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econOMISTA DE LA SEMANA

La nueva agenda es volver a crecer

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Audacia, es lo que mejor define al Gobierno en estos primeros cinco meses. Sin dudas Macri ha mostrado capacidad para emprender acciones poco comunes sin temer las dificultades o el riesgo que implican. La unificación del mercado cambiario y el acuerdo con los holdouts ya son parte del pasado. La baja de retenciones, la suba del mínimo no imponible en Ganancias o el acuerdo de coparticipación con las provincias son muestras de un gobierno que está decidido a cambiar la realidad rápidamente. Lógicamente podemos discutir la dirección del cambio, si hubo buena articulación de las políticas y si la secuencia terminará siendo eficiente o sólo efectiva, pero nadie puede negar que el avance ha sido acelerado.

El Gobierno logró sortear con éxito la agenda de los temas urgentes, pero ahora debe enfocarse en la batalla de fondo: bajar la inflación y volver a crecer. La exitosa unificación del mercado cambiario sumada a la salida del default despejaron los riesgo en el frente externo. Con apertura financiera es posible moderar el ajuste fiscal y mejorar el acceso al crédito de las empresas.

En el frente externo la situación está controlada. En un contexto de estacionalidad favorable en la liquidación de la cosecha gruesa, ante un mercado de capitales cada vez más dinámico y una política monetaria que apunta a tasas de interés altas, se mantendrá la estabilidad cambiaria. Desde hace tiempo vengo señalando que la apreciación cambiaria llegó para quedarse. Ahora el riesgo no sólo viene por la elevada inflación doméstica sino también por la estabilidad o incluso baja del tipo de cambio nominal.

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La inflación llegó al techo y tiene que ceder para que la actividad recobre dinamismo. De hecho la suba de precios es el principal obstáculo para el crecimiento sostenido. Un régimen de alta inflación limita las inversiones de largo plazo. Mientras que durante la etapa kirchnerista la inflación era asumida como un problema de segundo orden, derivada de la puja distributiva, para la actual administración es un fenómeno monetario y como tal, hay que combatirla con una política monetaria en la que las tasas de interés juegan un rol central. Para este BCRA no hay nada más expansivo del nivel de actividad que bajar la inflación por lo que, en lugar de buscar objetivos múltiples, su única función será combatir la inflación. En otros términos, al menos por ahora, esto implica que no utilizará la devaluación nominal del tipo de cambio para mejorar la competitividad.

La apuesta fuerte del Gobierno es que lo peor de la inflación ya pasó y que con las medidas adoptadas en los primeros meses de gestión los precios se puedan estabilizar. Si bien en mayo prevemos que se mantenga en torno al 3% m/m, nuestro escenario base apunta a que  partir de junio el IPC podrá mostrar una dinámica mucho más moderada. En efecto prevemos que perfore el “ansiado” 2% con lo cual el BCRA debería comenzar a bajar la tasa de interés de corto plazo agresivamente.

La gran apuesta oficial es que la inversión despegue y que derrame sus beneficios sobre el resto de las variables como el empleo, salarios y consumo, apostando al círculo virtuoso de contar con una macroeconomía sana que invite a pensar en el mediano plazo. Sin dudas la Argentina ofrece oportunidades en sectores muy dinámicos como el agrícola y en el sector hidrocarburíferos, especialmente en gas. En la agenda no puede quedar afuera la inversión en infraestructura, luego de una década perdida. Mejorar rutas, puertos, comunicaciones es un aspecto clave para ganar competitividad más allá de los vaivenes del tipo cambio nominal. De hecho, de acuerdo al Indice de Competitividad Global del World Economic Forum, la Argentina tiene serias falencias en aspectos como el marco institucional, la infraestructura, el desarrollo financiero y la eficiencia del mercado laboral.

Si bien el Gobierno confía que la salida del default y la estabilización cambiaria son clave para un repunte de la inversión, en la práctica el camino no está exento de riesgos. El ordenamiento de precios relativos está siendo más duro de lo esperado.  Esto se siente en el consumo de las familias que va a mostrar una fuerte contracción en el primer semestre. Siendo que representa casi dos tercios del PBI, será muy difícil que la economía arranque con el consumo en baja.

En este contexto, el Gobierno empieza a perder apoyo político y aumenta el malhumor social, lo que muestra que terminó la “luna de miel” típica de los primeros meses. Así lo marcan las encuestas de opinión de abril en las que se observa una fuerte caída en la confianza del consumidor y en la imagen positiva del Presidente (20 puntos), al tiempo que la negativa tuvo un fuerte repunte. Incluso se puede apreciar que por primera vez el sentimiento negativo sobre el futuro del país supera al positivo.

Pero la crítica situación actual es transitoria. La apuesta a la recuperación en el segundo semestre no tiene margen de error. Si la inflación no baja el escenario negativo comenzará a ganar espacio. El Gobierno sabe que la economía le tiene que generar buenas noticias tras el esfuerzo realizado en el primer semestre y los tiempos se acortan. La oposición, y el peronismo en particular, van ganando oxígeno y esto puede complicar la labor del oficialismo en el Congreso.

Los resultados sobre el nivel de actividad durante el primer semestre fueron peores a lo esperado, pues la inversión está demorando el despegue. A pesar de ello, seguimos previendo un repunte en el segundo semestre. La baja de la inflación en un contexto de ajustes salariales por encima a los esperados en el marco de una política monetaria que se irá tornando menos contractiva permitirá quebrar la tendencia declinante del consumo. A esto se suma una política más expansiva en la que se espera un repunte de la obra pública, que hasta hoy tuvo un notable ajuste.

Pero este camino no está exento de riesgos. Por un lado, la disponibilidad de financiamiento y las necesidades políticas pueden demorar el ordenamiento de las cuentas fiscales. Avanzar en esta dirección es un paso clave para seguir bajando el costo argentino dado que el déficit fiscal primario de nuestro país (que el año pasado llegó al 5% del PBI) es por lejos el más alto de la región. Las últimas medidas anunciadas, e incluso el Programa Financiero presentado recientemente, dan la pauta de mayor gasto y déficit para este año. Sin dudas, es un tema a seguir de cerca pues será cada vez más difícil alcanzar el equilibrio y la sustentabilidad fiscal.

 

/ analytica