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secuelas de otra final perdida

La psicología de Racing: por qué falla en cada partido definitorio

Luego de perder la Liga por el penal desperdiciado por Jonathan Galván, la ilusión que había generado el equipo de Gago se transformó en una angustia colectiva, a la que se le agregó su dosis de broncas y enojos. Como había sucedido en otras instancias en este año y en 2021, Racing se quedó en la orilla de la consagración. El miedo a perder –o a ganar–, la baja de rendimiento en momentos de tensión y la ausencia de liderazgos asoman como posibles explicaciones de un karma. ¿Cómo salir de este laberinto?

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La psicología de Racing. | juan salatino

Desde hace seis días, Racing es un equipo –y un club, y una comunidad de hinchas– sentenciado a transitar su presente y su futuro bajo una ucronía: qué habría pasado si el penal lo hubiese pateado Copetti, Hauche, Mena o Piovi, los futbolistas que se reunieron antes de que Jonathan Galván tomara la pelota, pateara pésimo y desatara una desgracia deportiva de alcances inimaginables.

Fueron horas y días en estado de angustia y bronca. Tanto para millones de hinchas como para un plantel que, en este tiempo, protagonizó un recorrido que generaba ilusión, pero que siempre tuvo un mismo final: la derrota. Racing, el Racing de Fernando Gago, es un equipo que siempre se queda en la orilla. Navega con soltura y ofrece momentos de buen nivel futbolístico, pero no puede amarrarse a su objetivo. Ahora fue la Liga Profesional, esquiva por apenas un penal. Antes, la Copa de la Liga, la Sudamericana o la Copa Argentina.

Si vamos más atrás, con muchos de los jugadores actuales pero con otro técnico como Juan Antonio Pizzi, Racing suma otras dos finales perdidas: goleadas 0-3 contra Colón por la Copa de la Liga y 0-5 ante River por la Supercopa Argentina.

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¿Es una cuestión psicológica de un plantel que falla ante partidos definitorios? ¿Hasta qué punto puede medirse esa fragilidad mental en deportes colectivos? ¿Hay jugadores que reducen su nivel en medio de momentos de tensión? 

Hace algunos años, cuando apenas había llegado a Racing, la psicóloga del plantel, Andrea Ricagno, soltó una frase que hoy adquiere otra dimensión: “Vos entrás al Cilindro y el panorama realmente es imponente. Para muchos podría ser una adrenalina muy disfrutable, llena de felicidad. Pero hay que manejar el triunfo también. Muchas veces se fracasa por no poder tolerar el triunfo”. Ricagno lo dijo en Racingmaníacos Radio: muchas veces se fracasa por no poder tolerar el triunfo. Esa frase es una de las tantas explicaciones que sintetizan a este equipo. 

“Cuando predomina el miedo a fallar más que el deseo de ganar, por lo general el atleta se equivoca”, le dice a PERFIL el médico psicoanalista Ricardo Rubinstein, autor del libro Deportes al diván. “Los efectos de los momentos de definición –agrega–, donde aumentan las exigencias y la presión, se traducen en bajas en rendimiento: menos atención, menos concentración”. Esa podría ser otra hipótesis de lo que le pasó a Racing el último domingo frente a River. De lo que le pasó, en realidad, en esos cuatro minutos desde que el árbitro Pablo Echavarría cobró el segundo penal y el instante en que Armani le atajó el penal a Galván.

A lo largo de la historia hay innumerables jugadores y equipos que no toleraron esa presión. La hipérbole de esa daga podría ser el penal que falló Roby Baggio en la definición del Mundial de 1994 ante Brasil. “Sigo sin perdonarme ese penal. No hay religión que importe, ese día podría haberme suicidado”, declaró el italiano el año pasado, 27 años después de aquel momento fatídico que lo marcó para toda su vida.

 

Liderazgos. En redes sociales, con frases más cercanas a la autoayuda que a la autocrítica, los jugadores de Racing dan algunas pistas de lo afectados que quedaron luego de la frustración del domingo. Copetti es, sin dudas, el más apuntado por hinchas en redes sociales y el único apellido mencionado en los pasacalles que colgaron tres socios el jueves. Al goleador del equipo no le perdonan que no haya agarrado la pelota para patear, y también que se haya quedado estático en el rebote del penal.

Probablemente se haya agudizado porque fue una reacción muy distinta a lo que mostró desde que llegó a Racing. Copetti era el símbolo de la voluntad y el sacrificio, incluso desde una posición que por lo general no se caracteriza por eso.   

Aturdido por las críticas –el cuerpo técnico de Gago sabe que tendrá que trabajar mucho estos días para recuperarlo anímicamente–, Copetti solo habló a través de un posteo de Instagram: “Hice mil cosas bien y nadie dijo nada, hice una cosa mal y ya soy la peor persona del mundo”. Lejos de ser verdad, el Cilindro siempre le reconoció su actitud, más allá de hacer o errar goles. 

Ese miedo a fallar, cristalizado en esa charla donde más que decidir un pateador se eligió por deserciones, también se extendió a Hauche, Mena y Piovi, el grupo designado por el entrenador. Galván no estaba en esa lista, un tema que el DT eludió una y otra vez ayer en conferencia. 

Esa vacilación demostró, además, la falta de liderazgo dentro de la cancha, algo que Racing perdió con la salida de Lisandro López y, en menor medida, con las de Nery Domínguez, Darío Cvitanich y Marcelo Díaz. Es otra característica en la psicología de este grupo: “Un líder se pone el equipo al hombro y genera un contagio anímico. La ausencia de esos liderazgos genera que el resto del grupo se vea más afectado”, explica Rubinstein. Es una ausencia que Gago o la dirigencia de Racing en algún momento deberán abordar si es que quieren, más temprano que tarde, romper el maleficio en los partidos definitorios.