresario en particular (hasta el sindicalista Hugo Moyano se atacó con la ofensiva, madurando él una reflexión hacia el futuro: “Estamos con el modelo, no importan los nombres”).

Ante el nerviosismo oficial, se reúnen los empresarios, critican a voz en cuello, convocan al diálogo a la oposición, se pronuncian luego del silencio de un lustro y, por lo tanto, desafian a un gobierno intolerante con estos encuentros. Ven lo de Chávez como una represalia local por vía indirecta ejecutada por un extranjero, quizá porque Paolo Rocca, de Techint, se expresa desde hace poco en la misma sintonía de Héctor Magnetto (Clarín), cuyos amigos y él mismo parecen condenados.

Ya son muchos los que se imaginan en una lista de espera para ser nominados en la crucifixión, como aquellos aztecas que aguardaban su sacrificio humano en honor del Sol y de su autoridad antropófaga. Hoy, están desnudos en su enemistad frente a Kirchner, pero él tampoco está cubierto ante ellos: las partes avanzan hacia una inevitable colisión. No hay desvios ni con los resultados del 28 de junio: todos creen que el Gobierno perderá las mayorías parlamentarias, pero se impondrá en el distrito bonaerense para ventilarlo como si fuera un triunfo en todo el país. Lo que no será cierto y aumentará la tensión, y también la velocidad del choque. “Por eso”, las cartas están echadas y Reutemann aparece –si gana– como una alternativa de pacífica concordia junto a gobernadores que tampoco desean ofrecerse a la inmolación que caracterizó parte de la civilización previa a la conquista española.


Tropiezos de campaña

Pero Néstor respira. Mejor, ahora. Gracias al pulmotor aportado por sus rivales más peligrosos. Cuando menos se esperaba, la oposición del peronismo disidente en la provincia de Buenos Aires empezó a languidecer, la oleada exitista que interpretaba se contuvo. Varias razones: demasiados problemas internos en la conducción colegiada (De Narváez, Macri, Solá); improvisación en la campaña; tropiezos con la Justicia Electoral; y desavenencias con los principales aliados. Demasiadas dificultades a pocos días del comicio, que se pagan en las encuestas. Vale un desglose de esta prematura crisis que, por ejemplo, De Narváez intenta reparar con esforzadas y metódicas giras por todo el interior de la provincia, casi un ejemplo de actividad partidaria que ni el propio Kirchner puede emparejar. Aunque nadie sabe si la intensidad de ese trabajo es suficiente.Veamos:

l) Para el cuestionamiento interno, una noticia que ya es vieja: al día siguiente de las elecciones, explota el comando tripartito. De un modo u otro, ya lo dejó trascender Solá, un postergado en la campaña, disminuido y desalentado por sus dos compañeros de mando, quienes debido a la influencia de las encuestas –recomiendan el no acercamiento al ex gobernador, ni siquiera como invitado a sus cumpleaños– marcaron diferencias y se apartaron como si tuviera gripe porcina. Tampoco contribuyó el propio Solá con su personalidad: siempre atrasado para llegar a las reuniones con gente de horarios estrictos, molesta cuando aterriza y promueve revolver decisiones ya tomadas, plantea quejas por su extrañamiento, discute el agujero del mate (expresión que no le corresponde al cronista) y exige que le respeten el 33% de responsabilidad que le corresponde y solo –a regañadientes– le fue respetado en la confección de listas. Vendría a ocupar el devaluado rol de la Aeronaútica frente al Ejército y la Marina si pudiera encontrarse un símil con el manejo del poder en tiempos de los militares de la década del 70.


Ménàge a trois político

Para el peronismo tradicional, no resulta tentadora esa dispersión del mando: el ménàge a trois sólo vale en la cama. En rigor, Macri se preocupó por armar un incipiente partido en el distrito más grande del país y De Narvaez, quizá sorprendido por su crecimiento de los últimos meses, no alcanzó a erigirse como la cabeza o líder del conjunto.

2) Algún impacto interno se advirtió también en el alejamiento forzado de sectores duhaldistas, lo que se comprueba en la hilera final de candidatos, obra de eliminación que impulsó Macri, no fue defendida por Solá y, menos, por De Narváez. Se suponía que al “Colorado”, el más cercano al otrora caudillo bonaerense, le correspondía un alegato más firme ante las discriminaciones. En rigor, los tres dirigentes se sometieron a pie juntillas ante los consejos del asesor Durán Barbas, un hombre que abrumó con las respuestas provenientes de grandes sectores urbanos y otros menos periféricos. Nadie discutió sus dotes de conocimiento sobre el denso y complejo universo de Buenos Aires, el “profundo” o “prepolítico” con el que se suele denominar al segundo y tercer cordón de la provincia.

En verdad, luego de atender el último reportaje de este gurú electoral (diario Clarín, esta semana), habrá de rescatarse un pensamiento obvio, semejante al de una señora gorda del Barrio Norte porteño, más que al de un habitante de La Matanza. Este dato sobre deserciones obligadas interesa por la cesación del servicio que podría dar, el día de las elecciones, lo que queda del “aparato” duhaldista: hoy ese núcleo se siente desanimado (por utilizar una metáfora de la indignación, ya que el miércoles a la noche hubo rebelión, trompadas y piedras frente a las puertas de la delegación en la calle Báez, de Palermo, sede del comando, donde gritonearon con bombos peronistas desplazados).

Un agregado a esta improvisación de laboratorio: se suponía, por instrucción de los publicistas contratados, que el mensaje para convocar fiscales para los comicios recogería voluntades al por mayor, que sobrarían las anotaciones democráticas para velar por la transparencia de los votos.

Sin embargo, la cosecha imaginada –y pagada en los avisos– fue más decrépita que la del agro castigado por la sequía: apenas dos mil inscriptos para ese ejercicio futuro, de los cuales –como corresponde– una buena parte debe ser sospechada como agentes encubiertos del kirchnerismo. Salvo, entonces, el aporte exiguo del sindicalista Gerónimo “Momo” Benegas para revisar la elementalidad de boletas, cuarto oscuro y conteo final, no parece suficiente la organización para enfrentar hábitos y picardías de intendentes profesionales en esas jornadas memorables (quienes, como se sabe, se rigen con una máxima que el peronismo copió de los conservadores: “Si no controlan las urnas, nos vemos obligados a cometer fraude”).

3) Para litigar en la Justicia Electoral, frente a un juez Blanco que apodan “el Negro” –lo que explicaría una dualidad intrínseca afiatada a través de los años–, el trio De Narváez-Macri-Solá optó por dos apoderados jóvenes, sin experiencia, que hasta ahora penan y pecan como ingenuos, juntan orines en antesalas, soportan requisitorias de domicilios y residencias, les demoran y complican presentaciones, hasta les pierden las listas por ellos entregadas.

4) El clima de fronda cupular se extiende suspicaz a los aliados: dentro del propio seno del terceto se erizan ante la posibilidad de que fracciones consideradas afines al duhaldismo le resten caudal de votos, sean las de Aldo Rico o las del confinado ex comisario Luis Patti. Si bien rechazaron estas adhesiones en su momento por razones de estética y ética –al revés de lo que hace el desprejuiciado kirchnerismo–, entienden que esas formaciones políticas les quitarán votos sólo a ellos. Entre 2 y 3 puntos, un volumen fundamental cuando la distancia entre los competidores no es gigantesca.

Ya Duhalde y su señora, algo molestos con la persecución inesperada que padecieron –en verdad, la supresión de representantes propios, sean notorios como Mercuri o Brown, o postulantes menores en concejalías o diputaciones provinciales–, parecen enojarse más con estas imputaciones probables. Más desde el día que le transmitieron a quien inventó a De Narváez, como antes hiciera con Kirchner, que su presencia y su nombre en las inmediaciones de las listas provocaban un efecto nocivo en los votantes. Se equivocó la forma de transmisión: en lugar de un técnico que sugiriese alejamientos con datos y números, se optó por delegar en José Luis Manzano la responsabilidad política de recomendarle a Duhalde que se prescindiera de la campaña. “Mirá quién me vino a decir –le comentó a sus amigos– que yo soy un indeseable en la política de Buenos Aires. Justo él.”