Igual que en Panamá, Kosovo, Libia, la parálisis de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para resolver la crisis siria da lugar a una posible acción militar unilateral de Estados Unidos. Cuando falla el multilateralismo, el unilateralismo reina.
Ahora el régimen sirio de Bashar al Assad admite posesión de armas bioquímicas, y es probable que las haya utilizado en agosto pasado, causando la muerte de más de 1400 civiles incluyendo unos 400 niños. Videos de la masacre son conmovedores. El hecho representa un crimen de lesa humanidad, violatorio de normas internacionales sobre armas químicas de 1925 y 1993. Los inspectores de la ONU seguramente confirmarán su uso, aunque no señalarán al responsable.
Ni tratados internacionales, ni la posible condena de la ONU por su violación y/o por la responsabilidad colectiva de proteger a poblaciones vulnerables (intervención humanitaria), ni la amenaza de un ataque militar norteamericano disuadieron al gobierno sirio de usar dichas armas.
En el Consejo de Seguridad de la ONU, el veto de China y Rusia (principal aliado sirio), ha impedido el consenso para condenar y sancionar al transgresor y prevenir futuras masacres. Varios países, entre ellos sudamericanos, sí han condenado un posible ataque militar norteamericano contra Siria, y han demandado negociaciones y paz, pero sin destacar el genocidio perpetrado y sin proponer una acción realista para evitar su recurrencia. La seguridad de la población no parece preocupar tanto como el “intervencionismo” y la soberanía del estado represor.
El gobierno estadounidense no tiene dudas de que el responsable es el dictador sirio y aunque su presidente prefiere la acción multilateral y no quiere otra guerra, la horrible situación siria lo ha convertido en el “guerrero renuente.”
Varias exigencias inherentes a la condición de líder y primera potencia mundial de Estados Unidos lo inclinan a intervenir. Entre elllas, la necesidad de mantener la autoridad y credibilidad de su presidencia y de su país en lo doméstico e internacional; la responsabilidad moral y humanitaria que ha asumido unilateralmente (y presumidamente); la obligación de cuidar sus intereses geo-políticos y estratégicos en la región y los de sus aliados (Arabia Saudita, Israel, Jordania y otros); la necesidad de debilitar al régimen sirio y facilitar la victoria de la oposición, y de prevenir el uso futuro de armas químicas, así como evitar que Irán se sienta envalentonada para lograr armas nucleares.
Sin embargo, su inclinación al uso de la fuerza ha encontrado una considerable crítica y oposición en la opinión pública (más del 60% ) y en la clase política, por diferentes y opuestas razones, incluyendo la falta de claridad en los objetivos del ataque (¿limitado, o destitutivo de Al Assad?). Por ello Obama ha solicitado la autorización del Congreso pero no es seguro que lo conseguirá.
Afortunadamente, en los últimos días surgió una propuesta norteamericana/rusa, aceptada por Siria, que la forzaría a entregar y destruir su arsenal químico. La inminencia del ataque tuvo su efecto. Es una solución diplomática indesperdiciable, y un alivio o “salvavida” para todos. Nadie quiere la guerra. Pero su implementación via ONU será difícil y compleja mientras continue la guerra civil y Al Assad se mantenga en el poder. No hay garantías de que no siga masacrando a su población. Así, la inestabilidad, inseguridad y violencia de la región probablmente empeoren.
La parálisis del multilateralismo para responder rápida y contundentemente a la comisión de crímenes de lesa humanidad exige una profunda reflexión para revitalizar el Consejo de Seguridad como instrumento effectivo de una gobernanza global que garantice la paz y la seguridad internacional, y prevenga el intevencionismo unilateral.
Un tema sería la democratización de su sistema de decisiones: aumentando el número de sus miembros permanentes, eliminado o relativizando su derecho al veto (que inmoviliza a la ONU cuando se requiere intervención humanitaria), y permitiendo una mayor participación de la Asamblea General en decisiones sobre crisis humanitarias.
*Ph.D. Profesor en la Universidad de Georgetown.