COLUMNISTAS
lecciones de una mirada contrafactica

La mala elección de 2011 y el resultado de 2013

Mañana, con el diario del lunes, probablemente la Presidenta llegue a la conclusión de que su 54% la condujo por malas opciones.

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Hacer historia contrafáctica resulta siempre un ejercicio interesante, aunque poco práctico. La pregunta: ¿Qué hubiera pasado si...?, que a menudo nos hacemos frente a distintas situaciones de nuestra vida personal o profesional, o de la vida de una empresa, o país, obliga a realizar un gran número de conjeturas en torno a las acciones, reacciones, consecuencias e interacciones sucesivas, que terminan en necesarias simplificaciones para el razonamiento, pero arriesgadas para las conclusiones.

Está claro, a estas alturas, que la presidenta de la Nación después de su triunfo arrollador de octubre de 2011, y ante el dilema de cambiar de “modelo” o prolongarle la vida útil al que la llevó a dicho triunfo, prefirió lo malo conocido.

De todas maneras, se vivió un “amague” de cambio, cuando se discutió, en ese momento, la alternativa de terminar con los subsidios a la energía y el transporte de los sectores medios y altos, del área metropolitana de Buenos Aires, invitados a renunciar a los mismos con spots publicitarios que apelaban a un “país con buena gente”. O cuando se obligó a formar largas colas al sol del verano, para conseguir la tarjeta SUBE, con el objetivo de generalizarla, para poder discriminar la tarifa según el portador y subsidiar a la demanda. O cuando se planteó la posibilidad de instrumentar, oficialmente, un desdoblamiento del mercado cambiario, para incrementar más bruscamente el precio del dólar, al menos para cierto tipo de transacciones y racionar por precio y no por cantidad. O cuando se sugirió un nuevo intento por renegociar la deuda con el Club de París, y normalizar así las relaciones financieras con el exterior. O cuando se comenzó a negociar con el FMI el armado de un nuevo Indice de Precios al Consumidor, nacional, que si bien no reemplazará al IPC de Capital y GBA, para no tener que reconocer las mentiras, iría, lentamente, sincerando el problema inflacionario.

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Sin embargo, como es evidente, la Presidenta optó por una reducción muy limitada de los subsidios, y seguir, por lo tanto, financiando los servicios públicos que consumen algunos con los impuestos y la inflación que pagan todos. Decidió eludir una devaluación brusca del tipo de cambio, reemplazándola por restricciones a la compra de dólares, y con el cierre del movimiento de capitales con el exterior y admitir un desdoblamiento de facto y controlado del mercado, tratando de regular la brecha resultante con presiones “telefónicas” a los participantes del mercado, y algo de “ortodoxia” con la tasa de interés en pesos. En lugar de normalizar las relaciones financieras y comerciales con el exterior, prefirió el camino de ahondar el aislamiento con el mencionado cierre del movimiento de capitales, con mayores restricciones a las importaciones, con la confiscación de las acciones de Repsol en YPF, etcétera. A priori, por lo tanto, y desde la óptica de la Presidenta y su equipo, la continuidad del modelo, con las correcciones mencionadas, daría mejores resultados que encarar el camino alternativo sugerido.

Pero por el camino escogido, la economía argentina casi no ha crecido. Ha mantenido una elevada tasa de inflación. No ha vuelto a crear empleo privado y ha agravado sus problemas estructurales en materia de energía, infraestructura y falta de dólares.

No ha tenido consecuencias peores, primero, por el poder político que las elecciones de 2011 le dieron al oficialismo. Segundo, porque el mundo, en particular el precio de la soja (en un buen año productivo), y la liquidez global lo ayudaron directa o indirectamente. Y, además, porque las reservas acumuladas previamente permitieron compensar parcialmente la falta de dólares y financiar pagos de deuda e importaciones imprescindibles. Pero la consecuencia política de este rumbo económico, si los encuestadores tienen razón, es la pérdida de un porcentaje importante de apoyo ciudadano, desde aquel idílico 54%. (Aunque, seguramente, no todo es la economía. Los intentos de reformar la Constitución de facto y la inseguridad también habrán influido).
Mañana, con el diario del lunes, quizás la Presidenta realice, en su intimidad, un ejercicio contrafáctico y llegue a la conclusión de que la extraordinaria elección que realizó en 2011, la llevó, paradójicamente, a una mala elección de políticas en los dos años que siguieron.