Desde el verde sur entrerriano, frente a frente con la gigantesca Botnia, seguimos con atención y ansiedad lo que sucede en La Haya y esperamos justicia. Pacientemente desmenuzamos los argumentos y testimonios y nos sentimos bien representados en cada exposición de la delegación Argentina, que ha logrado demostrar que la razón asiste en el reclamo al pueblo de Gualeguaychú.
Paso a paso, las exposiciones en el juicio de la Corte Internacional han demostrado el carácter contaminante de las pasteras y la vulnerabilidad del Río Uruguay que recibe sus desechos químicos, constantemente, todos los días del año. Allí hay una verdad y una razón que está siendo expuesta a la vista del mundo y que sin dudas sentará un precedente que servirá de ejemplo para otras luchas, para otros pueblos y naciones.
Para nuestra comunidad, este conflicto ha señalado un antes y un después, no sólo porque nos ha abierto los ojos respecto de la necesidad de atender y cuidar el agua, el aire y la tierra en que vivimos, sino porque nos ha mostrado lo que somos capaces de hacer como pueblo si nos organizamos y buscamos consensos y acuerdos. Entre Ríos no es la misma después de este conflicto y tampoco lo es el resto del país. Directa o mediáticamente, los argentinos hemos participado de un debate sin precedentes.
Hoy la necesidad del cuidado del ambiente está instalada en la agenda pública, no sólo de funcionarios, personalidades y medios de comunicación, sino fundamentalmente del vecino común, de las familias, de nuestros niños. Con aciertos y con errores, hemos ido aprendiendo el modo de transitar un camino nuevo en el que ya no hay modo de retroceder: ahora sabemos y conocemos que no es lo mismo una industria que contamina que una que no lo hace y ese saber nos alienta –y nos debe movilizar- a un compromiso cada día mayor. A interesarnos e informarnos, a ser críticos y capaces de advertir y resolver otros problemas ambientales relacionados con la dinámica propia de cualquier ciudad, de la producción y el consumo.
Con aciertos y con errores, algunas veces organizada y otras espontáneamente, nuestra comunidad se supo poner de pie para decirle a los poderosos intereses internacionales que aquí hay un pueblo y que este pueblo tiene derechos y elige vivir de un modo que debe ser respetado. Hemos vuelto a ocupar la plaza pública, las calles, los puentes para debatir y argumentar; para llamar la atención del mundo. Ahora tenemos el desafío y la responsabilidad de encontrar nuevas formas de expresión y de lucha, efectivas y a la vez respetuosas de los derechos de todos; que sumen y fortalezcan esta nueva conciencia ambiental.
El contrapunto entre la preservación de la naturaleza y la industria, presente desde siempre, tiene hoy una importancia fundamental, dada la gravedad de la evidencia científica del calentamiento global y el agotamiento de los recursos naturales. Los conflictos medioambientales y relacionados al uso y abuso de los recursos no renovables, ganan cada día más espacio en la agenda pública en todo el mundo y nosotros aquí, en Gualeguaychú y en Argentina, tenemos todavía un largo camino que deberemos recorrer sin fanatismos ni exabruptos, sino sustentados en razones válidas y en actitudes valientes y responsables.
Este conflicto nos ha fortalecido. Hemos ganado y perdido en muchas ocasiones pero nunca bajamos los brazos, porque nos asiste la razón y un profundo amor por esta tierra. Desde aquí, agradecemos a las autoridades provinciales y al gobierno nacional por comprometerse en esta causa y en las distintas instancias de esta lucha, y a quienes hoy nos representan y defienden ante la Corte Internacional de Justicia.
*Intendente de Gualeguaychú.