Recuerdos de la bolsa de Felisa
Esta historia que desde esta columna denunció Jorge Lanata tuvo resolución judicial y, como no podía ser de otra manera, la posición y los argumentos de la licenciada Felisa Josefa Miceli fueron demolidos por el fallo. En efecto, la sentencia con el auto de procesamiento dictado por la jueza federal María Romilda Servini de Cubría es contundente. Veamos algunos de sus fundamentos:
Con respecto al fajo de dinero conteniendo 100.000 pesos con la inscripción “Bco 30”, lote 30587, dice:
“Como vemos, existe una gran diferencia entre un ‘ladrillo’ de dinero armado y embalado por el Banco Central y aquel que la Sra. Miceli dice haber preparado y embalado ella misma; y los cuatro testimonios de las personas que tuvieron ocasión de participar en el hallazgo del dinero son contestes en asemejar lo que ellos vieron con los ‘ladrillos’ que procesa el Banco Central, siendo que por una cuestión de pura lógica, la dimensión física de ambos paquetes, debe ser necesariamente diferente. El del Banco Central, delgado y alto, mientras que el armado por Felisa Miceli, el doble de ancho y la mitad de alto.
”Además, no resulta creíble la versión de la encausada (Miceli) en lo referente a que el armado del paquete con dinero lo realizó en una bolsa de nylon que tenía guardada en un cajón de su casa para ser usado cuando sea necesario, por cuanto lo específico del material utilizado para el armado de los lotes de dinero que salen del Banco Central, así como también el sellado al vacío, hace que no cualquiera tenga los elementos a tal fin. En tal sentido, no puede confundirse una simple bolsa de nylon con el material plástico utilizado para el envasado de billetes”.
Con respecto a la etiqueta, dice el fallo de Servini de Cubría:
“… El que mejor ilustra la etiqueta que lleva el ‘ladrillo’ es el oficial Rodrigo Palo, quien en el expediente de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas dijo que… ‘el fajo de los pesos tenía un número de lote y la inscripción <banco 30> …’ y luego de concurrir al tesoro del Banco Central sostuvo que ‘… el envoltorio de plástico tenía estampado un sticker autoadhesivo blanco –no recordando en qué cara del envoltorio el mismo estaba adherido–, con un código de barras que rezaba <Bco.30> con el número de lote (30857) y la leyenda millar de $ 100 o leyenda similar’, y después de habérsele exhibido un lote de cien pesos intervenidos y clasificados por el BCRA, dijo que ‘… es casi idéntico al que tuvo a la vista el día de los hechos. Que recuerda perfectamente el tipo de termosellado, la estampilla, el código de barras, la mención de millar cien, el lote y el banco, aclarando que así fue como lo describió en el acta que labró el 5 de junio de 2007”.
Atento a estas evidencias, la jueza concluye: “Pareciera demasiada casualidad que la bolsa que dice haber utilizado la Sra. Miceli, que tenía en su casa y con la cual dice haber embalado los billetes, tuviese adherida una etiqueta que rezaba ‘$ 100.000’, o sea la misma cantidad que ella había guardado. Máxime al tener en cuenta que en el momento de ser indagada sostuvo que nunca tuvo oportunidad de hacer una operación por tanto dinero. De estarse a la versión que dio la imputada, cabe preguntarse cómo es que tenía en su poder una bolsa que tenía adherida la etiqueta en cuestión, la cual hacía referencia a la cantidad de dinero que contenía el envase”.
En cuanto a la procedencia del dinero, luego de una serie de peritajes detallados en el expediente, el fallo dice que “la circunstancia expuesta en el párrafo precedente –se refiere a las pericias aludidas– deja a la vista el origen espurio del dinero que fue encontrado en el baño del despacho de la señora Miceli, puesto que el mismo salió de la Caja de Crédito Cuenca a través de una operación ilegítima, no registrada contablemente.
Ante la contundencia del fallo hay una sola pregunta por hacer: ¿la licenciada Miceli contará alguna vez la verdadera historia de la bolsa?
La presidenta, enojada
Definitivamente no se la vio bien a Cristina Fernández de Kirchner en la tarde del jueves pasado. Estaba tensa y ofuscada. El contraste con las imágenes que transmitía la televisión venezolana a través de las cuales se reflejaba la alegría de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo tras la liberación que las trajo de vuelta a la vida, después de años de cautiverio a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), era evidente. Alegría que compartía el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, que fue protagonista clave de esta operación. Pero nada de esto se reflejaba en el rostro de la Presidenta, que usó el atril que le dejó su esposo para hacer lo mismo que hacía él, es decir, expresar su enojo y despotricar contra la prensa argentina por sus críticas hacia la Operación Emmanuel que, como todos recuerdan, terminó en un verdadero y lamentable fiasco.
El enojo fue, una vez más, contra la prensa y, específicamente, contra Clarín y La Nación. A la Presidenta le molestó la crítica que allí, como en otros medios, se hizo de la Operación Emmanuel que involucraba a su esposo, a quien llamó el presidente Kirchner.
Nota al pie: Hay que recordar que el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, había pedido a Néstor Kirchner, a través de una carta, su mediación en el terrible caso de Ingrid Betancourt, secuestrada por las FARC desde el año 2002. En respuesta a ese pedido, el entonces presidente se ofreció para ir a la selva colombiana. Así pues, cuando la Operación Emmanuel fue anunciada a tambor batiente por el presidente Chávez, la respuesta de la presidenta Kirchner fue enviar en el avión presidencial al “presidente Kirchner” con el canciller Taiana y una nutrida delegación. Desde el Gobierno se pensó en darle tan alto nivel a la improvisada maniobra con el fin de contrarrestar los efectos nocivos del Valijagate de Antonini Wilson y compañía. Pero todo se hizo mal. La falta de acuerdo entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, una acción militar del ejército colombiano que terminó con la muerte de un miembro de las FARC, más el engaño de éstas, que no tenían en su poder a Emmanuel, fueron los factores claves de tan rotundo fracaso. La presencia del director de cine Oliver Stone para filmar la ansiada liberación terminó de transformar esto en una pantomima.
La realidad ha demostrado que para la liberación de Clara Rojas y Consuelo González de Perdomo, cuyo agradecimiento hacia los Kirchner es público y lógico, hicieron falta el acuerdo entre los presidentes Uribe y Chávez, una negociación reservada, la presencia de la Cruz Roja, la voluntad de las FARC de cumplir con su palabra y nada más.
La atención de líderes internacionales por supuesto que ayuda. Nadie podría criticar que el gobierno argentino se interese y busque cómo ayudar en temas humanitarios. Esto no fue lo que estuvo en discusión en la Operación Emmanuel. Lo que se criticó, y con la razón que demostraron los hechos, fue la forma en que se intentó llevarla adelante. Hay que decir, además, que muchas de estas mismas críticas fueron hechas desde canales reservados de la Cancillería argentina, cosa que, por supuesto, Cristina no menciona.
A estas horas, además, los Kirchner deberían estar pensando cómo plantarse ante la insólita requisitoria del señor Chávez de dejar de considerar a las FARC como un grupo terrorista y de reconocerlo como un ejército de insurgentes de inspiración bolivariana. Respecto de esto último, hay que recordarle a Chávez que la historia no recoge ningún dato que vincule al general Bolívar con el secuestro, el asesinato de personas y el narcotráfico. Tamaño exabrupto genera, además, toda una incógnita para la región. ¿Puede una organización que secuestra, que mata a personas, que se apropia de chicos nacidos en cautiverio –todas violaciones a los derechos humanos– y que se asocia con el narcotráfico no ser considerada terrorista? Los relatos de Clara y Consuelo sobre los maltratos y torturas a las que fueron sometidas son testimonios tremendos que ilustran el modo impiadoso y cruel con que las FARC tratan a sus rehenes.
Sigamos con el enojo presidencial. La Presidenta, como cualquier otro ciudadano, tiene todo el derecho de criticar a la prensa, es decir, a nosotros. El problema se suscita cuando el Gobierno, no conforme con el republicano derecho de expresar sus opiniones, utiliza su poder para condicionar, presionar o discriminar a un medio por sus contenidos cuando éstos no son de su agrado.
Yendo específicamente al núcleo de las críticas que hizo CFK, se ve que la ofuscación obnubiló su capacidad de análisis. Si hubiera apelado a ella, se habría dado cuenta de que esos artículos a los que aludió con destemplanza reflejaban, estrictamente, lo que había pasado con la fracasada Operación Emmanuel.
Pero de la exposición de la Presidenta se desprende algo más que tanto ella como su entorno deberían revaluar: es el uso del atril. En primer lugar, porque al querer emular a su marido, Cristina Fernández –que es Kirchner– pierde identidad propia. Es decir, se transforma en una copia de su esposo. En segundo lugar, porque al hacerlo se tensiona y comete errores. En tercer lugar, porque termina desvirtuando el carácter de los actos que preside. El jueves pasado, por ejemplo, la ceremonia en la que se despachó contra la prensa tenía que ver con la capacitación de jóvenes para encontrar trabajo, hecho que pasó totalmente inadvertido. Una verdadera pena.
El otro hecho que alteró el humor de la Presidenta fue la crisis energética. En verdad, la que más la sufrió fue la gente en cuyas casas no hubo luz durante muchas y largas horas de la tórrida semana que pasó. CFK despotricó contra los medios (otra vez) por haber reducido el plan de ahorro energético a un simple cambio de lamparitas. Tiene razón la jefa de Estado: el plan de ahorro es eso más un controvertido cambio de horario, un plan de energía delivery, cortes a muchas empresas que ven dificultada su producción, grupos electrógenos que se aportan para paliar muchos de esos cortes, mucho show con algunos intendentes afines al Gobierno repartiendo las dos lamparitas con cámaras de televisión y mucho, pero mucho, rezo cada vez que la temperatura supera los 32 grados.
La anécdota recoge que en la semana hubo un día en el que en el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires se quedaron también sin luz, por lo cual el Dr. Stornelli debió atender sus tareas fuera de su despacho.
¡Ah¡ Olvidaba otra de las acciones que incluye el plan de ahorro: son las frases de los funcionarios. El premio de esta semana se lo lleva la del jefe de Gabinete de Ministros, Alberto Fernández, quien dijo: “Somos víctimas de nuestro propio éxito”, frase tan parecida a aquella otra dicha por el Dr. Duhalde en plena crisis de 2002 –“La Argentina está condenada al éxito”–, que me estremeció.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi, con el aporte de Laura Bartolomé .