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Plan de reapertura

La niebla de la pandemia

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Viena. Un buen ejemplo de plan de reapertura con cuidados especiales por la nueva situación. | AP

La gran mayoría de los líderes mundiales, incluido el presidente de la Nación y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se han referido repetidamente a la pandemia del Covid-19 en términos bélicos: “Una guerra contra un enemigo invisible”. Efectivamente hay un enemigo, pero nuestro mayor problema es la falta de información. En ese contexto resultan útiles para el análisis de nuestra respuesta ante la “guerra” las enseñanzas del teórico militar más importante del siglo XIX, todavía muy relevante en academias militares, el prusiano Karl von Clausewitz.

Von Clausewitz vivió en otro mundo, con guerras napoleónicas pero sin comunicaciones ubicuas e instantáneas. Su tratado Vom Kriege (De la guerra) le tomó casi quince años después de la caída de Napoleón en Waterloo. Clausewitz imaginó la metáfora de la “niebla de la guerra” para describir la necesidad de los generales (y los estadistas) de tomar decisiones en el campo de batalla basados en información incompleta. Cuando los líderes deciden, actúan en el contexto de información parcial, voluble, sesgada, y hasta ambigua. Pero tienen que decidir de cualquier manera; la inacción es la peor decisión. Y así debe juzgar la historia: con la información disponible, ¿cómo decidieron los líderes?

A medida que la información evoluciona, también lo hacen sus cálculos en el frente, con el objetivo último de la victoria. Clausewitz fue un pionero en su análisis de la logística y su importancia para los objetivos militares: a medida que se mecanizaba la guerra, el heroísmo individual se desdibujaba ante la estrategia, la logística y la ejecución. La logística no escribe La guerra y la paz ni filma Rescatando al Soldado Ryan, pero sí gana guerras.

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Es en la importancia de las decisiones en medio de la niebla que el Covid-19 se asemeja más a la guerra. Todos, pero especialmente los líderes políticos, han tenido que tomar decisiones cruciales con información imperfecta.

Muchas han sido correctas. La cuarentena temprana impuesta en Argentina a mediados de marzo, esencialmente el mismo momento en que se impuso en una Europa mucho más golpeada por el virus, ha ayudado a aplanar la curva de casos en un país con menos recursos para afrontar la emergencia sanitaria. Comparando con México y Brasil, esa política ha salvado vidas, y es digna de celebración. Eso nos permitió preparar mejor el sistema y modificar hábitos drásticamente, con cambios que estarán con nosotros por mucho más tiempo del que imaginamos.

Hoy tenemos mucha más información sobre el virus que hace seis semanas. Sabemos que no es tan letal como la “gripe española” de 1918-1919 y también sabemos que los métodos de distanciamiento social, bien administrados como en Corea del Sur o Nueva Zelanda, logran bajar su altísima transición. Italia era una tragedia diaria hace tres semanas, pero hoy ha logrado bajar el R0 (la tasa de transmisión) de 4 a menos de 1 en casi todas sus provincias. Eso quiere decir que cada persona que contrae el virus lo contagia a menos de una nueva persona, con lo cual su crecimiento es lineal y controlado, y lleva a que eventualmente el virus desaparezca o entre en remisión, lo cual desconocemos. China ha vuelto a operar al 90% de su capacidad, lo que preservará trabajos y evitará un colapso del comercio internacional mayor al que ya sufrimos.

El denominador común de todas esas experiencias internacionales es un plan de reapertura con cuidados especiales a la nueva realidad. El mejor ejemplo fue el de Austria. El 15 de marzo la economía se había parado ante la emergencia del Covid-19, tras implementar una cuarentena tan dura como la nuestra. La segunda semana de abril se anunció un plan a largo plazo con fechas diferidas para distintas actividades: primero (inmediatamente) las de menor riesgo, como pequeños comercios, y por último (no antes de agosto) el turismo y las actividades multitudinarias.

Esas experiencias nos ayudan a salir de la falsa dicotomía entre salud y economía, que es un debate vacuo. La niebla de la guerra nos desafía a la logística de planear una nueva realidad. Pero el hecho de tener un plan de mayor duración que dos semanas cambia el panorama, no solo para las administraciones, sino para las fuerzas de seguridad, las empresas y las personas.

Después de todo, los desafíos no son solo sanitarios o económicos, sino también psicológicos: dar previsibilidad con un plan integral en etapas preanunciadas, siempre sujetas a cambios con la coyuntura de la niebla, ayuda a planear mejor la realidad cotidiana y así adaptarse a la nueva realidad.

Eso además nos permitirá darle a la economía, nunca una ciencia exacta, mejores maneras de prepararse ante un futuro que hoy es más incierto que nunca. Aunque la dueña de un hotel en la Patagonia sepa que hoy los viajeros no podrán llegar, tener una fecha de potencial retorno le permitirá planear mejor su estructura de costos, y así disminuir la niebla en lo comercial. Y también en lo psicológico.   

La frase más famosa de Clausewitz siempre fue que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Hoy la guerra continúa, pero la realidad nos demanda otros medios, menos absolutos que la cuarentena. Un plan cohesivo nos permitiría planear y ejecutar mejor mientras aclara la niebla.  

*Fundador de la fintech argentina Ualá.