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disparates

La medida del tiempo

Tratando de organizar mis horarios, terrible, aburrida y enojosa tarea, y quizás tratando de huir de mi conciencia que suele darme unos disgustos pampa, me pregunté si no sería posible disponer los detalles de una vida de otra manera.

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Tratando de organizar mis horarios, terrible, aburrida y enojosa tarea, y quizás tratando de huir de mi conciencia que suele darme unos disgustos pampa, me pregunté si no sería posible disponer los detalles de una vida de otra manera. Flor de pregunta, sin duda, y tal vez sin respuesta razonable. Las respuestas razonables pueden esperar, reflexioné. Y las no razonables son por lo menos divertidas. Entonces, ¿y si en vez de usar números que califican y distribuyen las horas y los minutos usáramos colores? Ah, qué disparate. Tanto que es tentador. A ver, veamos: las horas de la mañana son, por supuesto, de color amarillo fuerte que va tornando hacia el anaranjado y de pronto, bueno, de pronto no, cerca del mediodía se presenta el rojo que se pone furioso a las doce en punto, ¿eh? Vamos bien. De ahí en adelante el furibundo rojo se atenúa porque entra el azul en el cuadro y la siesta es violeta, que a su vez palidece hacia la media tarde y se pone lila. A la hora del five o’clock tea que es tan fino y distinguido, aparece el gris plata, que se mantiene un lapso no demasiado corto ni demasiado largo: es la hora de la sensatez, cuando no, de ninguna manera, a una se le ocurren disparates como el de contar las horas del día con colores, ¿no? Entonces, veamos que a los genios se les ocurrían los fabulosos proyectos que iban a revolucionar el mundo precisamente a las horas de la tardecita cuando el gris, la plata, va tornando hacia el brillo, el oro. No me digan que Demócrito, Leonardo Da Vinci, Einstein y otros monstruos amados no gritaron “eureka” a la tarde. No me lo digan porque no es posible: a esa hora, la del oro, vieron el mundo de otra manera y desde otra perspectiva y henos aquí y ahora gracias a ellos, aunque a Demócrito nadie le dio el Nobel que en cambio se lo dieron a un cantautor, vamos. Mejor dejamos el asunto para otra vez. Ahora digamos que la vida es bella, sea como sea. A veces nos da con el fierro pero siempre es bella, complicada e interesante. Sea del color que sea, gracias.