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El economista de la semana

La nueva fase de la restricción externa

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Producto de un mayor dinamismo de la actividad este año el déficit industrial y del rojo energético se incrementaran en US$ 3.350 millones y US$ 3.750 millones respectivamente. Pero gracias a una ampliación del excedente de la agroindustria (productos primarios + manufacturas de origen agropecuario) de US$ 4.450 millones, el saldo comercial se ubicará en torno de los US$ 10 mil millones.

Pese a conseguir un superávit de bienes abultado, el déficit de turismo cercano a los US$ 9 mil millones prácticamente consume dicho excedente. Si a esto se le suma que tanto el sector público como el privado están cancelando deuda en moneda extranjera sin refinanciarla, podemos explicar grosso modo la fuerte caída de las reservas del BCRA observada este año.

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El problema es que no esperamos un nuevo aumento del saldo de dólares de la agroindustria para 2014. De hecho, pese a que aún es muy temprano para estimar las cantidades de la próxima cosecha agrícola, la trayectoria declinante de los precios internacionales hace prever una caída en el excedente de divisas del sector.

La primera conclusión que obtenemos es que si el año que viene el PBI trepa 3% y cae moderadamente el ingreso de agrodólares, el saldo comercial desaparece. La única forma de preservar el superávit de US$ 10 mil millones es privando al sistema productivo de insumos importados básicos para el crecimiento (energía y productos industriales).

El Ejecutivo puede sacrificar la meta de un saldo de US$ 10 mil millones para no frenar la actividad, pero esto implica ceteris paribus profundizar aún más el ritmo de caída de las reservas. De hecho, pese a un elevado superávit comercial, el stock del BCRA desciende más de US$ 10 mil millones en lo que va del año.

Si la pérdida de activos externos del Central se acelera durante 2014 se podría perder la estabilidad cambiaria. Para evitar este escenario crítico, sería deseable que a fines del año que viene las reservas netas por lo menos superen los fuertes vencimientos de deuda pública de 2015.

En síntesis, el dilema de 2014 consiste en cómo conseguir divisas y/o moderar la salida de dólares, para poder financiar el crecimiento de la actividad.

Entre las diversas políticas que se pueden implementar destacan: i) Endeudamiento externo en sus diversas formas; ii) Moderar el déficit de turismo, y iii) No pagar el Cupón del PBI en 2014.

Respecto del primer punto (i), el Ejecutivo ha dado señales de acercamiento a los mercados financieros. Entre ellas destacan el pago a cinco empresas extranjeras con sentencias firmes en el Ciadi y Uncitral para destrabar financiamiento del Banco Mundial; la reapertura del canje y el paso atrás en cuanto al anuncio de cambio de legislación de los bonos performing en Nueva York; y un acercamiento al FMI para evitar sanciones por problemas en las estadísticas públicas (el IPC Nacional no se confeccionará en el edificio del Indec sino en el del Ministerio de Economía).

De todas formas, la estrategia para traer capitales no apela exclusivamente a la zanahoria: el BCRA acaba de prohibir el financiamiento local de grandes empresas exportadoras (léase cerealeras) para que traigan fondos frescos del exterior y se amplió el uso del Baade  para que empresarios entren dólares declarados al país.

En cuanto al turismo (ii), no sabemos exactamente qué medida tomará el Gobierno (más impuesto, cupos al gasto en divisas con tarjeta o desdoblamiento), pero sí que tiene que detener la sangría de divisas por este rubro, puesto que el rojo sectorial podría equiparar este año a todo el superávit comercial. Vale destacar que a diferencia de las trabas a las importaciones, el impacto de esas medidas sobre la actividad interna es nulo (podría ser incluso levemente positivo).

Por último (iii), sobreestimar el crecimiento de 2013 como lo viene haciendo el Indec implica que a fines del año que viene tengamos que malgastar divisas por casi US$ 3 mil millones. Decimos malgastar porque bien medida, la actividad no debería gatillar el pago del cupón del PBI. La paradoja es que sólo reflejar la realidad permitiría un mayor crecimiento en 2014 ya que relajaría un poco la restricción externa.

Una vez más en la historia argentina, el nivel de actividad ha pasado a ser una variable que depende fundamentalmente de la disponibilidad de divisas de la economía y, en particular, del excedente de la agroindustria. Mencionamos alternativas para conseguir dólares necesarios para crecer en 2014, pero no discutimos por qué chocamos nuevamente contra la restricción externa.

A excepción de la crisis de 2009, los últimos diez años fueron muy favorables para la región y el país en particular. Los términos de intercambio alcanzaron niveles récord, la liquidez internacional fue abundante, el crecimiento de los emergentes y de Sudamérica fue muy elevado y la mayoría de los países de la región acumularon reservas.

Además, tras la reestructuración de 2005, la deuda pública dejó de ser una pesada carga para la economía ya que los vencimientos de capital e intereses –especialmente en moneda extranjera– se redujeron sensiblemente. Y un tipo de cambio real competitivo con estabilidad de precios garantizaba un flujo superavitario de divisas.

En síntesis, en la última década enfrentamos un contexto externo muy favorable, sin el problema estructural de la deuda pública y con un modelo económico productivo basado en pilares sólidos.Se suponía que habíamos dejado atrás la restricción externa ¿Cómo es posible que haya vuelto?

Unos años atrás la economía argentina crecía a tasas chinas con elevada inversión e inclusión social, baja inflación, había ingreso neto de capitales, el riesgo país igualaba al de Brasil, las estadísticas públicas reflejaban la realidad y las reservas subían.

No podemos cambiar el pasado, pero hay que asumir que el ocaso de la inversión y el ascenso de la inflación no responde a factores externos, sino a desacertadas decisiones de política económica que consumieron los pilares del modelo productivo y stocks clave en materia de infraestructura, energía y reservas. Si aprendemos de nuestros errores y comprendemos que la estrategia de implementar parches está agotada, será un poco más sencillo resolver los complejos problemas actuales de la economía argentina y se podrá encarar definitivamente la postergada agenda del desarrollo.